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Informaciones

Psiquiátricas

2018 - n.º

234

El antigrupo, como otras formas de agre-

sión, puede surgir sin aviso en el grupo, lo

que supone toda una prueba a la resiliencia

del terapeuta. El conductor o terapeuta de

grupo que se muestra en sintonía con los

procesos negativos de grupo, y las precisas

formas que toman, suele aceptar el antigru-

po como una parte natural de las dinámicas

que en él suceden. Más importante todavía,

si esta es la actitud del conductor de grupo,

los miembros del mismo también seguirán el

modo de facilitar o tolerar de aquel, repri-

miendo o expresando actitudes antigrupales

según crean que el conductor las acepta o

no. Unido a este punto está la idea de cómo

considera el terapeuta de grupo la agresivi-

dad, si como constructiva o como destruc-

tiva. Desde luego, existen ambas formas de

agresividad, pero más allá de esta realidad

está la propia tolerancia de la agresividad

grupal del terapeuta.

Enric toma la palabra (desde hace varias

sesiones se muestra poco participativo, e

incluso silencioso en algunas sesiones),

con un tono agresivo. Comenta que los

grupos del CAS tienen limitaciones. Des-

de su punto de vista, “en la seguridad

social, evidentemente, no hay medios

suficientes para poder organizar grupos

homogéneos de pacientes. Existen varia-

bles generacionales, socioculturales, que

hacen que las vivencias y experiencias

de los diferentes participantes no sean

equiparables”. Los miembros del grupo

comienzan a mirarse entre sí, movimien-

tos en las sillas, pero no hablan. Enric

continúa con su discurso. En particular

comenta que para él la vivencia de una

persona de 65 años no le puede ayudar

en nada, ni saber si a alguien le van a pa-

gar una pensión de viudedad o no. Ana se

da por aludida y responde que ella tiene

62. Pep dice que él tiene 60. Enric dice

que no es su intención ofender a nadie,

pero que lo que se habla en este grupo

siempre es lo mismo, las mismas histo-

rias que de poco le sirven y que, es más,

le aburren. Centra su crítica ahora en el

terapeuta: cree que la figura del terapeu-

ta tendría que ser más activa, impidiendo

que esto sucediera. Tienen poco tiempo

y hay que dedicarlo a lo realmente im-

portante, no perderlo hablando de cosas

personales de cada uno. Están aquí para

hablar del alcohol.

Silencio.

La tensión se hace patente en el grupo.

Algunos miembros como Ana o Carola se

cruzan de brazos. César comenta que lo

que busca es imposible: no encontrará un

grupo homogéneo donde todo el mundo

sea como él. Sin embargo, añade, todos

tienen una adicción y pueden beneficiar-

se de la experiencia de los demás. Enric

dice que ese es el problema, que lo único

que les une es que son adictos pero que

no tienen nada más en común. Explica

que después de la semana pasada, cuan-

do el terapeuta “le llamó la atención por

haber estado mirando el móvil durante la

sesión”, había pensado volver a hacerlo

hoy, para ver si (el terapeuta) le “metía

bulla” y así decir que mira el móvil por-

que no tiene interés.

Silencio.

El terapeuta comenta que parece que

Enric hace algunas semanas, desde que

se reincorporó después de una recaída en

el consumo de alcohol, quiere comunicar

algo al grupo y que por fin hoy ha con-

seguido reunir fuerzas para expresarlo:

Siente que no encaja en el grupo. Enric

asiente: Eso es lo que le pasa, se siente

fuera de lugar (voz más baja, se recues-

ta en la silla). Sigue viniendo al grupo

Alfredo Felices de la Fuente / Laura Blanco Presas