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Informaciones

Psiquiátricas

2019 - n.º

235

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Introducción

El suicidio, el acontecimiento más temido

por cualquier profesional de la salud men-

tal. Un drama personal, familiar y social de

magnitud más que considerable. Alrededor de

800.000 personas al año se quitan la vida en

el mundo, un ratio de 11.4/100.000 habitan-

tes(1). En España, cerca de 4000 personas

se suicidan al año, siendo la primera causa

de muerte externa(2). A nivel epidemiológico

no existe homogeneidad entre los distintos

países, probablemente debido a factores cul-

turales, diferencias en el acceso al sistema

sanitario, y probablemente más importante,

a sesgos en los registros de defunciones. A

pesar de ello, podemos asumir que los hom-

bres se suicidan más que las mujeres, y que

la tasa de suicidio aumenta con la edad. 3569

personas lo hacen en España (INE 2016), uno

de los países con menores tasas de suicidio

de la Unión Europea(3), la mayoría (2662-

74.5%), son hombres. De todos ellos 1180

personas (33%) tenían más de 65 años. En

Galicia, la cifra de personas que se suicidaron

es de 338 en el año 2016, de los que 141

(48%) tenían más de 65 años. Galicia, junto

a Asturias, presenta las tasas más altas de

suicidio de España, y el índice de envejeci-

miento de población también es el mayor del

estado.

Un potente predictor del acto suicida es la

presencia de intentos de suicidio, un tercio

de los suicidios consumados ha presentado,

al menos, un intento previo(4), presentando

hasta un 66% más riesgo que la población

general(5). Al contrario de lo que ocurre con

la tasa de suicidio, la tasa de intentos dismi-

nuye con la edad(6).

Sin duda alguna, uno de los términos más

discutidos y de difícil consenso es el de

“intento” de suicidio, hasta el punto que

algunos autores abogan por eliminarlo(7).

Silverman et al.(8) realizaron una revisión y

actualización conceptual de la conducta sui-

cida desde la propuesta por O’Carrol(9) con

intención de unificar términos entre la co-

munidad científica. Por su lado, la “Centers

for Disease Control and Prevention” (CDC)

no aceptaría el uso de los términos suicidio

completo, suicidio consumado, intento falli-

do, gesto suicida, amenaza suicida o parasui-

cidio, considerándolos incluso como despec-

tivos(10).

Las estadísticas actuales en torno a los in-

tentos de suicidio no ofrecen una visión real

de este problema. Esto es debido, como se

apuntó en el apartado anterior, a los proble-

mas metodológicos, que van desde el dilema

conceptual, hasta la propia heterogeneidad

de este subgrupo, donde existen diferentes

grados de letalidad, intencionalidad, méto-

dos…(11).

Aún así, se calcula que la prevalencia a lo

largo de la vida para los intentos de suicidio

a nivel mundial y en población general es del

2.7%(12). En España, esta cifra se reduce a

poco más de la mitad, 1.5%(13). Como en el

suicidio, los datos sobre los intentos son he-

terogéneos entre los distintos países, pero se

asume que estos son más frecuentes en mu-

jeres que en hombres, y en adolescentes más

que en adultos(1). La conducta suicida en el

adulto mayor es potencialmente letal, donde

la proporción entre los intentos y los suici-

dios es de 4:1(14), llegando en algunas series

a 1:1(15, 16), mucho más que en población

general donde la proporción es de 10-20:1, y

de 200:1 en el caso de adolescentes(12). Las

conductas autolesivas en el anciano repre-

sentan el 5% del total(17). Según la OMS, la

incidencia de conductas autolesivas en mayo-

res de 65 años es de 61.4/100.000 hab., esta

cifra se reduce a la mitad en población es-

pañola (Guipuzcoa, Euskadi), llegando a ser

de 32.3/100.000. Centrándonos en Galicia se

PERFIL DE LOS INTENTOS DE SUICIDIO EN PERSONAS MAYORES DE 65 AÑOS DEL AREA

SANITARIA DE SANTIAGO DE COMPOSTELA EN EL PERIODO DE 2015 A 2017