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Informaciones

Psiquiátricas

2020 - n.º

240

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La psiquiatría se propone normalizar la vida

mental pero podría ser que no debiera des-

interesarse de aquello que pueda coronar sa-

tisfactoriamente la vida mental reforzando

su robustez y su satisfacción, y aquí juegan

un papel importante las espiritualidades y

las religiones, precisamente analizadas para

que su papel no sea desestructurador. Efec-

tivamente, espiritualidades y religiones,

bien interpretadas y gestionadas, han sido

y siguen siendo muy significativas en tanto

que “proveedores” de tres dimensiones fun-

damentales de la salud mental: la confianza

básica, la búsqueda de sentido, y la madu-

rez amorosa. No se ve pues porque a priori

la psiquiatría tendría que desentenderse de

tales aportaciones.

La mente humana, rompiendo

esquemas animales

Un cerebro de lujo

Existe la convicción compartida y amplia-

mente justificada, que sitúa en el cerebro

la referencia clave de la distinción animal/

humano. Aunque culturalmente algunas

sociedades señalen como significativas en

la experiencia mental humana estructuras

corporales diferentes del cerebro (p. ej. el

“hara” en Japón o el corazón y los riñones

en la antropología hebrea), espontáneamen-

te y científicamente el órgano cerebral es

la referencia obvia de la actividad mental y

por ende, de la singularidad humana. Esta

singularidad, pese a ciertos intentos de re-

bajar su intensidad, resulta científicamente

indiscutible. Efectivamente no existe nin-

guna especie animal que haya asumido en

un espacio de tiempo breve como es el de

algunos milenios, un cambio de sus condi-

ciones de presencia en la Biosfera, como lo

han hecho los humanos, de manera que la

tradicional forma biológica de evolución por

mutaciones del sistema genético haya sido

ampliamente rebasada por actuaciones téc-

nica derivadas de la actividad de la propia

especie. El cerebro que ha protagonizado

este extraño proceder puede denominarse

un “cerebro de lujo” en la medida en que

sus capacidades de procesamiento han supe-

rado ampliamente las exigencias que impo-

ne la supervivencia. Los animales disponen

de una capacidad pulsional perfectamente

adaptada a la supervivencia de su especie.

Los humanos, también, pero además exhi-

ben una serie de actividades no esenciales

para sobrevivir pero que adornan la supervi-

vencia con dimensiones muy originales. Pa-

rece que estudios neurológicos apuntarían a

la idea que el progreso neural humano está

relacionado con nuevos circuitos conectivos

desarrollados evolutivamente en el cerebro

humano, y que precisamente estos circuitos

son los afectados por fallos mentales como

los relacionados con la esquizofrenia, que

correspondería al desbarajuste de las sutiles

posibilidades mentales del cerebro humano.

(4). Si esto es así, atender a lo propio del

“exceso” mental humano (dentro del que se

ubican las trascendencias), no tendría que

ser algo extraño a la psiquiatría.

Existen crecientes datos biológicos y evo-

lutivos muy interesantes que ilustran la sin-

gularidad humana. Todavía algunos siguen

hablando de que “pocos” genes distinguen

los humanos de sus parientes primates

(chimpancés por ejemplo), pero esta argu-

mentación sobre número de genes tiene hoy

muy poco interés. Desde el año 2000 y con el

advenimiento de la epigenética y el estudio

detallado de las interacciones entre genes

y de sus complejos sistemas de expresión

(metilaciones en el DNA o acciones sobre

las histonas) y las acciones de los múltiples

LA SALUD ESPIRITUAL, ¿EL FACTOR OLVIDADO?