INFORMACIONES PSIQUIÁTRICAS 256

26 Informaciones Psiquiátricas 2024 - nº 256 Moisés Bermúdez Hernández / Yaiza Moreno Martín / Sofía Hernández Martín norte de Tenerife, por desarrollar programas familiares destinados a ofrecer apoyo y herramientas. Los participantes fueron, en su mayoría, padres o madres con riesgo de presentar signos de sobrecarga en el cuidado. Los datos descriptivos de la muestra mostraron que la mayoría de los cuidadores principales eran mujeres (81%), con una edad promedio de 55 y 61 años. Esta mayor representación femenina en el rol de cuidador coincide con estudios previos [6, 11, 23], que también destacan la predominancia de mujeres cuidadoras en el rango de edad de 56 años o más. Las variables de edad y sexo resultaron especialmente relevantes en el estudio, ya que ser mujer cuidadora informal aumenta de 1.5 a 3 veces el riesgo de padecer problemas de salud, y a mayor edad, mayores son las dificultades de salud [7, 16]. En el análisis de regresión de este estudio, se encontró una relación de las variables clínicas y de cuidado con los síntomas “psicosomáticos” y “ansiedad e insomnio”. La satisfacción con el apoyo percibido por el cuidador (t=-2.90, p=.011) fue una variable significativa para los “síntomas psicosomáticos”. En el grupo de intervención, se observó una mayor frecuencia de patologías vasculares, osteomusculares, digestivas, hormonales y mentales. Estos hallazgos coinciden con otros estudios [6, 8] que vinculan la dependencia con la sintomatología depresiva de los cuidadores. En este caso, los síntomas “psicosomáticos”, “ansiedad e insomnio” fueron destacados. Además, la baja salud mental en las familias se asoció con una menor satisfacción con el apoyo y una mayor discapacidad de la persona cuidada. El cuidado de personas más jóvenes también se asoció con un aumento de la carga psicosomática, así como ansiedad e insomnio en familias cuidadoras. En relación al ciclo vital, se observó una mayor sobrecarga en cuidadores más jóvenes, lo que sugiere que con el tiempo, la edad actúa como un factor protector [23]. Las diferencias significativas se encontraron en la franja de edad de 40 a 60 años, con un aumento notable a partir de los 65 años. Como se ha mencionado [2, 10], la calidad de vida y bienestar emocional son dominios complejos, donde las necesidades individuales y colectivas se difuminan debido a la sobrecarga del cuidado. En este estudio, la edad de los usuarios, junto con la red de apoyo y la satisfacción percibida, mostraron una relación más estrecha con la salud mental del cuidador, lo que sugiere la dinámica de que factores como el ajuste psicosocial interactúan con la salud del cuidador a medida que envejece. En cuanto a los resultados de la intervención, se observaron mejoras en los niveles de ansiedad e insomnio. Sin embargo, no se encontraron diferencias en síntomas psicosomáticos, disfunción social o la depresión. En contraste, un metaanálisis [11] señala que la depresión es el factor más común evaluado, debido a su alta prevalencia en los cuidadores, especialmente cuando la persona cuidada presenta un mayor grado de dependencia [6]. La variable de satisfacción con el apoyo fue clave en los modelos de “ansiedad e insomnio” y “síntomas psicosomáticos”, con mayor impacto en este último. Las carencias en el apoyo, destacadas en estudios previos, son un aspecto relevante [1]. Además, el refuerzo ambiental (activación conductual) también influyó en ambos factores [16], se

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