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Informaciones
Psiquiátricas
2020 - n.º
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De esta manera, lo que constituye nues-
tra humanidad vulnerable y la vivencia de
nuestra vulnerabilidad nos hace reconocer el
valor de los vulnerables.
Volvemos a lo dicho anteriormente: la vul-
nerabilidad es, por tanto, intrínseca a la na-
turaleza humana: todos somos vulnerables.
Si somos todos vulnerables, nos tenemos
que preguntar si hay personas más vulne-
rables que otras o si hay grupos a los que
identificamos como más vulnerables. Supon-
gamos que una característica determinada,
como puede ser la discapacidad, hace que
todas las personas que tengan dicha carac-
terística sean más vulnerables que el resto
de las personas que no la tienen, es decir,
las personas sin discapacidad.
Aún podemos ir un poco más allá y pe-
guntarnos: ¿las personas con discapacidad
intelectual son más vulnerables que las per-
sonas con discapacidad?
Si afirmamos que sí, ¿estamos poniendo
una nueva etiqueta a las personas con dis-
capacidad, por considerarlas más vulnera-
bles que las demás? ¿Y a las personas con
discapacidad intelectual? Diríamos que les
pondríamos una doble etiqueta.
De admitir este supuesto, estamos esta-
bleciendo escalas de vulnerabilidad. Ten-
dríamos que ver a qué tipos de discapacidad
situamos en cada escalón o grado, y dónde
colocaríamos la discapacidad intelectual,
tal como se ha hecho con la dependencia,
por ejemplo.
Es sólo un ejemplo, pero ahí podríamos
empezar a hablar, en el mismo sentido, de
pobres, analfabetos, más o menos cultos, en
función de la educación recibida, y así un
largo etcétera.
De entrada, si admitimos estos supuestos,
nos encontramos en un callejón sin salida.
Con todo, cuando hablamos de discapa-
cidad intelectual y vulnerabilidad, estas se
nos aparecen como un binomio inseparable
y lógico. Reconocemos en la discapacidad
intelectual un plus de vulnerabilidad respec-
to a la que tienen otras personas que no
tienen discapacidad intelectual.
Si hemos dicho que la vulnerabilidad es
propia de la condición humana, podemos
considerar que tener una discapacidad inte-
lectual no implica, en sí, un plus de vulnera-
bilidad. Habrá situaciones en que la persona
será más o menos vulnerable, independien-
temente de su discapacidad intelectual.
Me remitiré brevemente a la
Convención
de los Derechos de las Personas con Discapa-
cidad
4
. En ella se insiste que cualquier per-
sona con discapacidad es igual a cualquier
otra persona sin discapacidad.
Y aunque sea una comparación, no sé si
poco afortunada o no, la vulnerabilidad no
es propia, como hemos dicho, de la discapa-
cidad ni de la discapacidad intelectual, por
sí misma. Lo es del ser humano racional, por
el hecho de serlo y por tener consciencia de
su propia finitud.
La
Convención
reitera que para que la per-
sona pueda tomar decisiones necesita los
apoyos y las salvaguardas necesarias para
garantizar que se respete su voluntad y sus
preferencias. Quisiera entender que estas
salvaguardas también deben ayudar a “for-
talecer” a la persona frente a su vulnerabili-
dad y prevenirla de posibles riesgos.
Hecho este paréntesis, y volviendo a la
reflexión que veníamos haciendo, si la vul-
nerabilidad no es una condición de las per-
sonas con discapacidad intelectual, nos te-
nemos que preguntar cómo abordarla.
La vulnerabilidad de una persona se puede
deber a diversas circunstancias: ser mayor,
estar enfermo, ser mujer, tener una disca-
pacidad, tener una discapacidad intelectual,
ser menor. También influye el entorno: vivir
en una institución, en un país extranjero,
Josep Tresserras Basela