20
Informaciones
Psiquiátricas
2018 - n.º
234
El antigrupo, como otras formas de agre-
sión, puede surgir sin aviso en el grupo, lo
que supone toda una prueba a la resiliencia
del terapeuta. El conductor o terapeuta de
grupo que se muestra en sintonía con los
procesos negativos de grupo, y las precisas
formas que toman, suele aceptar el antigru-
po como una parte natural de las dinámicas
que en él suceden. Más importante todavía,
si esta es la actitud del conductor de grupo,
los miembros del mismo también seguirán el
modo de facilitar o tolerar de aquel, repri-
miendo o expresando actitudes antigrupales
según crean que el conductor las acepta o
no. Unido a este punto está la idea de cómo
considera el terapeuta de grupo la agresivi-
dad, si como constructiva o como destruc-
tiva. Desde luego, existen ambas formas de
agresividad, pero más allá de esta realidad
está la propia tolerancia de la agresividad
grupal del terapeuta.
Enric toma la palabra (desde hace varias
sesiones se muestra poco participativo, e
incluso silencioso en algunas sesiones),
con un tono agresivo. Comenta que los
grupos del CAS tienen limitaciones. Des-
de su punto de vista, “en la seguridad
social, evidentemente, no hay medios
suficientes para poder organizar grupos
homogéneos de pacientes. Existen varia-
bles generacionales, socioculturales, que
hacen que las vivencias y experiencias
de los diferentes participantes no sean
equiparables”. Los miembros del grupo
comienzan a mirarse entre sí, movimien-
tos en las sillas, pero no hablan. Enric
continúa con su discurso. En particular
comenta que para él la vivencia de una
persona de 65 años no le puede ayudar
en nada, ni saber si a alguien le van a pa-
gar una pensión de viudedad o no. Ana se
da por aludida y responde que ella tiene
62. Pep dice que él tiene 60. Enric dice
que no es su intención ofender a nadie,
pero que lo que se habla en este grupo
siempre es lo mismo, las mismas histo-
rias que de poco le sirven y que, es más,
le aburren. Centra su crítica ahora en el
terapeuta: cree que la figura del terapeu-
ta tendría que ser más activa, impidiendo
que esto sucediera. Tienen poco tiempo
y hay que dedicarlo a lo realmente im-
portante, no perderlo hablando de cosas
personales de cada uno. Están aquí para
hablar del alcohol.
Silencio.
La tensión se hace patente en el grupo.
Algunos miembros como Ana o Carola se
cruzan de brazos. César comenta que lo
que busca es imposible: no encontrará un
grupo homogéneo donde todo el mundo
sea como él. Sin embargo, añade, todos
tienen una adicción y pueden beneficiar-
se de la experiencia de los demás. Enric
dice que ese es el problema, que lo único
que les une es que son adictos pero que
no tienen nada más en común. Explica
que después de la semana pasada, cuan-
do el terapeuta “le llamó la atención por
haber estado mirando el móvil durante la
sesión”, había pensado volver a hacerlo
hoy, para ver si (el terapeuta) le “metía
bulla” y así decir que mira el móvil por-
que no tiene interés.
Silencio.
El terapeuta comenta que parece que
Enric hace algunas semanas, desde que
se reincorporó después de una recaída en
el consumo de alcohol, quiere comunicar
algo al grupo y que por fin hoy ha con-
seguido reunir fuerzas para expresarlo:
Siente que no encaja en el grupo. Enric
asiente: Eso es lo que le pasa, se siente
fuera de lugar (voz más baja, se recues-
ta en la silla). Sigue viniendo al grupo
Alfredo Felices de la Fuente / Laura Blanco Presas