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Informaciones

Psiquiátricas

2020 - n.º

240

RNA, el interés ya no se centra en el núme-

ro de genes que diferencia una especie de

otra sino en los muy complejos sistema epi-

genéticos. Y en este punto la singularidad

humana aparece de forma muy interesante.

Sabemos por ejemplo de los complejos pro-

gramas de desarrollo del sistema nervioso y

de sus particulares diferencias entre huma-

nos y otros primates, a través de elegantes

investigaciones celulares en genómica de

organoides cerebrales. (5).

Las trascendencias como

“excesos” mentales

Las trascendencias constituyen experien-

cias de gran interés neuropsicológico en la

medida en que son amalgamas entre pul-

siones, emociones y razonamientos. La ra-

zón no es una prerrogativa autónoma de la

mente humana que pueda erigirse en pieza

independiente. La razón se engarza evoluti-

vamente en un zócalo pulsional y emocional

al margen del cual nunca puede actuar. El

grupo de Okon-Singer ha mostrado la im-

posibilidad de aislar las redes cognitivas y

las redes emocionales que participan en el

conocimiento humano. (6). A. Damasio y su

prestigiosa escuela ha tematizado en nume-

rosas obras el papel central que neurológi-

camente juega la emoción en toda actividad

mental (7). La razón aislada pues no existe,

ni es lo más específicamente humano: le

faltaría la emoción relacional. Siempre te-

nemos razón enraizada evolutivamente en el

zócalo arcaico, considerando lo arcaico con

pleno respeto. Freud, por otra parte había

ya insistido psicológicamente en el tema.

Esto es importante porque lo más caracte-

rístico de la experiencia mental humana no

es la razón sino experiencias en las que ra-

zón, emoción y pulsiones se entremezclan

como aleaciones en las que cada dimensión

guarda sus proporciones, pero conjunta-

mente dan lugar a experiencias originales y

creativas. Esto caracteriza lo que llamamos

trascendencias.

Se trata de “excesos” en la medida en

que superan las necesidades animales de

supervivencia pero son lo más cualitativo

que ha creado la mente humana. Entre estos

excesos cabe destacar tres característicos:

las estéticas, las éticas y las espiritualida-

des y religiones. Los tres responden a una

misma estructura neuropsicológica y pre-

sentan el mismo interés antropológico y

cultural. Su naturaleza neuropsicológica la

constituye una aleación de elementos pul-

sionales (dinámicas sexuales, alimentarias,

defensivas…), acompañadas de resonancias

emocionales gratificantes (relacionadas por

ejemplo con la activación del núcleo

accum-

bens

), y orientadas por elementos intelec-

tuales de razonamiento. Ninguna justifica-

ción podría amparar el menospreciar alguna

de estas dimensiones, aunque a partir de la

Ilustración se ha convenido en ciertos sec-

tores culturales en menospreciar por razones

ideológicas la espiritualidad o la religión.

Las trascendencias se han ido configu-

rando culturalmente en sistemas simbólicos

que condicionan la mente individual en la

medida en que ésta es conformada por aque-

llos en cada momento cultural. Los siste-

mas simbólicos son patrimonio del llamado

“cerebro social” que define los paradigmas

compartidos de cada sociedad en cada mo-

mento histórico. Así, filosofías, estéticas,

éticas, teorías científicas, espiritualidades o

religiones van conformando gran parte de la

mente de los humanos. Es posible que, con

más frecuencia de lo que creemos, nuestro

pensamiento, más que un producto perso-

nal, sea un préstamo que nos hacen los sis-

temas simbólicos de los que dependemos.

Dada la importancia de lo relacional y lo

Ramon M. Nogués