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Informaciones

Psiquiátricas

2019 - n.º

238

Introducción

La intervención social y el Trabajo Social

como profesión que abandera la práctica

asistencial en el ámbito comunitario, desde

su origen mira indiscutiblemente el indivi-

duo-entorno como una dualidad inquebran-

table, ve a la persona en situación, siendo

una profesión que nace junto a otras disci-

plinas y en relación con ellas.

“Todo campo disciplinar requiere de una

reflexión permanente y de una produc-

ción de conocimiento que se satisface a

través de la práctica sistemática de la

tarea investigadora (...) las revisiones

históricas han puesto de manifiesto lo

imbricada que ha estado esta discipli-

na con la investigación social desde su

origen”.

(Marco & Tomás, 2013, pág. 223).

Las barreras estructurales contribuyen a

la permanencia de las desigualdades y a la

exclusión, siendo un hándicap el etiquetado

bajo criterios de raza, clase, idioma, género,

religión, problema de salud, discapacidad,

cultura u orientación sexual.

Ante estas barreras, las disciplinas de

las ciencias sociales, y el Trabajo Social en

particular, busca desarrollar una conciencia

crítica y estrategias de acción que afronten

origen, estructura y consecuencias.

Si buscamos un punto histórico donde el

Estado asume, en un origen la caridad (per-

mitamos la licencia de este término para

contextualizar en el momento histórico que

se describe), quizá tengamos que remontar-

nos a la ruptura Iglesia-Estado en la Inglate-

rra del siglo XVI, desde ahí nos iríamos hasta

la Ley de Pobres isabelina de 1601, con un

marcado reconocimiento de las obligaciones

sociales, saltando hasta 1834 con la “New

Poor Law”, con el desarrollo de las infames

“workhouses” conocidas como las “prisiones

de pobres”. El salto de Inglaterra al nuevo

continente no tarda a través de las nuevas

colonias. Este modelo y evolución se ha po-

dido ir adaptando a diferentes contextos y

territorios a lo largo y ancho del mundo oc-

cidental.

El siglo XIX trae la Revolución Industrial

y el liberalismo económico, que se aleja de

asumir la tutela de los que más lo necesitan.

Todo ello genera un caldo de cultivo don-

de la sociedad civil se comienza a ordenar

y organizar para apoyar, de forma muy pun-

tual e insuficiente, pero comienza a ponerse

en marcha estructuras de altruismo y apoyo

más allá de la organización reivindicativa de

clases, proliferando sociedades filantrópicas

y los individuos caritativos que prestaban

apoyo al necesitado de forma indiscrimina-

da, basada en buenas intenciones y solapa-

miento.

Es ante esto que, en 1868, en Londres,

Henrry Solly propone la unión de distintas

personas para formar una organización más

rigurosa y científica, todo aún en términos

de caridad, que apostara por la coordinación.

Nace en 1869 la Sociedad para la Organiza-

ción de la Ayuda caritativa y la Represión de

la mendicidad.

Es Octavia Hill quien colabora y da el paso

para reformar la organización, pasando a lla-

marse Sociedad de Organización de la Cari-

dad (COS), entidad no asistencial, más bien

organizativa y derivadora de los solicitantes

a las agencias más ajustadas. Este tipo de

trabajos surge en otros lugares como Alema-

nia y Estados Unidos, quedando España ale-

jada de este movimiento, donde el peso de

la Iglesia Católica es cohesionado y fuerte,

asumiendo esas labores de acompañamiento

a los más necesitados.

Carolina Mogollón Rodríguez / Ana.i. Delfa Cantero