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Informaciones

Psiquiátricas

2018 - n.º

231

Cora Caamaño Serna / Sara Belén Fernandez Guinea

tomas de la enfermedad, así como si debe-

mos considerarla como una variable estado

del trastorno o como un rasgo endofenotí-

pico que se mantiene estable a lo largo del

curso de la enfermedad, aparece en estados

de alto riego y en familiares de primer grado

y muestra segregación con el trastorno.

En cuanto a su papel como variable me-

diadora entre la neurocognición y el funcio-

namiento psicosocial, existen investigacio-

nes que relacionan la cognición social con

ambas. Por un lado, son múltiples los estu-

dios que hayan relación entre el rendimien-

to en los procesos cognitivos básicos y la

cognición social (Bora et al, 2009; Meijer et

al, 2012). Lavoie et al (2012), tras efectuar

un meta-análisis, encuentran asociaciones

significativas entre cociente intelectual y

cognición social, apoyando la hipótesis pro-

puesta por Bora et al (2009), consistente

en que los déficits en teoría de la mente se

encuentran parcialmente explicados por los

déficits neurocognitivos que están presen-

tes de forma consistente en esta población.

Además también existen varios estudios que

encuentran relación entre diferentes proce-

sos cognitivos y algunos componentes de la

cognición social como es la relación entre

procesamiento emocional y atención (Chung

et al, 2010), o entre resolución de proble-

mas y teoría de la mente (Abdel-Hammid et

al, 2009; Bell et al, 2010).

Por otro lado, la cognición social, se aso-

cia con el funcionamiento socialmente em-

pobrecido de los pacientes con esquizofre-

nia (Brüne, 2005; Couture et al, 2006; Fett

et al, 2011; Green y Nuechterlein, 1999;),

existiendo varios modelos teóricos que ex-

plican cómo la cognición social actúa como

mediador entre neurocognición y funcio-

namiento social (Brekke et al ,2005; Green

y Nuechterlein, 1999; Vauth et al, 2004),

pudiendo suponer una mejor explicación

del pobre funcionamiento social de estos

pacientes que la neurocognición de forma

aislada.

Además en diferentes estudios el funcio-

namiento psicosocial se ha definido de ma-

neras muy dispares, algunas haciendo refe-

rencia a la eficacia funcional del sujeto en

la vida cotidiana y otras al soporte social

que es capaz de encontrar la persona, por lo

que algunos de los datos pueden tener que

ver con como se ha definido dicha variable,

pues podría haberse entendido de forma dis-

tinta en los diferentes estudios (Brekke et

al, 2005; Bowie, Reichenber et al, 2006).

Según Mancuso et al, (2004), la cognición

social y la neurocognición podrían explicar

la capacidad funcional general en la vida co-

tidiana y no tanto el funcionamiento psico-

social, el cual dependería también de otros

factores como los contextuales, entendién-

dolo como la capacidad para encontrar apo-

yo social y recursos personales.

Por otro lado, los déficits en cognición so-

cial en personas con esquizofrenia han sido

definidos por varios autores como un rasgo

endofenotípico, característico de la enfer-

medad (Rodríguez Sosa et al, 2013). Esto

supondría que dichas dificultades aparecen

antes del desarrollo de la enfermedad y per-

manecen estables a lo largo del trastorno,

con independencia del grado de cronicidad

o del nivel de sintomatología, suponiendo

una buena variable predictora de la esquizo-

frenia. Además si estos déficits permanecen

estables con independencia del grado de

sintomatología o de cronicidad, apuntaría

hacia la necesidad de una intervención es-

pecífica ya que no cabría esperar que me-

jorara cuando la sintomatología remite tras

los cuadros agudos. Incluso algunos autores

sitúan los déficits en cognición social como

parte de la explicación de algunos delirios

(Frith 1992).