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Informaciones
Psiquiátricas
2016 - n.º 224
Manuel Martín Carrasco / Eduardo González Fraile
Introducción
Una de las características incuestionables
de la naturaleza humana es su carácter so-
cial. El ser humano nace en un estado que
no termina de completarse sino en el medio
social, en la relación con otros. Los casos en
los que seres humanos han crecido aislados
de sus semejantes han dado como resultado
personas despojadas de muchas de las carac-
terísticas que atribuimos a los seres huma-
nos. Quizás por este motivo, la soledad se ha
considerado desde la Antigüedad como una
maldición, y tanto los textos bíblicos como
los relatos de las mitologías primigenias u
otras obras literarias clásicas reflejan clara-
mente esta visión de la soledad.
Sin embargo, la investigación sobre los
efectos deletéreos de la soledad sobre las
personas mayores es mucho más reciente. Un
acontecimiento que sin duda constituyó un
poderoso acicate fue la ola de calor que afec-
tó a Europa en el verano de 2003, que causó
la muerte de alrededor de 40.000 ancianos
en todo el continente. Paradójicamente, los
ancianos que residían en instituciones resul-
taron menos afectados que otros, con menor
discapacidad, pero que vivían solos en sus
propios domicilios. Este hecho suscitó un
vivo debate acerca de la situación de las per-
sonas mayores en las sociedades avanzadas,
que trajo como consecuencia un aumento del
interés en los investigadores y en diversas
agencias tanto públicas como privadas, así
como diversas campañas de sensibilización
en información (1).
Sin embargo, a pesar de que se han rea-
lizado ciertos avances, especialmente en el
reconocimiento de la relación entre soledad
y depresión o caídas con graves resultados,
todavía existe un amplio margen de mejora
a la hora de reconocer y sobre todo paliar la
soledad y sus consecuencias en los mayores.
En este breve trabajo intentaremos realizar
una revisión sobre el problema de la soledad
en los mayores, las formas de atajarla y se-
ñalar algunas carencias en la investigación
en el área.
Soledad y vejez
La vejez ha sido definida como el perio-
do de la pérdida y del duelo (2), y no cabe
duda de que un rasgo típico del proceso de
envejecimiento es la necesidad de elaborar
duelos de forma casi permanente, por la gran
cantidad de pérdidas que ocurren durante
una vida larga. La soledad podría entenderse,
desde este punto de vista, como consecuen-
cia de una pérdida de relaciones que no han
sido adecuadamente reemplazadas, y que se
ve favorecida en nuestra sociedad por una
serie de tendencias sociales, como son la
disminución de la cohabitación intergenera-
cional, la movilidad profesional que lleva a la
dispersión de los núcleos de relaciones, o el
aumento de la tasa de individuos que viven
solos. Sin embargo, estas tendencias se ven
muy matizadas por la situación económica y
social, y sobre todo por estado de salud y de
autonomía personal de cada persona mayor.
No cabe duda de que la persona con posibi-
lidades puede elegir vivir en un entorno so-
cialmente estimulante, visitar a sus amigos o
familiares o recibir sus visitas, y comunicarse
adecuadamente a través de los abundantes
medios que ofrece la tecnología actual. Lo
contrario ocurre aquellos que cuentan con
escasos medios, especialmente si carecen de
salud o su autonomía personal está limitada,
por cualquier causa. El efecto negativo de las
desigualdades sociales sobre la soledad y el
aislamiento social puede verse incrementado
en los países que carecen de una adecuada
provisión de servicios sociales y sanitarios