Informaciones
Psiquiátricas
2018 - n.º
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to: El cuidador entiende, por ejemplo, que el
bebé tiene sed, y le da de beber a la vez que
le dice unas palabras que describen esa sed
que siente el bebé. Si la cosa no va tan bien,
factores como la envidia o la avaricia impi-
den la comunicación y el aprendizaje en el
futuro. Bion, al igual que previamente Freud,
habla de la homeostasis en la díada madre-
hijo, la cual permite al bebé pasar de la ac-
tividad de pura descarga de tensión ante las
necesidades del instinto de conservación, a
la búsqueda del objeto que calma, no sólo
satisfaciendo la necesidad hambre, sino tam-
bién, brindando calor y afecto. En este cir-
cuito empático de la díada madre - hijo, es
decir, lo relacional, se juega una parte muy
importante de la historia de cada niño, que
se actualiza y trabaja en el ámbito grupal.
Esta idea de grupo como madre, o cuidador,
es compartida por ambos Bion y Foulkes. La
noción de la dualidad implícita al pensar en
el grupo como madre/cuidador (contenedor o
no contenedor) enfatiza la posibilidad de te-
ner los opuestos creación/destrucción bajo el
mismo paraguas, esto es, en un mismo grupo.
La fuerza del símbolo maternal hace posible
unir los opuestos en el contexto grupal.
El antigrupo, o cómo no pode-
mos hacer la vista gorda a la
agresividad grupal:
Desde esta perspectiva, Nitsun (2015)
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nos
habla del concepto de antigrupo. El antigru-
po es un término con el que describimos e
intentamos comprender los procesos des-
tructivos que amenazan el funcionamiento
del grupo de terapia. Nitsun menciona diver-
sas fuentes de origen, como son la descon-
fianza hacia el proceso grupal, la frustración
de las necesidades narcisistas que sucede en
el grupo, o la agresividad que se activa entre
los miembros. Este concepto intenta señalar
la naturaleza paradójica de los grupos y su
potencial destructivo, esencialmente de cara
a maximizar el poder creativo de los mismos.
Es un concepto
para
el grupo, para su desa-
rrollo. Ateniéndonos a lo que hoy nos inte-
resa, podríamos describir el antigrupo como
un fallo en la relación continente-contenido.
A través de la identificación proyectiva, el
grupo fallido (continente fallido) resulta
impregnado de elementos caóticos y per-
secutorios de lo que no ha sido contenido,
dejando a los miembros del grupo perdidos
en una nube de experiencias que no son ni
entendidas ni digeridas. El aprendizaje, en
este caso, resulta imposible. La conexión y
el significado que deseamos falla, y no se
materializa. El grupo se convierte en una ex-
periencia vacía y aversiva, donde los miem-
bros eluden toda responsabilidad por lo que
está pasando:
El
impasse
y las continuas caídas en el
consumo de los pacientes que atendían la
terapia de grupo para la deshabituación
de la cocaína hace un año, fue interpre-
tada en estos términos, y mis propias res-
puestas subjetivas sirvieron como reflejo
de lo difícil que estaba resultando “vivir”
este grupo, pero sobre todo ofreció una
guía hacia la comprensión de la agresivi-
dad grupal y la resolución de la misma.
Un año después, con otros pacientes,
volvemos a estar en un punto similar,
después de mis vacaciones, y el ataque
hacia el continente, verbalizado en “tres
semanas de vacaciones son muchas va-
caciones. A ver qué íbamos a hacer sin
el grupo”. Pero, ¿qué les ha aportado el
volver a consumir? ¿Han conseguido que
volvamos a reunirnos antes de lo acorda-
do al consumir? ¿Hacia quién han dirigi-
do su rabia y malestar?
LOS SOLDADOS PERSAS DE LAS CORTINAS DE FOULKES,
O LA AGRESIVIDAD EN TERAPIA DE GRUPO