Informaciones
Psiquiátricas
2017 - n.º 228
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La autonomía da poder al paciente, él
decide los distintos caminos dentro de una
planificación asistencial, pero también es
figura destacada la del representante, que
finalmente es quien participa cuando el pa-
ciente pierde la capacidad de hacerlo perso-
nalmente. En este camino hay que exponer
los distintos escenarios y trayectorias de
las enfermedades, pensar en la pérdida de
capacidad funcional previsible y las compli-
caciones que pueden aparecer en el futuro.
Reforzar la autonomía es preparar estrate-
gias para el afrontamiento de las situacio-
nes difíciles que van a surgir.
Presente de las
Voluntades Anticipadas
Todo el desarrollo autonómico de la
legislación ha dejado al descubierto las
dificultades a la hora de cohesionar y de
aplicar de las leyes de VA. Hay grandes
diferencias entre comunidades autónomas
a la hora de los procedimientos, registro,
sistemas de acceso o la objeción de con-
ciencia, entre otros. Además nos encon-
tramos actualmente en un marco, donde
no hay evidencias de que estos documen-
tos por sí mismos estén relacionados con
una mejora de la comunicación entre pa-
cientes y profesionales sanitarios, sobre
las decisiones del final de la vida
5,6
. Su-
mando este escenario de incertidumbre a
los resultados reales de la capacidad de
decisión mediante documentos y la expe-
riencia conocida de otros países, lo que
se intenta proponer es una estrategia
que no base la autonomía en los papeles
(documentos de VA) sino en los procesos
comunicativos que dan lugar a una parti-
cipación efectiva de los pacientes en la
planificación de su asistencia sanitaria.
Por muy completo que sea un documen-
to de VA del paciente, éste no incorpora su
contexto cultural, ético, emocional, psico-
lógico y familiar; pero estos aspectos tam-
bién marcan la autonomía del paciente en
el momento en el que se produce la toma
de decisiones. La relevancia otorgada a los
documentos de instrucciones previas puede
matizarse en el tiempo, hay que entender
el documento como una herramienta, como
un medio que potencia la autonomía, nunca
como un fin en sí mismo.
Como los profesionales sanitarios tene-
mos que vivir situaciones realmente difíci-
les, asumiendo y reconociendo el fracaso
de los tratamientos específicos o retirando
tratamientos de soporte
7
, esa
herramienta
que son las VA, nos debería facilitar estas y
otras decisiones, en un tiempo muy concre-
to y tan limitado como es el final de la vida.
Aún así, la mayoría de profesionales no co-
noce si sus pacientes poseen un documento
de VA y algunos en caso de urgencia vital
tampoco lo respetarían
8
.
Como era de esperar hay y habrá conflic-
tos, la mayoría se están resolviendo con-
cediendo mayor peso a la autonomía del
enfermo, pero tampoco se puede dar a en-
tender que los pacientes tienen “el derecho”
de imponer al médico cualquier cosa. Hay
limitaciones:
s
Deseos contrarios a la lex artis.
s
Riesgos para la salud pública.
s
Urgencia.
s
Incapacidad para decidir.
Realmente con los dos últimos comenzó el
desarrollo de las VA. En sus comienzos, con-
sistían simplemente en tener una decisión
prefijada de lo que el enfermo consideraba
tolerable, para cuando las circunstancias no
le permitieran decidir.
Nuestra ley
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define el documento de VA,
como el que otorga una persona mayor de
VOLUNTADES ANTICIPADAS ANTE EL FINAL DE LA VIDA