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Informaciones
Psiquiátricas
2018 - n.º
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Cora Caamaño Serna / Sara Belén Fernandez Guinea
tomas de la enfermedad, así como si debe-
mos considerarla como una variable estado
del trastorno o como un rasgo endofenotí-
pico que se mantiene estable a lo largo del
curso de la enfermedad, aparece en estados
de alto riego y en familiares de primer grado
y muestra segregación con el trastorno.
En cuanto a su papel como variable me-
diadora entre la neurocognición y el funcio-
namiento psicosocial, existen investigacio-
nes que relacionan la cognición social con
ambas. Por un lado, son múltiples los estu-
dios que hayan relación entre el rendimien-
to en los procesos cognitivos básicos y la
cognición social (Bora et al, 2009; Meijer et
al, 2012). Lavoie et al (2012), tras efectuar
un meta-análisis, encuentran asociaciones
significativas entre cociente intelectual y
cognición social, apoyando la hipótesis pro-
puesta por Bora et al (2009), consistente
en que los déficits en teoría de la mente se
encuentran parcialmente explicados por los
déficits neurocognitivos que están presen-
tes de forma consistente en esta población.
Además también existen varios estudios que
encuentran relación entre diferentes proce-
sos cognitivos y algunos componentes de la
cognición social como es la relación entre
procesamiento emocional y atención (Chung
et al, 2010), o entre resolución de proble-
mas y teoría de la mente (Abdel-Hammid et
al, 2009; Bell et al, 2010).
Por otro lado, la cognición social, se aso-
cia con el funcionamiento socialmente em-
pobrecido de los pacientes con esquizofre-
nia (Brüne, 2005; Couture et al, 2006; Fett
et al, 2011; Green y Nuechterlein, 1999;),
existiendo varios modelos teóricos que ex-
plican cómo la cognición social actúa como
mediador entre neurocognición y funcio-
namiento social (Brekke et al ,2005; Green
y Nuechterlein, 1999; Vauth et al, 2004),
pudiendo suponer una mejor explicación
del pobre funcionamiento social de estos
pacientes que la neurocognición de forma
aislada.
Además en diferentes estudios el funcio-
namiento psicosocial se ha definido de ma-
neras muy dispares, algunas haciendo refe-
rencia a la eficacia funcional del sujeto en
la vida cotidiana y otras al soporte social
que es capaz de encontrar la persona, por lo
que algunos de los datos pueden tener que
ver con como se ha definido dicha variable,
pues podría haberse entendido de forma dis-
tinta en los diferentes estudios (Brekke et
al, 2005; Bowie, Reichenber et al, 2006).
Según Mancuso et al, (2004), la cognición
social y la neurocognición podrían explicar
la capacidad funcional general en la vida co-
tidiana y no tanto el funcionamiento psico-
social, el cual dependería también de otros
factores como los contextuales, entendién-
dolo como la capacidad para encontrar apo-
yo social y recursos personales.
Por otro lado, los déficits en cognición so-
cial en personas con esquizofrenia han sido
definidos por varios autores como un rasgo
endofenotípico, característico de la enfer-
medad (Rodríguez Sosa et al, 2013). Esto
supondría que dichas dificultades aparecen
antes del desarrollo de la enfermedad y per-
manecen estables a lo largo del trastorno,
con independencia del grado de cronicidad
o del nivel de sintomatología, suponiendo
una buena variable predictora de la esquizo-
frenia. Además si estos déficits permanecen
estables con independencia del grado de
sintomatología o de cronicidad, apuntaría
hacia la necesidad de una intervención es-
pecífica ya que no cabría esperar que me-
jorara cuando la sintomatología remite tras
los cuadros agudos. Incluso algunos autores
sitúan los déficits en cognición social como
parte de la explicación de algunos delirios
(Frith 1992).