Informaciones
Psiquiátricas
2017 - n.º 228
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En el marco sanitario occidental, cada en-
fermedad tiende a tener una especialidad de
referencia. Para el ictus la especialidad de
referencia es la neurología y esto tiene cla-
ras consecuencias en relación a los proble-
mas que se abordan y en cómo se abordan.
La presencia de lesión cerebral demostrable
y la expresión clínica a través de signos mo-
tores, sensitivos o sensoriales estables son
dos de los criterios más claros para determi-
nar que una enfermedad sea estudiada por la
neurología. En los ictus se cumplen ambas
condiciones por lo que, salvo en los casos
de hemorragias malignas en que los neuro-
cirujanos tienen un papel central, son los
neurólogos los especialistas que estudian y
tratan a estos pacientes. Dada la naturaleza
aguda de la presentación también los es-
fuerzos sanitarios se concentran en los días
o semanas posteriores al ictus. Esto garan-
tiza una alta sensibilidad en la detección de
problemas motores, sensoriales y sensitivos
en fase aguda y subaguda; pero una menor
detección de los cambios mentales en fase
subaguda y crónica, especialmente los que
fluctúan y no pueden ser fácilmente medi-
dos. En este capítulo entran los cambios en
la conducta social que generan problemas
de convivencia y gran deterioro en la ca-
lidad de las relaciones interpersonales. Por
otro lado, el hecho de que la psiquiatría se
haya autoexcluido de la atención a este gru-
po de pacientes tiene como consecuencia
que haya una pobre atención a los proble-
mas psicopatológicos que presentan estos
pacientes y sus familias. A la descripción y
comprensión de los trastornos emocionales
y de la conducta dedicaremos buena parte
de este artículo.
Depresión, síntomas depresivos
y otros trastornos emocionales
en el ictus
Los intentos por determinar la prevalencia
de la depresión post-ictus han dado lugar
a resultados muy dispares. Tal dispersión
obedece fundamentalmente a tres tipos de
razones: la primera es la diversidad de ins-
trumentos de evaluación y de criterios noso-
lógicos; en segundo lugar las diferencias en
las poblaciones estudiadas; y por último los
distintos momentos postictus en que son
evaluados los pacientes.
En relación a los criterios nosológicos mu-
chos autores contemporáneos han utilizado
los criterios de depresión mayor y menor del
DSM IV. Al margen de los pacientes inclui-
dos en estas categorías, hay un gran núme-
ro de personas que presentan síntomas del
espectro depresivo que no cualifican para
ser incluidos en algunos de estos epígra-
fes diagnósticos. Las cuestiones relativas
al diagnóstico diferencial también pueden
influir en la infraestimación o en la exage-
ración de las cifras. Que el llanto patológico
o la apatía sean incluidos o excluidos dentro
del grupo de pacientes con depresión tiene
un claro efecto en los datos finales de pre-
valencia.
La presencia de afasia o de deterioro cog-
nitivo severo es criterio de exclusión en
algunos estudios de depresión postictus.
Tal medida solo reflejaría la dificultad de
valorar a pacientes con graves dificultades
para comunicar sus problemas, pero no la
inexistencia de los mismos. Al igual que en
poblaciones con retraso mental o con de-
mencia, las depresiones están ahí pero son
más difíciles de identificar y requieren de
una estrategia diagnóstica que tenga menos
en cuenta el relato subjetivo del paciente.
LOS TRASTORNOS EMOCIONALES Y CONDUCTUALES POSTICTUS