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Informaciones
Psiquiátricas
2019 - n.º
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De nuestros residentes, el 78,8% toma
fármacos antipsicóticos , mientras que la
población diagnosticada de esquizofrenia es
del 7,5%. Es decir más del 70% toma antip-
sicóticos, pero todo parece indicar es debido
a los problemas de conducta, no por la sin-
tomatología psicótica.
El 18,8% tienen epilepsia, pero el 58,8%
toman fármacos antiepilépticos. Es decir el
uso de los fármacos antiepilépticos es razo-
nable inferir que se justifica por su acción
antiagresión. Otro posible uso como eutimi-
zante tampoco justificaría su elevado uso,
porque solo el 1,3% padecen también tras-
torno bipolar.
El 63,8% toma benzodiacepinas, sin duda
también como fármacos tranquilizantes y
potenciadores de la acción de los anteriores.
Además existe una relación estadística-
mente significativa con la alteración de la
conducta medida en la prueba realizada, de
tal manera que los sujetos que presentan al-
guna forma de alteración de la conducta son
los que toman los psicofármacos señalados.
El uso de este tipo de fármacos para la
conducta agresiva es una constante en todos
los estudios sobre el tema. Hay que recordar
que existen muy pocos fármacos con esta in-
dicación.
En un trabajo realizado en Reino Unido
(16), desde atención primaria con 33.016
personas con DI, hasta un 25% tenían agre-
sividad y un 49% tomaba antipsicóticos.
En otro trabajo realizado en una zona resi-
dencial en Holanda (17), siguiendo a 2.373
personas con DI, el 32,2% tomaba antipsi-
cóticos, y de ellos un 58% tenía problemas
de conducta.
En otro trabajo reciente (18) se analiza
el tratamiento de 100 personas con DI con
conducta agresiva, en un medio comunitario.
Con un seguimiento de 6 meses, se usaron
antipsicóticos solos o con otros fármacos
como antiepilépticos. Las dosis más altas de
antipsicóticos se correlacionaron positiva-
mente con un comportamiento más agresi-
vo, agresión física hacia los objetos, con-
ducta autolesiva y edad avanzada. No hubo
asociación significativa con otras variables
demográficas, condiciones de salud física o
diagnóstico psiquiátrico. A los 6 meses hubo
una importante reducción de la agresividad.
En otro trabajo (19) se preconiza el uso de
fármacos basados en la evidencia y recuerda
que risperidona, litio, antiepilépticos o ben-
zodiacepinas, son fármacos muy útiles y con
amplia evidencia de su eficacia en el uso de
personas con DI y con problemas de compor-
tamiento o agresividad. Recuerda no obstan-
te los efectos secundarios de estos fármacos
y la necesidad de integrar estas terapias en
una visión más amplia que recoja también
aspectos de psicoterapia, ambientales, etc.
Así mismo considera imprescindible revisar
periódicamente los tratamientos y ajustar
las dosis a las mínimas posibles para mini-
mizar los efectos secundarios.
La realidad en las personas con discapa-
cidad intelectual adultas ingresadas en un
centro residencial es que las conductas pro-
blemáticas asociadas a agresividad son muy
frecuentes en la práctica clínica. El trata-
miento de estas conductas desadaptativas es
un reto con implicación de varios factores:
entorno adecuado, enfoque psicoterapéutico
y farmacoterapia. Requiere de un equipo in-
terdisciplinar capaz de aportar un tratamien-
to múltiple para disminuir estas conductas
problemáticas y mejorar la calidad de vida
de las personas con DI (20,21). Existe una
Guía para la prescripción de psicofármacos
en estos casos elaborada por la Sección de
Psiquiatría de la Discapacidad Intelectual de
la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA)
(22). Para un enfoque integral del problema
de las alteraciones de conducta en personas
E. González-Pablos / F.J. García-Sánchez / J. M. Valles de la Calle / N. Miguel de Diego /
P. Paulino-Matos / C. Martín-Lorenzo