Informaciones Psiquiátricas - Segundo trimestre 2007. Número 188 ¿Son necesarias unidades especializadas para el tratamiento de pacientes ancianos con trastorno mental agudo?
Manuel Sánchez Pérez Sagrat Cor, Serveis de Salut Mental. Martorell. Barcelona.
Recepción: 26-02-07 / Aceptación: 02-04-07
La atención sanitaria a los trastornos mentales, cualquiera que sea la edad a la que se presentan, resulta siempre compleja. En esta complejidad se une a las dificultades de la propia situación de crisis, la capacidad del sistema sanitario para dar respuesta con la celeridad que cada situación precisa. En el caso del paciente anciano con trastorno mental agudo, la situación de crisis puede ser observada desde tres puntos de vista.
Además de los tres aspectos relacionados con la asistencia a las crisis psiquiátricas en los ancianos, pueden describirse algunas condiciones frecuentemente presentes en el momento de la atención a la urgencia. En primer lugar, un efecto discriminante negativo a causa de la comorbilidad física que el paciente pueda presentar. Este problema puede estar más representado en la atención de urgencias cuando el paciente es atendido en un centro psiquiátrico. En esta situación, la capacidad de asumir determinados problemas médicos o de disponer de medios para realizar el diagnóstico diferencial de probables causas somáticas de los síntomas psiquiátricos, suele estar limitada y, en la práctica, es una de las razones más frecuentemente aducidas para evitar el ingreso hospitalario de estos pacientes por vía de urgencias, salvo la rara excepción de que el centro disponga de una unidad específica de psiquiatría geriátrica. En el caso del hospital general, el factor discriminante negativo para la admisión suele ser debido a los eventuales trastornos de comportamiento que presente el paciente y que pueden resultar muy disruptivos y de difícil manejo en un contexto de ingreso en una planta de hospitalización general. En cualquiera de los dos casos, la presencia de demencia o de problemática social asociada, constituyen dos importantes factores disuasorios para el ingreso urgente del paciente anciano. Estas dos últimas condiciones son altamente prevalentes entre las situaciones que motivan las urgencias psiquiátricas en ancianos. Ambas, a su vez, amenazan con poner en riesgo el tiempo de permanencia del paciente en hospitalización, por las inherentes dificultades para su altabilidad dentro de los tiempos medios requeridos en este tipo de unidades. Por todo lo antedicho, ante similar sintomatología psiquiátrica aguda, el tiempo que un anciano debe esperar para recibir la atención adecuada suele ser superior al que tarda en recibirla un adulto más joven con similares alteraciones. Esta diferencia de tiempo marca, en muchos casos, la evolución a situaciones de menor o nula reversibilidad, tanto para la situación clínica del paciente como para la definitiva claudicación de su frágil entorno de cuidados. Esta consecuencia podría, en definitiva, definirse como el resultado de una actitud ageista o de discriminación a causa de la edad, por parte del entorno sanitario y no reducida a los trastornos mentales de los ancianos. Una aproximación a la diferente atención que pueden recibir los ancianos con problemas psiquiátricos derivados de la situación de demencia y en función de su lugar de residencia habitual, cuantifica los tiempos de permanencia según el grado de tolerancia a los síntomas presentados en cada una de sus ubicaciones de procedencia (Neville et al., 1999) tal como se refleja en la tabla I. Este condicionante, con importantes variaciones según los entornos asistenciales y los diferentes países, demuestra hasta qué punto, similares trastornos de conducta en un anciano pueden recibir uno u otro tipo de atención (o ninguna), en función de condiciones escasamente relacionadas con la clínica que presenta.
La valoración de las necesidades de recursos para la atención psicogeriátrica ha recibido relativamente escasa atención. Entre las propuestas más definidas figuran las del Royal College of Psychiatrist, del Reino Unido que en 1995 propuso que deberían dotarse de 10 camas para pacientes de más de 65 años con trastorno mental agudo (incluyendo demencias), por cada 10.000 habitantes mayores de dicha edad. Si en la comunidad existiese una alta proporción de pacientes psiquiátricos envejecidos, esta proporción de camas podría ser mayor. Para las camas de larga estancia, incluyendo los denominados ingresos de respiro, deberían dotarse de 25 a 30 camas por cada 10.000 habitantes de más de 65 años, en unidades de entre 16 a 24 camas como máximo. La evaluación de la efectividad de las unidades de agudos para pacientes ancianos con trastorno mental, ha recibido todavía menor atención que la estimación de los recursos necesarios. Recientemente se ha planteado esta cuestión en función de la evidencia disponible según la revisión de los trabajos publicados en relación a este tema (Draper et al., 2005). Para el análisis se ha utilizado la valoración de la evidencia según los criterios que el Evidence-Based Medicine Working Group estableció en 1992 para clasificar los distintos niveles de evidencia (tabla II). Según esta referencia se analizan en dicho trabajo varios recursos para la atención de ancianos con trastorno mental y, entre ellos, las unidades de agudos de Psiquiatría General, las unidades Psicogeriátricas de agudos, la hospitalización general y la psicogeriatría de enlace.
La valoración de la efectividad para la atención de pacientes psicogeriátricos agudos en las Unidades de Agudos de Psiquiatría General, se han obtenido de aquellos trabajos que la han evaluado teniendo en cuenta la disponibilidad en dichas unidades de un consultor en Psiquiatría Geriátrica. Estos datos refieren una efectividad del 75 a 81% aunque con un importante sesgo hacia los trastornos afectivos y con escasos datos para los pacientes afectos de demencia. En este caso se obtiene un nivel de evidencia IV para depresión, siendo ésta desconocida para el caso de las demencias. Para las Unidades de Agudos de Psiquiatría Geriátrica, La mayoría de estudios comparativos valoran eficacia referida a estancias y tasas de readmisión (Bultema, 1996; Philpot, 2000). Las series de casos muestran mejorías globales al alta del 82-86% (Grant, 2000; Reddon, 2001) mientras que la percepción de pacientes y cuidadores es de alta satisfacción del servicio pero menor apreciación de la mejoría que la expresada por los profesionales (Simpson, 1995; Riordan, 1996). Los mejores resultados se han documentado para Depresión y, especialmente, con tratamiento intensivo mediante terapia electroconvulsiva (TEC). (Heeren, 1997, Zubenko, 1994; Philpot, 2000). Recuperaciones completas se han comunicado en 38-69% y parciales en 51-96% (Heeren, 1997; Djernes, 1998; Zubenko, 1994). Las tasas de mejoría se han mantenido en 69% a los 3 meses (Casten, 2000) y 58% a 1 año (Baldwin, 1998). La evidencia de mejoría al alta de los síntomas psicológicos y conductuales de la demencia (SCPD) es menor que para Depresión, aunque varios estudios muestran mejoría significativa (Kunik, 1996; Holm, 1999). La capacidad funcional mejora significativamente, más en estudios amplios que en series de pocos casos (Zubenko, 1992). Por el contrario, poocos estudios muestran mejoría cognoscitiva (Holm, 1999). Un dato especialmente relevante es el de que solamente 39-50% de pacientes que son atendidos en estas unidades, regresan al nivel de cuidados previo (Neville, 1999). La mortalidad durante el ingreso es del 0-9% (Akpaffiong, 1999). Pocos estudios han evaluado resultados en ancianos ingresados con Psicosis (Champagne et al., 1996; Alici-Evcimen et al., 2003). Se comunican remisiones al alta del 33%, remisiones parciales del 44% y ausencia de mejoría en 23% (Alici-Evcimen et al., 2003). Finalmente, la valoración de la calidad de la evidencia de efectividad es mayor para Depresión (nivel III) que para SCPD y Psicosis (nivel IV). Las diferencias fundamentales entre las unidades de Psiquiatría General y las de Psiquiatría General se resumen en la tabla III.
En cuanto a los ingresos en las unidades médicas de Hospital General, la prevención del delirium resulta moderadamente efectiva en pacientes sin demencia (Rusell et al, 2003) aunque no hay evidencia en la eficacia en detección de otros trastornos mentales. Los pacientes depresivos son mejor evaluados y reciben mejor tratamiento en unidades de Psiquiatría aunque presentan más complicaciones médicas (Norquist et al, 1995). En cuanto a la Psiquiatría Geriátrica de Enlace dentro de la hospitalización médica general, en los trabajos analizados se describe la utilización de la Psiquiatría Geriátrica de enlace como facilitadora de altas más que como opción terapéutica. No existen comparaciones entre la interconsulta psiquiátrica y la Psicogeriatría de enlace. Se observa un impacto efectivo en la detección de patología psiquiátrica en ancianos hospitalizados que reciben atención por parte de los equipos de psicogeriátrica de enlace. Con todo ello, se atribuye un nivel de evidencia II para la capacidad demostrada en la reducción de estancias hospitalarias y un nivel IV para la demostración de resultados terapéuticos en patología psiquiátrica (tabla IV).
Por otro lado, y al margen de la cuantificación de evidencia científica acumulada, cuando se ha realizado la valoración de la utilidad percibida por los profesionales (otro tipo de evidencia no menos apreciable) de los diferentes recursos para la atención de ancianos con trastorno mental agudo, las respuestas han ubicado en primer lugar a las unidades de Psiquiatría Geriátrica, seguidas de los equipos de Psicogeriatría de enlace en el Hospital General y, en tercer lugar, las interconsultas de soporte en Psiquiatría Geriátrica realizadas en centros residenciales (Burns et al., 2001).
CONCLUSIONES El anciano con trastorno mental agudo presenta una condición particularmente frágil. La atención rápida y adaptada a sus necesidades resulta clave para la prevención de situaciones de mayor discapacidad. Las frecuentes crisis motivadas por trastornos conductuales en Demencias, frecuentemente de características subagudas, pueden beneficiarse de recursos sociosanitarios expertos en su tratamiento. Estos recursos pueden proveer de una temporalidad más adaptada a este tipo de perfil asistencial, a menudo crítico para las unidades de pacientes agudizados que requieren menores tiempos de ingreso (Sánchez Pérez, 2002). Finalmente, las unidades especializadas en Psiquiatría de Ancianos pueden asumir un papel referente en la investigación y formación de profesionales sanitarios que trabajan con personas mayores, en diferentes ámbitos asistenciales. En definitiva, la asistencia a las situaciones de crisis mental aguda en ancianos requiere de recursos específicos y accesibles. Algunos pueden actuar como referente y soporte para otros más generalistas, en función de la distribución territorial de recursos y de las características demográficas de cada población. En cualquier caso, en los programas de planificación sanitaria deben tomarse en consideración estas necesidades emergentes con la prioridad que les corresponde, dado el rápido e imparable crecimiento de la población de edad avanzada y su alta prevalencia de patología mental.
BIBLIOGRAFÍA Alici-Evcimen Y, Ertan T and Eker E (2003). Case series with late-onset psychosis hospitalized in a geriatric psychiatry unit in Turkey: experience in 9 years. International Psychogeriatrics, 15, 69–72. Akpaffiong M, Kunik ME, Hale D, Molinari V and Orengo, C (1999). Crosscultural differences in demented geropsychiatric inpatients with behavioral disturbances. International Journal of Geriatric Psychiatry, 14, 845–850. Baldwin RC and Jolley DJ (1986). The prognosis of depression in old age. British Journal of Psychiatry, 149, 574–583. Bultema JK, Mailliard L, Getzfrid MK, Lerner RD and Colone M (1996). Geriatric patients with depression. Improving outcomes using a multidisciplinary clinical path model. Journal of Nursing Administration, 26, 31–38. Burns A, Dening T, Baldwin R. Care of older people: Mental health problems British Medical Journal, 2001; 322: 789-791. Casten RJ, Rovner BW, Pasternak RE and Pelchat R (2000). A comparison of self-reported function assessed before and after depression treatment among depressed geriatric inpatients. International Journal of Geriatric Psychiatry, 15, 813-818. Champagne LL, Orengo CA, Kunik ME, Molinari V, Workman RH Jr. And Trivedi S (1996). Psychosis in geropsychiatric inpatients with or without dementia. International Journal of Geriatric Psychiatry, 11, 523-527. Djernes JK, Gulmann NC, Abelskov KE, Juul-Nielsen S and Sorensen L. (1998). Psychopathologic and functional outcome in the treatment of elderly inpatients with depressive disorders, dementia, delirium and psychoses. International Psychogeriatrics, 10,71-83. Draper B y Low LF. What is the efectiveness of acute hospital treatment of older people with mental disorders? International Psychogeriatrics, 2005, 17:4, 539-555 Grant RW and Casey DA (2000). Geriatric psychiatry: evolution of an inpatient unit. Administration and Policy in Mental Health, 27, 153-156. Heeren TJ, Derksen P, van Heycop Ten Ham BF and van Gent PP (1997). Treatment, outcome and predictors of response in elderly depressed in-patients. British Journal of Psychiatry, 170, 436-440. Holm A et al (1999). The outcomes of an inpatient treatment program for geriatric patients with dementia and dysfunctional behaviors. Gerontologist, 39, 668-676. Kunik ME, Ponce H, Molinari V, Oren-go C, Emenaha I and Workman R (1996). The benefits of psychiatric hospitalization for older nursing home residents. Journal of the American Geriatrics Society, 44, 1062-1065. Norquist G et al (1995). Quality of care for depressed elderly patients hospitalized in the specialty psychiatric units or general medical wards. Archives of General Psychiatry, 52, 695-701. Neville P, Boyle A and Baillon S (1999). A descriptive survey of acute bed usage for dementia care in old age psychiatry. International Journal of Geriatric Psychiatry, 14,348-354. Philpot M, Drahman I, Ball C and Macdonald A (2000). The prognosis of late-life depression in two contiguous old age psychiatry services: an exploratory study. Aging and Mental Health, 4, 72-78. Sánchez Pérez M. Asistencia sociosanitaria en Salud Mental: evaluación de una experiencia. Informaciones Psiquiátricas, n.o 167, 1.er trimestre 2002, 95-103. Simpson RG, Scothern G and Vincent M (1995). Survey of carer satisfaction with the quality of care delivered to inpatients suffering from dementia. Journal of Advanced Nursing, 22, 517-527. Zubenko GS et al (1994). Impact of acute psychiatric inpatient treatment on major depression in late life and prediction of response. American Journal of Psychiatry, 151, 987-994.
|