Informaciones Psiquiátricas - Segundo trimestre 2006. Número 184 Implicaciones de la psicoterapia existencialista en la búsqueda de sentido en la vejez
Lucía Yveth Sánchez Herrera Psicóloga. 1er Premio al Mejor Trabajo Fin de Máster en Psicogeriatría (2003-2005)
Recepción: 08-03-06 / Aceptación: 03-04-06
RESUMEN Este artículo analiza y sobre todo, busca apoyar la consideración del Enfoque existencial como la mejor alternativa en el abordaje de las personas mayores en la búsqueda de un sentido en la vejez. Tal enfoque ayuda a conceptuar al ser humano de una manera integral dejando atrás la conceptualización simplemente funcionalista, coadyuvando así, en la promoción de una salud mental para todas las edades. Sólo partiendo de los principios teóricos referentes a esta conceptualización del ser humano, es a partir de la cual lograremos una intervención más certera ya que nada de lo que nos hable el individuo nos resultará ajeno sino que se estará hablando de algo que ambos compartimos. Dando pauta, para la elaboración de nuevas investigaciones relacionadas con los adultos mayores, y el planteamiento de nuevos enfoques de abordaje, en la búsqueda de resignificar el proceso de envejecimiento. Así como la posibilidad de crear y validar instrumentos idóneos para captar la situación existencial real de la población geriátrica.
1. INTRODUCCIÓN A todo lo largo del siglo XX, se ha ido incrementando, la tasa de personas mayores llegando a principios del siglo XXI a que Europa, sea el continente más envejecido del mundo con una esperanza de vida al nacer media de aproximadamente 77 años en el año 2000, y que aumentará en el 2025 a 81 años (OMS, 1985). Por ello resulta importante considerar, el envejecimiento como fenómeno poblacional y como una experiencia individual. Es decir, a partir de lo que ocurre a nivel macrosocial y cómputo poblacional, número de sujetos que están en un determinado rango de edad, porcentaje de personas afectas de discapacidad, etc. Así como del conocimiento de cómo los individuos envejecen, o en términos más precisos, qué cambios existen a lo largo de la vida o con el paso de la edad. Entendiéndose, que:
Si bien es cierto entonces, dado que la población que envejece cada vez es, más elevada, es conveniente plantear la posibilidad de nuevos enfoques que les permitan vislumbrar, a los adultos mayores, la conveniencia de significar el tiempo existencial en que están viviendo y de esta manera tomar la actitud idónea para hacerle frente. Este nuevo paradigma existencial, entonces, va en la búsqueda de los factores y condiciones que ayudan a identificar el potencial del envejecimiento y a identificar las vías para modificar (en el sentido positivo tradicional). Tomando en cuenta los distintos modelos sobre el envejecimiento con éxito o positivos, también formulados desde una perspectiva poblacional e individual por un conjunto de autores y organizaciones. Entre todos ellos destacan el modelo poblacional de envejecimiento activo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el modelo indivi-dual de envejecimiento de Rowe y Khan (1964). La OMS, (1985) define el envejecimiento activo como el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad, en orden a la mejora del bienestar según las personas envejecen. El modelo individual de envejecimiento con éxito, propuesto por Rowe y Khan. Viene operacionalizado mediante cuatro grupos de factores. Baja probabilidad de enfermar y de discapacidad asociada, alto funcionamiento cognitivo, alto funcionamiento físico y compromiso con la vida. En definitiva, cualquier programa que pretenda incrementar el envejecimiento activo o con éxito deberá tratar de prevenir la enfermedad y discapacidad asociada, optimizar el funcionamiento psicológico, especialmente cognitivo, el ajuste físico y maximizar el compromiso con la vida que implica participación social. Así, la definición operacional del envejecimiento con éxito conlleva (como en el caso del envejecimiento activo propuesto por la OMS) condiciones de salud, sociales y añade otras que implican condiciones comportamentales y cognitivas, es decir, personales, pero las sitúa a nivel del individuo como propia elección de éste.
2. JUSTIFICACIÓN El envejecimiento poblacional es uno de los más grandes logros de la humanidad, y también plantea uno de sus mayores desafíos. Nos aparece como un reto que hay que afrontar, siendo necesario para ello contemplar una reflexión existencial, una reflexión colectiva y una reflexión científica. Una reflexión existencial, en cuanto a que ante la aspiración humana a una larga vida, la vejez nos presenta la contraparte, la imagen viviente de la brevedad de la existencia, lo cual es inevitable que inquiete y fuerce a la reflexión a cualquier individuo, para poder llegar a comprender que lo que sucede es que «realmente nacemos en plenitud cuando morimos» (Fromm, citado por Villanueva, 1985). Una reflexión colectiva, en tanto a que como fenómeno social, el aumento de la duración de la vida resulta ser un suceso nuevo propio de nuestra época. Resultado de una interacción necesaria entre los progresos sociales y los avances de las ciencias médicas. Hecho nuevo en la historia de la humanidad, no se habla sólo del envejecer del individuo, sino también del envejecimiento de la sociedad. Y finalmente conlleva a una reflexión científica en lo que se refiere a la proposición de una doble finalidad en el estudio de la vejez. La prolongación de la existencia humana y la mejora de las condiciones de esa existencia. De lo antes citado, surge entonces mi motivación e iniciativa, por plantear dicho fenómeno desde nuevas perspectivas, tal y como es el caso del Enfoque existencial ya que la expectativa de vida sigue en aumento, sin que esto implique una mejor o igual calidad en el tiempo restante de existencia. Aportando evidencia a favor de la idoneidad de incorporar este enfoque en psicoterapia, para entender la búsqueda de sentido en las personas que envejecen. Partir de un conocimiento empírico, considerando a la vejez en su realidad existencial. Una aproximación de la vejez suficientemente universal y fundamental para integrar sus diferentes definiciones científicas (biológica, social, cronológica, etc.), a la vez que trascendiéndolas. Logrando con esto definir a la ancianidad desde el punto de vista del principal interesado, de la persona anciana o que está envejeciendo, entendiendo a su vez que para mejorar la calidad de vida de los mayores a nivel existencial, es necesario que comprendamos lo que significa ser viejo, estar al final del ciclo de la vida y tener setenta o mas años de experiencia sobre los que se pueda meditar (Laforest, 1991). Efectivamente sólo conociendo primero como los viejos se ven a sí mismos, como ven su vida y la naturaleza de la ancianidad, podemos aspirar a moldear un presente y un futuro significativos para ellos y para los que serán viejos después de ellos (S. R. Kaufman, citado por Rappaport, 1986). Tal y como Erikson (citado por Villanueva, 1985), propone un enfoque que a diferencia de los tradicionales —los cuales legitiman la imagen decadente, enfermiza y solitaria del anciano—; éste postula a la vejez como un proceso de devenir personal, en el cual el individuo es capaz de instrumentar todo lo negativo y positivo de esta vivencia en una búsqueda hacia la plenitud. Planteando para su logro, un contexto favorable, en el cual se le brinde una relación de ayuda que favorezca su devenir personal.
3. MARCO TEÓRICO 3.1. La vejez Con la ampliación de la esperanza de vida (75/80 años) se dan 15 ó 20 años de vida «después de los 60» que no sólo justifican sino que hacen imprescindible contar con «espacios» de participación para ese sector de la población, que respondan a una nueva concepción de la vejez fundada en investigaciones multidisciplinarias. Por ello, la investigación desarrollada pretende presentar los fundamentos antropológicos, filosóficos y psicológicos de principios y criterios que justifiquen una propuesta terapéutica con doble intencionalidad:
La importancia actual del tema, radica en, la necesidad de salvar la unilateralidad de la concepción de envejecimiento que se manifiesta tanto en el discurso teórico con base en un modelo médico o biologista, como en las acciones emprendidas con tendencia político-administrativa, económica y sociológica. Ante ello, contraponer una interpretación psicológica noética de la vejez centrada en la persona y sus posibilidades de trascendencia y plenitud. Resignificar el «ser viejo» para nuestra cultura y sociedad actual e identificar las características, condiciones y valores que presenta como etapa de la existencia humana entendida como un continuum. En consecuencia, abordar al envejecimiento humano desde su multipolaridad, apareciendo a modo de ejes de significativa importancia tres núcleos centrales:
Esos tres aspectos nos permitirán integrar las múltiples variables personales y sociales que se entrecruzan e interactúan. 3.2. Concepción de envejecimiento Tanto el desarrollo, como el envejecimiento del hombre como ser vivo, son el resultado de la interrelación entre la «información genética» y todas las variables naturales y socioculturales que constituyen el ambiente, en el que se desarrolla la vida humana desde que se nace hasta que se muere. Esta situación se repite en cada uno de nosotros, pero no en forma mecánica ni absoluta sino en forma dinámica, activa, de modo que dicha interrelación es variable, cambiable y particular. Teóricamente, el hombre debería envejecer a través de un proceso normal y llegar a la senectud y senilidad sin una patología exclusiva o necesariamente agregada. Desde el punto de vista psicológico, correspondería ir pasando de una a otra etapa en forma consciente y paulatina, encontrando en cada una de ellas su propio significado al igual que nuevos valores y objetivos. El error cometido bajo influencia del modelo médico, es el concebir la vejez como una enfermedad o como un ciclo vital cargado de patología propia, cuando ésta no es sino la acentuación de problemas que ya existen en la edad adulta. La vejez no es definible por simple cronología sino más bien por las condiciones físicas, funcionales, mentales y de salud de las personas analizadas. De este modo, pueden observarse diferentes edades biológicas y subjetivas en personas con la misma edad cronológica lo cual ocurre porque el proceso de envejecimiento es personal y cada sujeto puede presentar involuciones a diferentes niveles y en diversos grados al declinar ciertas funciones y capacidades más rápidamente que otras. Por lo tanto, es válido distinguir, de acuerdo con H. San Martín y V. Pastor, entre la edad biológica o funcional, la psíquica o mental, la subjetiva o fenomenológica y la social (San Martín y Pastor, 1990). Con respecto a la «edad biológica o funcional», etapas en el proceso de envejecimiento. Ellas, a su vez, corresponden a etapas en el proceso lento de declinación o de limitación de las capacidades de adaptación del individuo. La edad biológica es diferencial, es decir, de órganos y funciones; es también multiforme, lo que significa que se produce a varios niveles: molecular, celular, tejidos, órganos, sistemas orgánicos, resultando estructural y funcional al mismo tiempo. La «edad psíquica o mental» cuyo nivel representa el envejecimiento psicológico se manifiesta en alteraciones diversas, psicosociales y psicoculturales las cuales podrán o no tener derivaciones patológicas según la concepción de vejez y de desarrollo personal que predomine. La «edad subjetiva o fenomenológica» se refiere a aquélla que la persona siente honestamente tener desde el punto de vista físico, mental y social. Corresponde a la percepción del envejecimiento por la persona que lo experimenta como un sentimiento de haber cambiado con la edad (capacidades biológicas, funciones, vitalidad, etc.) o de ser el mismo de antes. La «edad social», en cambio, hace referencia a la representación social dominante de la vejez. A veces, es tan precisa que se hace oficial y se institucionaliza como sucede con la «jubilación» que no necesariamente significa «vejez» ni incapacidad para el trabajo. Pero aun en los que no trabajan se produce socialmente la representación del envejecimiento más por la edad cronológica que por los síntomas físicos, biológicos, funcionales y mentales que manifiesta el individuo. Se traduce en una sucesión de cambios irreversibles, muchas veces críticos tales como la pérdida o disminución de roles sociales, familiares, profesionales, la disminución de los ingresos o la limitación de las relaciones sociales. Sin embargo, el envejecimiento social es, al igual que el biológico, de tipo diferencial entre las personas y de un grupo social a otro ya que está marcado por la clase social y la historia familiar y personal del anciano, su preparación técnica o profesional, su proyección laboral. Si bien, cada vez más se advierte la complejidad implícita en el proceso de envejecimiento, aún hoy la mayoría de las tentativas destinadas a definir o describir tal proceso parten de fundamentos biológicos y se orientan con las teorías biológico-fisiológicas lo cual lleva a concebir la gerontología como un ámbito propio de la ciencia médica. Dejando de lado, explícita e implícitamente, una concepción de persona como unidad indisoluble y centro de repercusión de los cambios que se dan en cualquiera de sus dimensiones. Desde este punto de vista, el objeto de la investigación sólo tendrá sentido si en vez de circunscribirse a la edad avanzada considera el «proceso de envejecer» como una totalidad que hay que abordar interdisciplinariamente debido a su carácter complejo y sistémico. En consecuencia, interesa considerar los aportes de la psicología evolutiva del ciclo vital que permitan comprender mejor el envejecimiento personal. Para los teóricos de la «Life Span Developmental Psychology» (Psicología del Desarrollo Continuo), (Rappaport, 1986), entre los que pueden citarse a Havighurst, Neugarten, Goulet y Baltes, el proceso de desarrollo dura toda la vida, no tiene un tiempo definido y determinado de duración. Implica el principio de enfrentamiento con una situación vital que lleva necesariamente a desplegar una nueva e inédita respuesta, una nueva orientación. Este concepto de desarrollo permite concebir la vejez como otra etapa de vida y no reducirla a involución o regresión. En este sentido es importante destacar que la formación de la persona es posible en la medida en que se vayan superando, a través de las distintas fases de la vida, las crisis propias que cada una de ellas le va presentando. La vejez, al igual que las otras etapas de la vida, tiene su propio conflicto originado, en este caso, entre la aspiración natural al crecimiento y la decadencia biológica y social que vivencia. Desde la concepción de la existencia humana, el concepto de desarrollo existencial más importante es el de «llegar a ser». La existencia nunca es estática: siempre está en proceso de llegar a ser algo nuevo, de trascenderse. La meta es llegar a ser completamente humano, es decir, realizar todas las potencialidades de ser-en-el-mundo o Dasein. Este es un proyecto infinito y difícil porque la elección de una posibilidad siempre significa excluir todas las demás. Es responsabilidad de toda persona libre, realizar tantas posibilidades de ser-en-el-mundo como le sea posible puesto que siempre habrá que contar con la base de la existencia —el lanzamiento en el mundo— que establece límites precisos al devenir de una persona. Así entonces la vejez implica tanto posibilidades de crecimiento cualitativo como de deterioro progresivo e irreversible. Entendemos, al igual que J. Laforest (1991) que del conflicto entre ambas dimensiones resulta una situación de crisis. Por ello, «el arte de ser anciano consiste en solucionar una crisis ontológica entre la aspiración innata al crecimiento y la experiencia de un irreversible declive». Entender la vejez como crisis existencial, permite superar las definiciones parciales que acentúan ya sea su dimensión biológica, cronológica o social. También lleva a reconocer su propia dinámica al quebrar el conflicto, producto de modelos contradictorios de envejecimiento y a aceptar la dialéctica que se establece entre los dos polos existenciales: el desgaste e involución normal del organismo humano y el devenir personal. Desde una perspectiva de normalidad, una persona sana, madura, integrada, asume el envejecimiento personal como un proceso natural, implícito en la condición humana. En coincidencia con Langarica Salazar (1987), es válido entender que «envejecer es una vivencia personal, impredecible, única en nuestra existencia: es la gran lección que día a día nos da la vida». 3.3. Enfoque psicoterapéutico existencial en la vejez Releer el significado de «ser viejo» y descubrir el «quehacer» o las «tareas de desarrollo» que ello implica. Revalorizar la vejez en su propia realidad peculiar y significativa, e igualmente, poner en manifiesto que una sociedad o comunidad que no respete y potencie la participación de las personas de edad, constituye un conjunto de seres humanos que niegan una etapa de sí mismos. Esto es, partir de una visión más existencialista y no asistencialista, con la finalidad de poder visualizar al ser humano a la luz de su realidad como Ser y no partiendo de una realidad del Deber hacer. Tratando de encontrar una base explicativa que permita dilucidar los supuestos teóricos que subyacen a un modelo alternativo (no asistencialista) y que en este estudio asumiré como el enfoque existencialista aplicado a la psicoterapia, un enfoque más centrado en la persona. A partir del cual se busca poder contribuir a:
O, dicho según la antropología postulada por V. Frankl (1983), que un objetivo válido a ser planteado es «llevar al hombre hasta donde puede llegar de una manera autónoma, a sus tareas más auténticas y encontrar el sentido, ahora ya no anónimo sino más bien singular y único de su vida» ya que no debe interesarnos «solamente el que vivamos y sobrevivamos sino para qué y cómo llevar adelante con sentido esta vida». Esto es, reflexionar acerca de la existencia como un continuo y del tiempo de vida como posibilidad para la realización personal nunca acabada. Retomar una concepción personalista con el fin de resignificar el «ser viejo» y descubrir el «quehacer» o las «tareas de desarrollo» que ello implica. No se pretende ahondar en una caracterización de la vejez como etapa de vida. Pero sí, revalorizarla en su propia realidad peculiar y significativa en sí misma y en razón de la vida personal como un todo. Destacando de esta forma la dimensión noética de la persona, de la que nos habla Frankl, a través de la cual puede oponerse a los condicionamientos biológicos, psicológicos y sociales y orientarse hacia el sentido único y singular en la situación concreta de la vida. Considerando así, a la vejez como un proceso diferencial y no como un estado, permitiendo derivar consecuencias significativas. Partiendo del hecho de que por tratarse de un proceso dilatado, en él intervienen un número considerable de factores de todo tipo que lo van configurando diversamente. Algunas variables producirán efectos acumulativos, otras, compensatorios. Se observa a la ancianidad como el último periodo de la vida del ser humano, punto en donde el desarrollo se detiene y los seres humanos tienen como perspectiva el fin de la vida (Estrada y Salinas, 1991); periodo durante el cual ocurren cambios paulatinos que van haciendo consciente al individuo de que esta envejeciendo, la forma de reaccionar ante estos cambios dependerá de la historia y la personalidad de cada ser, así como de la cultura en la que se manifiesten. No sólo se presentan modificaciones en torno a su salud y al aspecto físico, también se dan en cuanto a la forma de percibir y expresar emociones, así como en el lugar que se ocupa y el rol que desempeña dentro del medio en el que el sujeto se desenvuelve. A finales del siglo XIX, el concepto de vejez sufrió un cambio radical en la sociedad, pasó de ser visto como un proceso natural a un periodo distinto al de la vida, caracterizado por la declinación, la debilidad y la caducidad. La edad avanzada considerada antes como la supervivencia de los más aptos, se comenzó a identificar como una condición de dependencia y deterioro (Hareven, 1986). Así «El envejecimiento psicológico de un individuo es consecuencia de la acción del tiempo vivido y percibido por él sobre su personalidad» (Jiménez, 1994). El anciano al igual que cualquier otro individuo a lo largo de su vida se enfrenta a diversas «crisis personales», frente a las que surgen sensaciones de perplejidad o de «choque» a las que deben buscar solución para lograr adaptarse y sobrevivir (Laforest, 1991). Es indudable que algunas de estas modificaciones son irreversibles y tienen repercusiones en la vida cotidiana del senecto, ya que algunas de estas «pérdidas» pueden llegar a provocar que el anciano, en un momento determinado, se convierta en una persona dependiente, incapaz de valerse por sí misma; sin embargo, dependerá de numerosas circunstancias el que el añoso logre o no adaptarse a su envejecimiento; entre otras situaciones están: la cultura, la educación, la situación económica, las relaciones con amigos y familiares, el habitar o no en una Institución, etc. De ahí la importancia de considerar el papel determinante que la sociedad, juega en la construcción de la imagen que el ser humano posee de sí mismo. Siendo la mayoría de las actitudes que giran en torno de la vejez, desfavorables y como estas son percibidas por los ancianos, «obligándolos» a comportarse de acuerdo con los estereotipos que lo definen, lo que muy a menudo hace poco satisfactoria su forma de vida, ya que dichas actitudes afectan de manera directa la forma en como viven las personas ancianas y como se sienten hacia sí mismas (Papalia, Wendkos y Duskin, 1992). Es decir la sociedad misma es quien decide el destino de la vejez al imponerle: desconsideración, rechazo, aislamiento y segregación (Tapia, 1994); trayendo como consecuencia que frecuentemente el anciano «acepte» el mito de la vejez como algo «normal» y se comporte como una «persona de su edad» ya que esto asegura que la sociedad siga funcionando y se mantenga en equilibrio, Tomando en cuenta el hecho de que en la actualidad se vive en una sociedad consumista, en la cual quien no aporta y no consume lo que se produce no es nada. La vejez implica el reto individual del enfrentamiento del sujeto con el tiempo. Tiempo que lo pone de cara a su declinación, a la muerte y consecuentemente a la dificultad para investir él un futuro no pensado aún. Tiempo de trabajo psíquico para elaborar estas novedades y acceder a las elaboraciones posibles: la sabiduría ante la declinación (como posición de saber y garantía para las nuevas generaciones), la reformulación del proyecto de vida y catectización de nuevos intereses y la trascendencia ante la experiencia de finitud (Petriz 1998). En estos finales del siglo xx, en donde la sociedad en su totalidad mira al futuro incluyendo y previendo los distintos impactos de culturas longevas, será importante que las psicoterapias, al igual que en su momento lo hizo con los niños, se plantee la forma de encarar lo que cada vez más aparece necesario: el tratamiento de pacientes añosos. Considerando al envejecimiento como un proceso individual de adaptación a condiciones cambiantes provenientes de la propia persona o del medio social o de ambos, cuyo carácter dependerá de cómo se encaren o se resuelvan los problemas. Esta manera de concebir la vejez, privilegiará la idea de que cada individuo es artífice de su destino personal, ya que elabora una forma peculiar de enfrentar la realidad de su vejez y de adaptarse y actuar dentro del marco definido por su realidad socio-económico-cultural. Trascendiendo hasta cierto punto las concepciones sobre el envejecimiento, resultando plausible pensar que la persona anciana tiene un papel activo en la (re)construcción de estos conocimientos. Es decir, a medida que va experimentando los cambios que se suceden a lo largo del ciclo vital iríamos activamente modificando y reconstruyendo nuestras expectativas de vida futura e interpretaciones de la vida pasada (Ryff, 1984; Withbourne, 1985). De esta manera, esperaríamos que los significados atribuidos al envejecimiento puedan ser diferentes en función de la posición de la persona dentro del ciclo vital. Generalmente, se piensa que esta supuesta «reconstrucción» del significado del envejecimiento puede ser un medio para adaptarse a los cambios que se van experimentando, con el fin de lograr un sentido de continuidad personal de la propia vida y/o un mantenimiento del propio autoconcepto y autoestima en términos favorables. Partiendo para ello del supuesto de que, lo que los ancianos han expresado de sí mismos en sus pasadas realizaciones no agotan su riqueza existencial. Recalcando el hecho de que esta vivencia significará una situación de cambio y crecimiento que se vivenciará junto con Él, en la cual se promoverá la aceptación y reconocimiento de las preocupaciones esenciales de las inherentes a toda existencia humana, para que de acuerdo a la concepción de tiempo en la que se interesa el paradigma existencialista «El presente que se convierte en futuro» se pueda llegar a que el anciano considere la última etapa de su paso por la tierra como plena y llena de significado. Eligiendo así, otra manera de definir esta experiencia, rehusando a atribuir a esta última etapa de la vida una visión tan pesimista y carente de esperanza, silenciando los aspectos negativos e insistiendo en los positivos: la ancianidad es la cúspide de una subida, el perfeccionamiento de una plenitud, una edad de sabiduría y de serenidad, una experiencia de crecimiento. Así y sólo así, se llega al concepto de vejez que integra y trasciende las diferentes definiciones de vejez, definiéndola como «una situación existencial de crisis, resultado de un conflicto íntimo experimentado entre su aspiración natural al crecimiento y la decadencia biológica y social consecutiva al avance en años» (Laforest, 1991). Enfatizando el hecho de que si existe una solución positiva para la crisis existencial de la vejez, es en la misma vejez en donde hay que buscarla. Para llegar a lo que Villanueva (1985) señala, la Vejez es el tiempo en el que el individuo debe llegar a la siguiente conclusión: «La vida es mi placer y mi gozo, no es mi pasión ni mi carga y a pesar de que la amo puedo soltarla y dejarla ir, estando agradecido por lo que es y por lo que soy». Lograr todo esto, a pesar de la tendencia a definir y a tratar a las personas de edad en forma estereotipada y negativa, lo cual es algo muy arraigado en nuestra sociedad actual. Sin embargo, la investigación demuestra que la vejez puede ser un tiempo de crecimiento. Perspectiva de desarrollo, según la cual todas las etapas de la vida, incluida la vejez, requieren el llevar a cumplimiento determinadas tareas, es un antídoto a esas actitudes y a esas percepciones pesimistas. Es un hecho que las teorías del desarrollo de la personalidad, particularmente la de Erikson (1963), puede fundamentar un enfoque positivo de la vejez. Los términos empleados por Erikson (1963), para explicar su diagrama de ocho etapas demuestran suficientemente, que el ve esas etapas como los escalones de un crecimiento continuo. Se trata de una teoría epigénetica, la cual implica, a partir de una potencialidad original, un devenir según una sucesión ordenada de fases. Cada fase corresponde a la diferenciación e integración de partes o funciones nuevas, hasta un estado final en que todas las partes son diferenciadas e integradas de manera que constituyen un todo funcional. El crecimiento de la personalidad entonces debe proseguir normalmente durante el ciclo completo de la vida y la vejez es la última etapa de un proceso de desarrollo que sería incompleto sin ella. (Erikson, 1963). Así encontramos que la crisis a solucionar en la vejez es Integridad VS Desesperación, cuya tarea de desarrollo es que a pesar del declive que corresponde a la ancianidad, se debe buscar el «Logro de la Integridad» lo que significa que, es en la vejez cuando el ser humano completa su devenir; es la edad en que llega a ser totalmente el mismo; se trata de «una actitud fundamental de aceptación de su propia vida en cuanto que ha sido inevitable, apropiada y significativa» (Erikson, 1963). Dando la bienvenida sincera a su individualidad y su separatividad, su impotencia y su finitud, a su libertad y autonomía y a su propia responsabilidad, aceptando que «realmente nacemos en plenitud cuando morimos» (Fromm, 1955). Es el punto de llegada de un proceso de crecimiento, iniciado al principio de la vida; este punto de llegada es la emergencia y actualización de todas las dimensiones de la personalidad integradas en adelante en un todo original y único, es decir llegar a la plenitud. O bien caer en la contraparte de la Desesperanza la cual es el estado del espíritu en el cual se expresa un sentimiento de que en el presente el tiempo es corto, demasiado corto para iniciar otra vida o para buscar otras alternativas en pos de la integridad. Se refiere a la negación y huida de su realidad existencial, por ello se siente vacío, desgraciado y desesperado. O bien como ya lo señaló François Mauriac, (1983) «No podéis imaginar ese suplicio: no haber obtenido nada de la vida y no esperar nada de la muerte». Finalmente no puede faltar hacer mención de que la crisis de la vejez supone tres dimensiones interrelacionadas. Es ante todo una crisis de Identidad: necesidad de establecer nuevas relaciones consigo mismo y con el mundo de los valores. Es también una crisis de autonomía: necesidad de establecer nuevas relaciones con los demás con referencia a la satisfacción de las propias necesidades. Finalmente la crisis de la vejez es una crisis de pertenencia que fundamenta la necesidad de nuevas relaciones con la sociedad y más profundamente, con la corriente misma de la vida. Éstas son las tres condiciones principales para alcanzar la integridad y plenitud en la vejez (Erikson, 1963). Erikson, propone un enfoque que a diferencia de los tradicionales —los cuales legitiman la imagen decadente, enfermiza y solitaria del anciano—; éste postula a la vejez como un proceso de devenir personal, en el cual el individuo es capaz de instrumentar todo lo negativo y positivo de esta vivencia en una búsqueda hacia la plenitud. Planteando para su logro, un contexto favorable, en el cual se le brinde una relación de ayuda que favorezca su devenir personal. Esto es mantener en nuestra labor de psicólogos una condición humanista, en la que no debe haber nada humano que nos sea ajeno. Porqué, «Todo está en mí. Yo soy un niño, yo soy un adulto, yo soy un anciano, yo soy un asesino y soy un santo. No hay nada en el paciente que yo no tenga en mí. Y sólo en tanto yo pueda modelar dentro de mí las experiencias de las que el paciente me habla explícita o implícitamente, sólo si despiertan y resuenan dentro de mí, podré saber de qué está hablando el paciente y podré restituirle lo que dice en realidad. Entonces el paciente no tendrá la sensación de que yo estoy hablando del asunto ni de que yo lo estoy aleccionando a él, sino que sentirá que le hablo de algo que ambos compartimos» (Fromm, citado por Villanueva, 1985). Así entonces, a partir de esta concepción de envejecimiento podrá considerarse que el valor de una psicoterapia, será probado por lo que puede hacer por aquellos que padecen y necesitan consuelo. Donde la ayuda ya no es posible, se debe consolar, donde no hay consuelo factible, cualquier psicoterapia es inútil. La psicoterapia temprana no se ocupaba de dar consuelo. Su preocupación principal era descubrir las motivaciones humanas, desenmascarar los impulsos ocultos, las emociones inconscientes y revelar las intenciones secretas. Desde el principio, los psicólogos profundos hicieron negocio con buscar, encontrar y explicar aspectos negativos. Este cuadro de la naturaleza humana, deja poco espacio para las decisiones libres racionales. La persona era vista como un campo de batalla de tres fuerzas más bien místicas: Id (ello), ego y superego. Y con respecto a la psicoterapia en personas de más de 50 años, Freud se mostró escéptico y consideraba que las condiciones de carácter de plasticidad en los procesos anímicos eran poco favorables al psicoanálisis y que estos pacientes ya no eran educables por la acumulación del material psíquico, prolongándose el análisis. El psicoanálisis, por supuesto se ha desarrollado y muchos de sus practicantes son precavidos acerca de sus diagnósticos y sí consideran los sentimientos de los pacientes. Pero el concepto básico permanece. La psicoterapia aún trata de descu-brir y desenmascarar, esto significa uno de los ideales. Viktor Frankl, (1990) uno de los más prominentes críticos del reduccionismo, admite que el desenmascarar tiene un lugar legítimo en la psicoterapia, pero añade. «El desenmascarar o desprestigiar, sin embargo, debe detenerse tan pronto como uno sea confrontado con lo que es auténtico y genuino en el hombre; por ejemplo; el deseo por una vida tan significativa como sea posible». Tanto el psicoanálisis como la terapia del comportamiento están basadas en el determinismo: los seres humanos son vistos como determinados por influencias internas o externas, condiciones genéticas o del medio ambiente y factores intencionales o incidentales, todo científicamente comprobado. Los extremos crean sus propias limitaciones. El determinismo que ha dominado el pensamiento psicológico por más de medio siglo esta siendo cuestionado. El más importante entre aquéllos que cuestionan, está el psiquiatra vienés Víktor Frankl (1991), que va más allá de la psicología profunda y del conductismo. Él considera la dimensión del espíritu humano, más allá de todas las interacciones psicofísicas y psicológicas. El espíritu humano por definición, es la dimensión de la libertad humana y por lo tanto no está sujeto a leyes deterministas. Frankl, (1991) no habla de libertad de algo, especialmente no de condiciones (nadie está libre de sus condiciones físicas o psicológicas), sino de libertad para algo, una actitud libremente tomada hacia estas condiciones. Él refuerza a la actitud «a pesar de», nuestra elección de respuesta al destino. Frankl, (1991) está convencido que los seres humanos nunca son víctimas del destino, completamente indefensas. Define el destino, como el que yace mas allá de la libertad humana, de nuestro poder y responsabilidad. El destino es la totalidad de todos los factores determinantes, pero también es el trampolín hacia nuestra libertad, el reto de responderle de varias maneras y ser responsable por nuestras decisiones. El destino nos hace humanos por que nos fuerza a escoger entre las potencialidades disponibles y por tanto hacer uso de nuestra libertad. Se pueden aliviar muchos problemas al dirigir la atención de los pacientes hacia áreas de libertad, en donde todavía tienen la oportunidad de llegar a un acuerdo con el destino, de encaminar la atención lejos de las situaciones que no pueden cambiar y de sus posibles causas y consecuencias. Es fundamental asumir que somos libres de dar forma a nuestras vidas, al menos hasta cierto punto y no volverse fatalista. Entre más se desarrolla el espíritu humano, más pierde validez el principio de la homeostasis, la meta ya no es la simple satisfacción de necesidades del placer a corto plazo, de la liberación de impulsos y todo el rango de teorías motivacionales. La dimensión de un espíritu libre nos ayuda a desapegarnos del determinismo y automatismo del principio de homeostasis que se halla opuesto a la libertad. Si hay libertad para escoger actitudes, también para decidir si queremos satisfacción. Podemos decir «no» a la gratificación, sin ser considerados enfermos o anormales. A la motivación le sigue otro más alto criterio que la presión por la satisfacción, y a esto Frankl, (1991) le llama «la voluntad de sentido». La «frustración» existencial, o para usar otro termino logoterapéutico «vació existencial», ha aumentado rápidamente durante las últimas décadas y el problema de la aparente vacuidad de la vida afecta a la gente. La homeostasis no es suficiente para una vida saludable y feliz, o de ser así, tendríamos más gente saludable que enferma. Lo opuesto es verdad: cuando más tratemos de crear un balance interno a través de influencias externas, más convertimos a la gente en autómatas «reactivos» o «liberados», en máquinas que necesitan satisfacción en «nada más» que consumidores. La imagen humana se vuelve subhumana la verdadera dimensión humana es eliminada. El determinismo, el fatalismo, y el subhumanismo, es la triple tragedia cuyas víctimas no pueden ser curadas por los psicoterapeutas, a menos que la crisis actual mueva a ellos a repensar los conceptos de la naturaleza humana. No siempre es fácil ver sentido en una situación. En el dolor y sufrimiento sin esperanza, difícilmente se vislumbra una meta que valga la pena perseguir, pero aun así la elección de actitud permanece abierta. Frankl, (1991) habla de la realización de nuestros «valores de actitud». Se refiere a nuestra actitud ante los hechos inalterables que nos hacen infelices. La logoterapia ayuda a que la gente se conciencie de que le queda un camino a pesar de lo irrevocable de los hechos: la elección de actitud ante tales situaciones. Pueden aceptarla o condenarse ellos mismos o al mundo; pueden mostrar valor y confianza en el futuro, o desesperación. Ésta es su elección. Si adoptamos una actitud positiva frente a circunstancias extremadamente negativas, conservamos el respeto por nosotros mismos y podemos soportar orgullosamente todo con dignidad y ser un ejemplo para otros en sus sufrimientos (figura 1).
El término «valores de actitud» implica el gran valor atribuido a las actitudes humanas positivas, tomadas en situaciones aparentemente desesperadas. A menudo, la única salida es darle al destino una dirección positiva a través de la fuerza interna. Sólo una actitud positiva ante el sufrimiento logra un cambio cierto, mientras que la desesperación ciega nos hunde profundamente en la angustia y la culpabilidad. Un cambio hacia lo positivo es un cambio hacia lo significativo, es obtener lo mejor de una situación inalterable, encontrar el sentido en ella. La necesidad de ser consolado no está restringido a las situaciones de sufrimiento inevitable: Aquellos que pueden cambiar y mejorar las cosas, también necesitan consuelo de vez en cuando para enfrentarse al destino de modo positivo. Frankl (1990) habla en tales casos de movilizar el «desafiante poder del espíritu humano», el cual más que a la fuerza física y psíquica, puede vencer obstáculos. Los mayores obstáculos son nuestras propias debilidades y fallas. Si la libertad del espíritu humano es un axioma verdadero, no hay límite para encontrar nuevas actitudes ante el sufrimiento externo y nuestras debilidades internas. Tenemos también elección libre acerca de nuestros defectos, podemos someternos a ellos o desafiarlos. No somos víctimas indefensas. Todos los métodos específicamente logoterapéuticos, pretenden liberar a los pacientes de sus factores determinantes y llenar la nueva área con sentidos potenciales o reales. Son motivaciones para darle forma y educación hacia una vida plena de sentido. La asesoría logoterapéutica no trata en primer lugar con lo que está enfermo en los pacientes, les enseña a usar lo saludable. Tampoco se enfoca a lo latente, anormal, perverso, sino a los potenciales valiosos y positivos que puedan desarrollarse. Ya que los logoterapeutas trabajan dentro del área de la libertad del espíritu, dicen los pacientes «Usted tiene un problema, un síntoma pero nadie lo fuerza a temerlo, a considerarlo importante a seguir observándolo y someterse o terminar su vida por él. Debe más bien aceptarlo y transformarlo en algo positivo o ignorarlo, o mejor aún reírse de él» (Lukas, 1983). Son libres de escoger es la respuesta al temor, ya sea de huir de él o enfrentarlo (figura 2).
Entendiendo así, por Psicoterapia existencial, un método de relación interpersonal y análisis psicológico que tiene como finalidad provocar en la persona del paciente un conocimiento de sí mismo (autoconocimiento) y una autonomía psicológica suficiente para asumir y desarrollar libremente la propia existencia. Entendiendo así, por Psicoterapia existencial, un método de relación interpersonal y análisis psicológico que tiene como finalidad provocar en la persona del paciente un autoconocimiento y una autonomía psicológica suficiente para asumir y desarrollar libremente la propia existencia. En esta concepción, la psicoterapia no es entendida, en primer lugar como una técnica de curación de alguna enfermedad psíquica de origen más o menos desconocida, sino como una intervención facilitadora en el proceso de crecimiento o de convertirse persona como una llamada a la autenticidad de la existencia. Convertirse en persona significa en efecto asumir la propia existencia, proyectarla libremente en el mundo por autodeterminación. En este sentido tanto las neurosis como las psicosis se entenderán como fracasos existenciales: incapacidad de proyección autónoma en el mundo, máxima indeterminación (neurosis) o proyección de un mundo sobre y heterodeterminado (psicosis). En primer caso se origina la angustia neurótica, en el segundo la alineación existencial, la ruptura con la experiencia biográfica, el delirio. La psicoterapia existencial, presenta una concepción del hombre suficientemente amplia y completa para constituirse como una alternativa coherente a otras formas de psicoterapia, con algunas de las cuales es compatible o complementaria, mientras que de otras resulta totalmente incompatible. Retomando para ello y siendo el objetivo primordial de esta investigación el analizar la utilidad de un paradigma de interpretación de la existencia humana diferente y proponiendo así su incorporación dentro del marco multidisciplinario enfocado hacia la vejez, con la finalidad de comprender de manera mas completa e integral este fenómeno, con el fin de poder ofrecer mas lineamientos preventivos y de tratamiento que en la medida de lo posible lleven a un crecimiento en la vejez. Dicha proposición está basada en la revisión de la postura existencialista acerca del proceso de envejecimiento, resaltando sobre todo la importancia del diálogo en la relación interpersonal con el anciano y su influencia en el logro de un sentido de vida, y las implicaciones que conlleva dicho proceso. El Enfoque Existencial, es el enfoque psicodinámico que se concentra en las preocupaciones enraizadas en la existencia del individuo. Tomando como base el modelo psicoanalítico de funcionamiento mental propuesto por Freud, el cual nos dice que en el individuo hay una serie de fuerzas en conflictos las cuales van a dar como resultado los pensamientos, emociones y la conducta tanto la psicopatológica como la adaptativa de un individuo. Sin embargo una diferencia importante entre estos dos enfoques psicodinámicos es que el mecanismo Freudiano parte de los impulsos, en tanto que el modelo existencial se basa en la conciencia y el temor, condiciones «intrínsecas» del ser humano, (Fromm, citado por Villanueva, 1985). Así también, en la dinámica existencial; la exploración profunda, más que una exploración del pasado, es el intento de eliminar las preocupaciones cotidianas para centrarse sólo en la propia situación existencial, es decir no se trata de pensar en él proceso a través del cual llegamos a ser cómo somos, sino en cómo somos. El pasado, es decir lo que se recuerda de él, importa sólo en la medida en que forma parte de nuestra existencia actual y ha influido en nuestra manera de enfrentarnos, en el momento presente a nuestras preocupaciones esenciales. Por ello el tiempo primordial de la terapia existencial es el «presente que se convierte en futuro» (Yalom, 1984). La psicoterapia existencial se basa en un modelo de psicopatología cuyo postulado es que la angustia y sus consecuencias desadaptativas (conflicto) son el resultado del enfrentamiento con cuatro preocupaciones esenciales de la vida: la muerte, la libertad (responsabilidad y voluntad) el aislamiento y la carencia de un sentido vital (significado de la vida) (Yalom, 1984). Los conflictos existenciales básicos son: la tensión que se crea entre la conciencia de la inevitabilidad de la muerte y el deseo de continuar siendo; entre la ausencia de una estructura externa, asumiendo la responsabilidad de la propia existencia y el deseo o voluntad de encontrar unos cimientos; entre la conciencia de absoluto aislamiento y el deseo de obtener contacto, protección e integración y la búsqueda de los propios significados en un universo carente de sentidos (Yalom, 1984). Los existencialistas son famosos por puntualizar que la vida es dura. El mundo físico nos provee tanto de dolor como de placer; el social puede conducirnos a la angustia y la soledad así como al amor y al afecto; y el mundo personal, de manera prevalente, contiene ansiedad y culpa dentro de él, así como la consciencia de nuestra propia mortalidad. Y estas cuestiones, difíciles de soportar y no meras posibilidades en la vida, son inevitables. Ser libre significa crear oportunidades. De hecho, estamos «condenados» a escoger, como dijo Sartre, y lo único que no podemos escoger es no escoger. Incluso, como puntualizó Kierkegaard, tenemos que escoger lo que pensamos; somos de hecho ignorantes, débiles y mortales; esto es, nunca tendremos suficiente información para tomar una buena decisión, ¡casi nunca podemos llevarla a cabo cuando creemos que estamos preparados, y moriremos antes de lograrla! (citados por Pacios, 1970). Kierkegaard, Heidegger y otros existencialistas usan la palabra «Angst», Ansiedad, para referirse a la aprehensión que sentimos cuando nos movemos hacia la incertidumbre de nuestro futuro. A veces se traduce como pavor para enfatizar la angustia y el desasosiego que viene junto a la necesidad de escoger, pero ansiedad es la palabra que más globaliza el concepto. La ansiedad, a diferencia del miedo o el pavor, no tiene un objeto bien definido. Es más un estado del ser que cualquier otra cosa más específica. Los existencialistas hablan muchas veces de la nada en relación con la ansiedad: dado que no somos como tablas y ángeles, determinados de forma preciosa, a veces sentimos como si fuéramos a caer en la nada. Nos gustaría ser rocas (sólidas, simples, eternas), pero nos damos cuenta que somos remolinos. La ansiedad no es un inconveniente temporal que nos pueda quitar el amigable terapeuta; es parte del ser humano. (citados por Pacios, 1970). El método para descubrir la naturaleza de estos supuestos consiste en una profunda reflexión personal, en condiciones de soledad, tiempo y libertad con respecto a las distracciones cotidianas que suelen llenar el mundo de nuestras experiencias. Tomando en cuenta como procesos clave del cambio terapéutico: la voluntad, toma de responsabilidad, relación con el terapeuta y el compromiso con la vida. Esta orientación puede parecernos extraña porque el enfoque existencial hace un corte transversal a través de las categorías comunes y agrupa las observaciones clínicas de una manera diferente, a la forma tradicional. Mas sin embargo muchos de los supuestos que dentro de ésta se manejan son muy parecidos a los que se manejan en los enfoques tradicionales pero desde una perspectiva diferente retomando los conceptos de transferencia, inconsciente, pasado, represión; todo esto para poder comprender mejor la conducta manifiesta a través del conocimiento de la vida interior del individuo. Las principales preocupaciones existenciales resultan así mismo familiares porque han sido reconocidas como tales y analizadas desde el principio del pensamiento escrito por una corriente ininterrumpida de filósofos, teólogos y poetas. Estas fuentes existenciales de temor también resultan conocidas a los psicoterapeutas porque son seres humanos que comparten en su vida personal las mismas experiencias, ya que no son del dominio exclusivo de los individuos con problemas psicológicos. Y aunque uno se puede preguntar el cómo es posible que una teoría descanse en factores compartidos por todos los individuos, la respuesta es que cada persona experimenta las tensiones inherentes a la condición humana de una forma altamente individualizada. Por lo que una persona sea considerada paciente y otra no, depende sólo de circunstancias externas: por ejemplo de sus recursos financieros, de la disponibilidad de psicoterapeutas, de sus actitudes personales y culturales hacia la psicoterapia y hacia la elección de profesión; la mayoría de los psicoterapeutas se convierten en pacientes bona fide. La diferencia entre lo normal y lo patológico es cuantitativa no cualitativa. Así todos los seres humanos viven en una especie de incertidumbre, pero algunos no pueden con ella. La psicopatología depende de la interacción entre una tensión omnipresente y los mecanismos de defensa del individuo, (Yalom, 1984). Se entiende por existencialismo «el intento de comprender al ser humano sin caer en la tradicional escisión entre el sujeto y objeto» (Rollo May, 1973), ya que el hombre es superior a la suma de sus partes. Se contempla a la persona como una conciencia que participa en la construcción de la realidad. Entonces se puede decir que el método adecuado para llegar a comprender el mundo interior de otro individuo es el «Fenomenológico», es decir analizar directamente los fenómenos y encontrarnos con el individuo sin necesidad de emplear instrumentos «estandarizados» ni supuestos previamente establecidos. «A pesar de estas reservas mi preparación profesional me ha obligado siempre a tener muy en cuenta las investigaciones ya realizadas acerca de las cuatro preocupaciones básicas, la muerte, la libertad, el aislamiento y la falta de un sentido vital. El estudio cuidadoso de estos antecedentes me ha servido para esclarecer varios puntos importantes de mi propia labor. Por ejemplo con que frecuencia los pacientes manifiestan explícitamente su preocupación por los problemas existenciales y con cuanta los terapeutas perciben estas preocupaciones. Tratando siempre de no llegar a la realización de investigaciones que sugieren la imagen de un hombre que estuviera buscando a altas horas de la noche una llave perdida, no en el callejón oscuro donde se le cayó, sino bajo la luz de un farol, porque hay más luz» (Yalom, 1984). La historia de la psicología nos muestra que toda corriente, escuela o teoría psicológica se funda, implícita o explícitamente en alguna concepción filosófica. Así, la fenomenología psiquiátrica utiliza ciertos conceptos de la fenomenología de Husserl como instrumentos de investigación, mientras que el análisis existencial hace otro tanto con respecto a la corriente filosófica existencialista, y en particular la de inspiración Heideggeriana. La fenomenología psiquiátrica es la primera que surge, y lo hace ante la insuficiencia de los cuadros referenciales clásicos de los siglos XVIII y XIX, insuficiencia consistente en que se mostraban incapaces de captar las experiencias subjetivas de los pacientes. Esta misma finalidad persiguió el análisis existencial, que a su vez surgió a partir de considerar la posibilidad de poder ampliar (aunque no reemplazar) los esquemas en que se movía la fenomenología psiquiátrica. Dos corrientes de la psiquiatría, que por otra parte, lejos de oponerse al psicoanálisis, se complementan con él. La fenomenología es un completo y cuidadoso estudio de los fenómenos y constituye básicamente una invención del filósofo Edmund Husserl. Los fenómenos están constituidos por el contenido de la consciencia, las cosas, cualidades, relaciones, eventos, pensamientos, imágenes, memorias, fantasías, sentimientos, actos, etc., que experimentamos. Es un intento de permitir que estas experiencias nos «hablen», que las vivamos, para que las podamos describir de la manera más imparcial posible. En la medida de lo posible es necesario «poner entre paréntesis» las perspectivas del mundo en que uno se mueve y entrar en el de la experiencia del otro individuo. Es lo que se conoce con el nombre de empatía, presencia, genuina comunicación, aceptación sin prejuicios o como la denominaba May, «Ingenuidad disciplinada» o bien lo que se conoce como establecimiento de un buen proceso de transferencia en el psicoanálisis. La fenomenología es también una tarea interpersonal. Mientras que la psicología experimental puede utilizar a un grupo de sujetos de manera que se pueda remover la subjetividad de sus experiencias estadísticamente, la fenomenología puede usar un grupo de co-investigadores de manera que sus perspectivas puedan agruparse para obtener una comprensión más rica y llena del fenómeno. A esto le llamamos intersubjetividad. Este método, así como sus adaptaciones, ha sido utilizado para estudiar emociones distintas, psicopatologías, cosas como la separación, soledad y solidaridad, la experiencia artística, la religiosa, el silencio y el habla, la percepción y el comportamiento, etc. También se ha usado para estudiar la existencia humana en sí misma, más notablemente por Martin Heidegger y Jean-Paul Sartre. Y esto es la base propiamente dicha del existencialismo (Yalom, 1984). Para lograr esto entonces, es necesario que, como investigadores nos basemos en una visión y explicación del ser humano y por tanto, como es el caso, del proceso de envejecimiento desde un punto de vista del conocimiento humano integrado. Dejando atrás las formas de conocimiento de las ciencias que se han especializado cada vez más en ciertos aspectos del ser humano y en la visión del ser humano como una entidad aislada y separada. Para finalmente dar como cierre un enfoque terapéutico en donde se tomen en cuenta a las diferentes ciencias interesadas y necesarias para el estudio integral del ser humano que se encuentra al final de la vida. Lo que permite abarcar a la vejez en su totalidad es el conocimiento empírico de la misma, considerada en su realidad existencial. Este tipo de conocimiento corresponde, en efecto, a una aproximación de la vejez suficientemente universal y fundamental para integrar sus tres definiciones científicas, a la vez que trascendiéndolas. Es decir definir la vejez desde el punto de vista del biólogo, del médico, del trabajador social, del sociólogo, del gestor, del economista o incluso del político. Sobre todo definiendo la ancianidad desde el punto de vista del principal interesado, de la persona anciana o que está envejeciendo. Tomando en cuenta que para mejorar la calidad de vida a nivel existencial de los mayores que cada vez serán más, es necesario que comprendamos lo que significa ser viejo, estar al final del ciclo de la vida y tener sesenta o más años de experiencia sobre los que se puedan meditar. Efectivamente, sólo conociendo primero como los viejos se ven a sí mismos, cómo ven su vida, podemos aspirar a moldear un presente y un futuro significativo para ellos y para los que serán viejos después de ellos. El mejor profesional al servicio del anciano es aquel que además de un método científico riguroso posea la mayor sensibilidad por la vivencia de las personas ancianas; una aptitud personal para «sentir» las cuestiones existenciales que suscitan los fenómenos de la vejez en relación con la condición humana. Aunque a pesar de que muchas veces vemos las vivencias de los ancianos a través de lo que ya sabemos de la vejez, hace falta una actitud fundamental de apertura y disponibilidad indispensable al conocimiento existencial. La realización de esa feliz síntesis depende en gran parte de la voluntad de cada uno. En último análisis la calidad de conocimiento en gerontología es asunto de elección personal. Una elección que muchos gerontólogos, mas menos conscientemente rechazan. Para Carl Rogers, citado por Yalom (1984), no hay duda que por una actitud de temor y por un mecanismo de defensa, tendemos a cerrar nuestra conciencia a amplios sectores de experiencia, a ver solamente los aspectos objetivos de la vida sin poder captar los aspectos subjetivos, o también suprimir la percepción de su dimensión afectiva. Indudablemente esta resistencia es una defensa contra la imagen de la vejez que da miedo ya que la ancianidad es una condición infravalorada y su imagen es negativa. Deseamos vivir largo tiempo pero no deseamos hacernos viejos. Dejando atrás en ocasiones el análisis del arte de ser anciano, una situación existencial de crisis, resultado de un conflicto íntimo experimentado por el individuo entre su aspiración natural al crecimiento y la decadencia biológica y social consecutiva al avance en años. Esto sucede cuando la sociedad impone al hombre exigencias contrarias a su naturaleza, lo doblega y lo frustra, lo aliena respecto de su situación humana y le niega la posibilidad de satisfacer plenamente las condiciones básicas de su existencia, enfrentándolo a la soledad, el aislamiento y la desesperación. (Fromm, citado por Villanueva, 1985). Sin embargo es importante tener la visión de que el anciano es un ser atempo-ral el cual como nosotros piensa, siente y produce grandes cosas y que a diferencia de nosotros él ya cuenta con una amplia gama de experiencias que hace que sus nuevas producciones sean más enriquecedoras y más intensas que las de cualquiera. Ya que tal vez el cuerpo esté cambiando, desvaneciendo sin embargo el espíritu, la esencia del ser sigue siendo joven para luchar con coraje y hacer de lo doloroso, de lo que cambia un peldaño más hacia la plenitud. Todo esto gracias a su tendencia innata a vencer, crecer y vivir. Para ello es necesario que el terapeuta lleve a cabo un arte al escuchar al otro en donde se conjunten su experiencia y su comprensión empática para un mayor entendimiento y no sólo remitirse a la simple interacción. Importa mucho que el terapeuta no tenga miedo de su propio inconsciente y en consecuencia no tenga miedo a descubrir lo inconsciente del paciente y no sienta por ello ningún embarazo. Y sobre todo contar con la condición humanista que es la de no haber nada humano que le sea ajeno. Todo está en él. «Yo soy un niño, yo soy un adulto, yo soy un anciano, yo soy un asesino y soy un santo. No hay nada en el paciente que yo no tenga en mí. Y sólo en tanto yo pueda modelar dentro de mí las experiencias de las que el paciente me habla explícita o implícitamente, sólo si despiertan y resuenan dentro de mí, podré saber de qué está hablando el paciente y podré restituirle lo que dice en realidad. Entonces el paciente no tendrá la sensación de que yo estoy hablando del asunto ni de yo lo estoy aleccionando a él, sino que sentirá que le hablo de algo que ambos compartimos» (Fromm, citado por Villanueva, 1985). Se conoce a otra persona sólo en tanto se experimente lo mismo. Y analizarse uno mismo no significa otra cosa sino que estar abierto a la totalidad de la experiencia humana, que es buena y mala, que lo es todo. Siempre partiendo del hecho que para esta comprensión de la persona, es necesario que seamos críticos y comprendamos las fuerzas sociales que la han moldeado, que han hecho que esta persona sea cómo es. No podemos darnos por satisfechos con el historial familiar. Y el paciente tampoco. Sólo podrá hacerse plenamente consciente de quien es si se hace consciente de la situación social en su conjunto, de la situación en que está, de todas las fuerzas y todos los factores que influyen en él. La vejez es un reto a la persona. Ante ella se decide adónde se quiere llegar y se toma una actitud. El sentido a la vida es inseparable del aprecio a la vida. Dentro de esta perspectiva es al ser que-está-en-el-mundo que trasciende al encuentro de algo o alguien, sin dejar por ello de ser él mismo y que descubre el sentido que le da una razón para vivir (Goethe). Y en este camino hacia el sentido es importante dar cuenta, que nos encontraremos con dos clases de personas: aquellas que dicen sí a la vida a pesar de los reveses, que se sienten usualmente satisfechas y felices; y las que siempre dicen no, por lo general están enajenadas, frustradas y vacías. Sin duda, la mayoría, de las personas tenderá a caer en esos extremos. Ya que, se han modelado sus actitudes a partir de experiencias de su niñez y posteriormente, durante el transcurso de su vida, de modelos de comportamiento y enseñanzas. El perfil de su actitud pudo haber cambiado a lo largo de la vida. Y es importante tener conciencia de que se puede cambiar una actitud negativa a una positiva. Si es de los que dicen no, ello no significa que esté destinado a decir siempre que no. Algunos han logrado cambiar con la ayuda de la religión, otros por medio de la filosofía y recientemente con apoyo de la psicología. Durante sus más de cien años de existencia, la psicología se ha ocupado de curar enfermos. El psiquiatra vienés Víktor Frankl, (1982) fue el primero en poner atención a los que están sanos, para prever el riesgo de que enfermen o se sientan frustrados y desesperados. Cree que la clave para adoptar una visión positiva de la vida, es el convencimiento de que ésta tiene sentido en cualquier circunstancia, y que todos tenemos la capacidad de encontrarlo. Uno puede sobreponerse a las enfermedades y golpes del destino, si le encuentra sentido a su existencia. Granel lo llamó logoterapia a su sistema, salud a través del sentido. La logoterapia auxilia a la gente para que diga que sí a la vida sin importar el sufrimiento que llegase a experimentar. Quien decida hacer frente a buscar el sentido de su vida, tendrá que hacer frente a tres interrogantes: A. ¿Qué es ese sentido que se está buscando? Se presenta en dos niveles: el sentido último y el sentido de momento. Cuando busca el sentido último, el individuo está consciente, aun cuando sea en una forma un tanto confusa, de que hay un orden en el universo y de que él es parte de ese orden. El sentido último, el sentido de la vida es inaccesible para uno. Es como el horizonte, que se intenta llegar a él pero nunca se alcanza. A pesar de ello para convertirse en alguien que dice que sí, tiene que tratar de alcanzar el sentido último aún cuando nunca lo logre. En realidad, si alguien pudiera hacerlo y decir con plena convicción «ya conozco de la vida» estaría espiritualmente muerto porque no le quedaría nada por que luchar. El sentido último es una cuestión de fe, de aceptación, de experiencia personal. Por fortuna hay un segundo nivel de sentido que se puede lograr y en realidad deberá ser para orientarse en verdad hacia una existencia plena. Esto es lo que Frankl llama el «sentido del momento». Él mismo establece que cada ser humano es un individuo extraordinario que transita por la vida en medio de una serie de situaciones únicas, y que cada momento ofrece un sentido que satisfacer, una oportunidad de actuar en forma significativa, ello puede alcanzarse a través de lo que hace uno, de lo que experimenta, y también mediante la actitud que se toma en condiciones de una tragedia inevitable. Lo singular de la contribución de la logoterapia a la salud mental, es que capacita a un individuo para convertirse en alguien que dice sí cuando afronta una tragedia, para encontrar sentido en circunstancias vacías de significado. B. ¿Cómo encontrar el sentido? Algunos filósofos como los existencialistas franceses Sartre y Camus, sostienen que la vida no tiene sentido, pero que los seres humanos necesitan preocuparse por dar sentido a sus vidas, por lo tanto, cada uno imprime a su vida el sentido que seleccione por sí mismo. Los existencialistas alemanes, incluyendo a Víctor Frankl, afirman que el sentido existe y que es uno mismo el que tiene que descubrirlo. Frankl, percibe la vida como un rompecabezas dentro del cual se oculta una imagen, dibujo con figuras de árboles, nubes, flores, casas, que lleva una instrucción que dice «descubra la bicicleta en este cuadro». El individuo tiene que examinar el dibujo desde diversas perspectivas hasta que identifica la bicicleta entre la maraña de líneas. Uno tiene que analizar la vida de la misma manera hasta que descubra su sentido, ya que no le puede ser dado a uno por la sociedad o por sus padres. Tampoco puede ser prescrito por el psicólogo como si fuera una píldora. Lo que este profesional puede hacer, es describir respuestas con sentido que puedan acomodarse a la situación de alguien en particular, y es responsabilidad de ese alguien descubrir la que tenga sentido para él. En situaciones ordinarias el sentido consiste en acatar los valores de la propia cultura que se apoyan en mandamientos religiosos, leyes seculares, costumbres, reglas de sentido común y en la sabiduría de algunos pensadores. Sin embargo actualmente, los valores pasan por una etapa de transición, y más y más personas ya no encuentran sentido en obedecer ciegamente los tradicionales. Rechazan los significados universales. La gente utiliza ávidamente su libertad para rechazar los valores tradicionales, pero están menos interesados en tratar de hallar respuestas personales a las alternativas de sentido que ofrece cada momento. Si se rechazan los valores tradicionales, tienen que ser sustituidos por sentidos de tipo personal, o se caerá en el caos. Los valores y el sentido personal no son valores sino prescripciones para la salud. Las consecuencias de significados que se van creando sin responsabilidad, pueden ser neurosis, depresión y suicidio. C. ¿En dónde encontrar sentido? El sentido está en todas partes, pero se adquiere conciencia de él solamente si se está en sintonía con él. Frankl (citado por Lukas, 1983), considera que el espíritu humano es nuestro instrumento para encontrar el sentido. Tiene uno que darse cuenta de que lo posee, de que lo contiene y de la forma de utilizarlo. Tiene usted un cuerpo susceptible de enfermar, una psique que puede sufrir perturbaciones. Pero el espíritu es exactamente lo que usted es. Es su núcleo saludable. Como la psique el espíritu es invisible. Hay sin embargo una diferencia entre ellos. En la psique usted es manipulado por las emociones, el instinto, las necesidades. En el espíritu usted es el conductor; toma las decisiones sobre lo que debe hacer con sus motivaciones, los dones y las limitaciones de su cuerpo; con las circunstancias en las que se encuentra. El espíritu es el área de la libertad humana. Pero también de la humana responsabilidad. Para llevar una vida satisfactoria uno debe darse cuenta cabal de que tiene ese tesoro espiritual muy dentro de sí y que debe utilizar lo que en el contiene. Recursos del espíritu humano:
D. Cómo ser alguien que dice que sí La vida, tiene más momentos de aburrimiento y de angustia que de alegría. Si se tiene conciencia, sin embargo, de que la vida tiene sentido y que ofrece para todo momento un sentido potencial, se convierte uno en alguien que dice sí, independientemente de lo que puede sucederle. Hay que aprender a distinguir, dos circunstancias contrastantes; aquellas que determinan el destino, que no son susceptibles de cambio y las que caen en el ámbito de la libertad que sí puede uno cambiar. Obviamente el sentido en las situaciones que pueden cambiarse, yace en la libertad que se tiene para hacerlo. Modificar la actitud propia hacia lo inevitable. Se puede adoptar una actitud significativa hacia algo que no tiene sentido. No se ignora lo negativo sino se le sitúa dentro de canales positivos. La búsqueda de sentido es vital para todos:
No estamos tratando aquí con «enfermos» que padecen un malestar físico. Tampoco con clientes, es decir, con quienes establecen dependencia de un profesional: Estamos tratando con dos tipos de seres humanos: uno en busca de ayuda, el paciente y un facilitador que es el encargado de proporcionarla. El facilitador puede ser un profesional que emplea su experiencia especializada para restaurar la salud en los niveles físico y psíquico. En la dimensión del espíritu tanto paciente como facilitador son primordialmente seres humanos en camino de encontrar el sentido y convertirse en seres que dicen sí a la vida. La frase de Goethe citada por Viktor Frankl en «From Psychoterapy to Logotherapy», 1956, me parece apropiada para concluir con este trabajo. «Si tomamos al hombre como es, le haremos peor de lo que es, pero si colaboramos con él en dirección a lo que debe ser, será auténticamente humano». Aceptar el desafío de su humanización plena es atreverse a envejecer con dignidad y plenitud, a pesar de...
4. MÉTODO DE INVESTIGACIÓN Se trata de una investigación transversal descriptiva, donde se recolectarán datos en un sólo momento, en un tiempo único. Su propósito es describir variables y analizar su incidencia y los valores con que se manifiesta una o más variables. Observando los fenómenos tal y como se dan en su contexto natural, para después analizarlos (Hernández Sampieri et al., 1998). Objetivos
Hipótesis general o empírica Dado que, en la última etapa de la vida, existe una mayor orientación hacia el interior, hacia la búsqueda de significado a todo lo que vivencia en su proceso de envejecimiento, encontramos evidencia a la idoneidad del enfoque existencialista, que a diferencia de los tradicionales, que legitiman la imagen decadente, enfermiza y solitaria del anciano; éste, en cambio postula que la vejez es un proceso de devenir personal en el cual el individuo es capaz de instrumentar todo lo negativo y positivo de esta vivencia en una búsqueda hacia la plenitud. Hipótesis de trabajo u operacional
Variables Variables sociodemográficas: Edad, sexo, escolaridad, con quien vive. Sentido de Vida: Es la actitud de aceptación de la realidad, «es un abrazar gozosamente a todo lo que existe, para sacar el mayor partido a las cosas tal y como son y a la vida tal como es»; una actitud tal que lleva a la iniciativa y a la acción, al compromiso con la vida, provocando decisiones y cambiando así circunstancias (Frankl, 1984). Nivel de investigación Descriptivo, en base a lo señalado por Pick (1992), quien menciona que no es posible llegar a conclusiones muy especificas del fenómeno, sin embargo se puede obtener un mayor conocimiento de éste describiendo las características mas importantes del mismo en lo que respecta a su aparición, frecuencia y desarrollo, esta nueva información será útil para plantear estudios posteriores. Sujetos Muestra de sujetos voluntarios, lo más homogénea posible, variables tales como edad, buen funcionamiento cognitivo, estado de ánimo no depresivo, y sin índices de dependencia significativos, de manera que los resultados o efectos no obedecieran a diferencias individuales sino a las condiciones a las que fueron sometidos. Se evaluaron a 25 Ancianos no Institucionalizados entre 70 y 85 años, sin deterioro mental significativo, sin depresión y sin discapacidad. Técnica de recolección de datos La valoración integral de las personas ancianas debe ser considerada como el paso previo a establecer cualquier proceso terapéutico a la vez que imprescindible para la inclusión de aquéllas en cualquiera de los programas, tratamientos y servicios de salud mental o sociosanitarios disponibles en la actualidad. Así mismo se deben de considerar las características diferenciales del grupo de población anciana, especialmente en cuanto a la heterogeneidad y variabilidad intra e interindividual, que aumenta a medida que asciende en la pirámide de edad. Este grupo varía ampliamente en todos sus parámetros: nivel educativo, salud física, capacidad funcional, intereses y aficiones, funcionamiento cognitivo, forma y contextos en los que viven e historia de aprendizaje. Ya que las diferencias no son tan solo culturales sino que desde el punto de vista psicológico, funcional y de la salud también existe gran heterogeneidad entre ellas. Así entonces, dado que en esta franja de edad, más aún que en otras, existen estrechas interconexiones entre todos los aspectos procedentes de la persona (estado de salud, funcionamiento cognitivo, afectivo y social) la conducta del individuo (nivel de actividad desarrollado) y el ambiente en que se mueve; se buscó delimitar la muestra a través de una evaluación lo más completa posible con el fin de que el propósito de que esta investigación no se viera comprometida por las diferencias individuales que llegasen a presentar cada uno de los adultos mayores. Una vez determinada dicha situación, se planteó llevar a cabo un proceso de medición, a través del cual se buscará «vincular conceptos abstractos con indicadores empíricos» (Hernández Sampieri, et al., 1998), planteando así una forma de acercarnos a la representación fiel de las variables a observar. Procedimiento Al tratarse de ancianos no institucionalizados en primera instancia se hizo la solicitud a la Directora del «Casal Sant Roc» a donde asisten con cierta frecuencia. Posteriormente se hizo la petición personal de participar a cada una de las personas mayores como voluntario en la presente investigación, informándole de antemano el tipo de participación que tendría, y sobre lo que se trataba la investigación, para que tuvieran conocimiento, de que se haría con los datos que ellos aportarían, así mismo también se les dio información certera acerca de la necesidad de la aplicación de algunos tests y la explicación sobre lo que median los mismos, a fin de evaluar su situación actual y contextualizarlo en un espacio y tiempo específicos. Material o instrumentos Entrevista de Datos Sociodemográficos MEC Mini Examen Cognoscitivo de Lobo y cols. Adaptación y validación española del test original Mini Mental State Examination (MMSE) que fue creado originalmente por Folstein y cols. (1975). En España se ha adaptado este cuestionario y la versión más utilizada ha sido la realizada por Lobo y cols. (1979) conocida como Mini examen Cognoscitivo (MEC). Este instrumento es el test de screening de deterioro cognitivo mas citado en la literatura científica. El objetivo del MEC es cuantificar el potencial cognitivo y detectar sus posibles desordenes funcionales de manera rápida y práctica. Consta de 11 ítems en los que se valoran 8 áreas cognitivas: orientación espacio temporal, memoria de fijación y reciente, atención, concentración y cálculo, lenguaje comprensivo, pensamiento abstracto y construcción visoespacial. La interpretación se basa en la suma de las puntuaciones de cada ítem. Es un Test sencillo que se administra en un tiempo de 5 a 10 min. sin necesidad de utilizar material adicional. Existen diferencias significativas en el contenido del MMSE de Folstein y el MEC de Lobo, ya que mientras la puntuación del primero es de 30 la versión española es de 35. Las modificaciones se refieren a las series de sustracción de 7, que Lobo sustituye por sustracciones de 3, además suprimió la prueba de deletreo de una palabra en orden inverso y sustituyó el trabalenguas: En la versión española se añadieron 2 ítems que modificaron la validez de contenido, pensamiento abstracto (2 puntos) y dígitos en orden inverso (3 puntos). Sin embargo a pesar de las diferentes puntuaciones máximas, sí se observaron los puntos de corte, estableciéndose para ambas escalas en 23/24 para pacientes geriátricos y en 27/28 en pacientes no geriátricos así como diferentes niveles de deterioro. 0 = Normal 30-35 1 = Borderline 25-29 2 = Deterioro Leve 20-24 3 = Deterioro moderado 15-19 4 = Deterioro Grave < o = 14 Recientemente, Lobo y cols. (1998) han revalidado y normalizado una nueva versión del MEC-30 en la que la puntuación máxima es de 30, resultante de la eliminación de los ítems añadidos en la versión inicial (dígitos y pensamiento abstracto) con un punto de corte establecido en 23/24 se han obtenido unos coeficientes de validez similares a los obtenidos por Fol-stein y cols. (1975) sensibilidad de 89,9% y especificidad de 75,1% (Lobo y cols, 1979). Escala de Depresión de Yesavage (GDS) (Yesavage y cols. 1983) Diseñada específicamente para la valoración de la depresión en personas mayores. Es una escala autoaplicada que consta de 30 preguntas de respuestas dicotómica, que evalúan el estado de ánimo del paciente en la semana previa a la cumplimentación de la escala. Es un instrumento de respuestas dicotómicas, rápido de administrar entre 5 y 10 min. En cuanto a los intervalos de puntuaciones: 0-11 Considerado como normal 11-20 Depresión leve 21-30 Depresión Moderada a Grave Índice de Barthel El índice de Barthel, fue elaborado por Mahoney y Barthel, en 1965. Y ha sido validado en población española por Baztan y cols. (1993) evalúa la independencia del paciente para realizar 10 ABVD, capacidad para alimentarse, arreglarse, bañarse, ir al aseo, trasladarse, subir las escaleras, control vesical y control de esfínter anal. En cada ítem se asignan puntos al individuo por ser capaz de realizar la actividad independientemente y menos puntos por realizarla con ayuda, pudiendo ser las puntuaciones de 15, 10, 5, 0. Se puntúa de 0 a 100 (90 para pacientes limitados en silla de ruedas). Consta de 10 ítems, cada uno de los cuales mide la dependencia o independencia, así como la continencia de esfínteres. La puntuación total de máxima independencia y de dependencia son de 100 y 0. El índice de Barthel monitoriza cambios en la evolución del paciente en parcelas de actividades básicas de la vida diaria. Las diferentes puntuaciones se interpretan de la siguiente forma: > 60 = dependencia leve o independencia 40-55 = dependencia moderada 20-35 = dependencia severa < 20 = dependencia total Test PIL (Test del Sentido de la Vida) Test de Sentido de la Vida (Purpose in Life Test) de James C. Crumbaugh y Leonard T. Maholick, 1969. Es una escala de actitud construida desde la orientación de la Logoterapia (Gr. Logos, sentido; tratamiento mediante la búsqueda del sentido de la vida). La Logoterapia es un sistema de terapia existencial, originario del Psiquiatra Viktor Frankl. La escala se entiende como una medida del concepto básico de Frankl, el «vacío existencial». Estado manifestado especialmente por el aburrimiento, puede si no se ataja, derivar en una «frustración existencial». El tratamiento consiste en guiar al individuo en su búsqueda de valores y objetivos de sentido en su vida. El objetivo del PIL es entonces detectar el vacío existencial. Si está presente, la determinación de si la neurosis noógena está también, debe hacerse por la evaluación de los síntomas habituales de la neurosis, a través de medios psicométricos o procedimientos clínicos. Las puntuaciones del PIL indican mayor sentido de la vida cuanto más altas son. Ha probado ser útil en situaciones, tanto de orientación personal y vocacional y en el tratamiento de personas con enfermedades de tipo neurótico, es particularmente útil, con alcohólicos, jubilados y minusvalidos, como de aplicación colectiva para realizar investigaciones. Cuenta con estudios de validez de constructo y de criterio, así como de fiabilidad. El test PIL consta de tres partes. La primera está formada por 20 ítems, donde el sujeto se sitúa a sí mismo en una escala del 1 al 7 entre dos sentimientos extremos (escala tipo Likert de 7 puntos), y representa la parte cuantitativa del test. Es la única porción del instrumento que es puntuado objetivamente. La puntuación es la simple suma de los valores rodeados con círculo para estas 20 preguntas. Las partes segunda y tercera no se cuantifican (los intentos para lograrlo han añadido poca información a la aportada por la primera parte), lo que justifica, según indican Crumbaugh y Maholick (1969), su no inclusión en estudios de investigación. Aplicación: Es simple tanto en el caso de individuos como de grupos. Las instrucciones que recoge el formulario se entienden fácilmente. La mayoría de los sujetos responden al test en 10 o 15 minutos. Baremación: Dado que la versión del PIL en castellano, suministrada por el Viktor Frankl Institute for Logotherapy no tiene una formulación verbal adecuada para un castellano-parlante español, la Dra. M.a Noblejas de la Flor realizó la validación de dos tests logoterapéuticos el PIL procedente del ámbito cultural de los EE.UU. y el LOGO TEST de origen germano. En la baremación del PIL participaron un total de 841 personas como muestra normal y 30 pacientes con distintos tipos de neurosis, como muestra clínica, los cuales contestaron el PIL y un cuestionario sociológico de carácter general para controlar las variables sexo y edad (sobre todo ésta última, pues había informaciones contradictorias en la bibliografía) y confrontar la dispersión sociológica pretendida. Los baremos obtenidos (Noblejas, 1994) se obtuvieron adoptando el criterio de Lukas (1986) para los dos tests (PIL y LOGO TEST) y el de Crumbaugh para el test de este autor al contar con una muestra clínica para el PIL. De los resultados relativos a la comparación de baremos se desprende que la muestra española es similar a la germana y a la sueca pero diferente de la americana, lo que unido a los resultados de otras investigaciones nos pone en guardia contra el uso de nuestros baremos en poblaciones de subculturas específicas (tablas I y II).
Respecto a las dos variables que se controlaron, edad y sexo, los resultados indican que las diferencias entre sexos no son significativas, mientras que las diferencias por edad sí lo son: los grupos de edad de 16-29 años difieren en su puntuación de los 30 años en adelante, por lo que se ha tomado la decisión de realizar dos baremos, para personas con edad menor de 29 años y otro para los de edad mayor de 30). En esta investigación también, la Dra. Noblejas identificó 4 factores que componen el Test PIL, los nombres propuestos para los factores encontrados son:
Las puntuaciones factoriales del Test PIL tienen mayor correlación entre sí y mayores porcentajes de varianza compartida, conservando su unidimensionalidad dados los coeficientes de correlación significativos de todos sus factores con la puntuación total. Análisis de datos La muestra consistió en 50 adultos mayores, los cuales fueron sometidos a un proceso de evaluación, a fin de delimitar la muestra, para la medición del sentido de la vida que se vivencia en la Vejez, tratando con esto, no comprometer los resultados por otra situación, relacionada con algún deterioro cognitivo, depresión o un grado de dependencia importante. Se aplicaron cuestionarios específicos para descartar a las personas que presentarán altas puntuaciones en dichos instrumentos. Finalmente, se trató de una muestra de 25 adultos mayores, pertenecientes a un CASAL, al cual tienden a acudir día con día, se recogieron los datos sociodemográficos básicos con el objeto de llegar a una visión global de su contexto, obteniendo los siguientes datos (ver gráficos de 1 a 9).
Los resultados obtenidos del PIL (Test del Propósito de la Vida) de Maholick y Crumbaugh, el cual se aplicó con la finalidad de determinar que sentido de vida se vivencia en la etapa del final de la vida, muestran que de acuerdo a los baremos obtenidos para España para personas de más de 30 años en la Prueba del Propósito de vida, las puntuaciones de nuestra muestra en su mayoría presentan puntuación superior a 105 lo cual de acuerdo a Maholick y Crumbaugh (1969) nos indica La Presencia De Metas Y Sentido De La Vida y solamente una de nuestras participantes presenta un puntaje de 81 el cual nos habla de una situación de la Falta De Un Claro Sentido De Vida. El puntaje total presenta una media de 114.88 y una desviación de 9.90925.
Así también podemos dar cuenta de la distribución de nuestra muestra en cuanto a los puntajes a nivel factorial, ubicando como el factor con mayor puntaje el factor 1 referente a la Percepción Del Sentido Con Un 39%, Con Un 28% El De Metas Y Tareas, 25% Experiencia De Sentido Y 8% Dialéctica Destino-Libertad.
Discusión de los resultados El sentido y el propósito de vida percibido pueden desempeñar un papel muy importante ante una crisis del desarrollo. Existen varios psicólogos que han teorizado acerca del desarrollo del sentido durante el curso de la vida (Buhler, 1959; Erikson, 1963; Jung, 1971), entre los que destaca Erikson (1963), que asoció los valores sociales con las tareas de desarrollo a cumplir. Para adolescentes, jóvenes y adultos de edad media, el sentido de la vida se focaliza en la adquisición de una identidad estable, el desarrollo de relaciones íntimas y la transformación en personas productivas y creativas. Con los años se centrarán en desarrollar un sentido de la integridad, una apreciación del porqué y de cómo se ha vivido. Buhler (1959) identificó cuatro fases de desarrollo que acentúan los cambios en la definición de objetivos. En las tres primeras fases, se evalúan los éxitos y fracasos de la vida y se contempla la posibilidad de dar una nueva dirección a la misma. Durante la última fase, el objetivo principal se centra en la integración. Para Jung (1971), el sentido de la primera parte de nuestra vida se centra en la preparación para la misma; en los años posteriores, este sentido procede de un examen «interior» de la vida mediante procesos de reflexión y re-evaluación. Dadas las hipótesis de investigación planteadas, de acuerdo a los resultados podemos dar por confirmada nuestra primera hipótesis acerca de que «Las personas mayores que no tienen deterioro cognitivo ni depresión, ni dependencia, tenderán a presentar puntuaciones altas en la percepción del sentido de la vida. Dado que su percepción no se encuentra comprometida por ninguna otra situación. En lo referente a nuestra siguiente hipótesis, «en muchos de los casos, las personas mayores, verán menoscabada su búsqueda de sentido en la vejez por los factores psicosociales que rodean dicho fenómeno», después del tratamiento estadístico (anexo 2), llevado a cabo a través de las pruebas t de student, one way, ANOVA, a través del programa SPSS 12.0 para Windows relacionando los puntajes totales, factoriales y de cada pregunta del PIL (Test de propósito de Vida), con las variables edad, sexo, escolaridad, y con quien vive, encontramos que no hay diferencia alguna entre los puntajes y cada uno de los rubros de las características antes citadas. Esto tal vez sea debido a que existen muy pocos estudios que hayan examinado las diferencias en función de la edad o el sexo. Según Frankl, cada individuo debe descubrir su propio sentido de vida, lo que implica que éste puede estar relacionado con la edad. Meier y Edwards (1974) descubrieron que los individuos mayores de 25 años obtenían en la prueba PIL una puntuación significativamente superior a la de aquellos cuya edad estaba comprendida entre los 13 y 19 años; sin embargo, no hallaron diferencias en función del sexo. Otros estudios revisados por Meier y Edwards tampoco identificaron diferencias significativas en función de la edad o el sexo relacionadas con la prueba PIL. No obstante, esta falta de diferencias por edad puede deberse al restringido rango de edades de los sujetos que participaron en los estudios, así como al limitado alcance de los ítems de las pruebas. Tal y como sucedió en esta investigación. Recientemente, Reker y Peacock (1981) han desarrollado una forma de medición multidimensional del sentido y propósito de vida basada en la teoría de Frankl (1978) del «deseo de sentido». Este método, conocido como Perfil de actitud de vida (PAV), está compuesto por siete dimensiones: propósito de vida (ganas de vivir, realización, satisfacción); vacío existencial (carencia de un propósito, falta de objetivos, ansiedad flotante); control de vida (libertad de elección, ejercicios de responsabilidad); aceptación de la muerte (ausencia de miedo o ansiedad ante la muerte); deseo de sentido (esfuerzo por encontrarle sentido a la existencia personal); búsqueda de objetivos (deseo de conseguir nuevos objetivos, estar en movimiento); y sentido futuro (determinación para dar sentido al futuro, aceptación de las potencialidades futuras). Este enfoque multidimensional para la medición del sentido y propósito de vida presenta varias ventajas con respecto al anterior. En primer lugar, nos permite evaluar tanto la percepción del sentido y propósito de vida como el deseo de encontrar estos dos elementos. En segundo lugar, y a excepción de la dimensión del control de vida, el PAV deja al margen la conveniencia social (Reker y Peacock, 1981). En tercer lugar, la escala ofrece una amplia evaluación de las actitudes de vida ya que, además de medir el sentido y el propósito, incorpora la aceptación de la muerte y el locus de las subescalas de control. Ambas estructuras son de gran importancia para la adaptación y el bienestar (Gesser et al., publicado; Lefcourt, 1976). Así entonces, Gary T. Reker, Edward J. Peacock y Paul T. P. Wong realizaron un estudio en el que se recogen los resultados procedentes de un grupo formado por 300 hombres y mujeres en cinco etapas de desarrollo diferentes, desde adultos jóvenes hasta ancianos de edades muy avanzadas. Para ello, los sujetos hubieron de completar unas pruebas de medición de actitudes de vida y bienestar. Los resultados obtenidos registraron diferencias significativas por edades en cinco dimensiones de actitud de vida: Propósito de vida (PV), Aceptación de la muerte (AM), Búsqueda de objetivos (BO), Sentido del futuro (SF), y Vacío existencial (VE). El PV y la AM se incrementaban con la edad; la BO y el SF se reducían, sin embargo; el VE por su parte reflejaba una relación curvilínea con la edad. En cuanto a las dimensiones Control de vida (CV) y Deseo de sentido (DS), los resultados dejaban ver diferencias claras por sexos. Comparadas con los hombres, las mujeres experimentaban una mayor sensación de control de sus vidas y expresaban un mayor deseo de encontrarle un sentido. Las dimensiones SF, PV, y CV tendían a predecir un bienestar psicológico y físico; el VE, la BO y la AM eran indicadores de malestar físico y psicológico. Los resultados preliminares obtenidos ponen de manifiesto la gran influencia positiva que desempeñan ciertas actitudes de vida desde el punto de vista de la salud y el bienestar. En lo referente a nuestra tercera hipótesis acerca de «el descubrimiento del sentido en la vejez estará determinado por el logro de la integridad al final de la vida y la apropiación de una actitud fundamental de aceptación de su propia vida en cuanto a que ha sido inevitable, apropiada y significativa», es posible que la muestra evaluada, ha llegado hasta cierto punto a ese estado de aceptación y descubrimiento del sentido dados sus altos puntajes en el Test del Propósito de la Vida de Crumbaugh y Maholick. Situación que también podemos dar cuenta a partir de las respuestas dadas a cada pregunta del cuestionario de tal manera que vemos la inclinación de respuestas positivas, dadas por los entrevistados, un sí a la vida, hacia la muerte, hacia las metas, hacia la aceptación de la responsabilidad con respecto a la etapa de vida en la que se encuentran y con respecto al pasado que ha de traer al presente para reorganizar su vida y descubrir el significado en el aquí y el ahora. Tal y como se ha llegado a comentar en diversas investigaciones, el deseo de alcanzar nuevos objetivos y la expectación ante un futuro lleno de sentido resultaron ser las dos actitudes de vida más destacables para diferenciar entre las distintas etapas de desarrollo. Mientras que los jóvenes adultos presentan una fuerte necesidad de alcanzar nuevos objetivos y tienen puesta la mirada en las potencialidades del futuro, las personas ancianas miran hacia atrás y buscan un sentido a lo que ya han logrado en sus vidas. Los objetivos cumplidos pueden aportar a los más ancianos un sentimiento de felicidad y la sensación de haber alcanzado seguridad (Kulys y Tobin, 1980) e integridad (Erikson, 1963). El hecho de que los ancianos vuelvan a experimentar elevados niveles de vacío existencial, especialmente los hombres, puede deberse a la pérdida de su rol, a un descenso de su participación activa o a la pérdida de amigos íntimos o de familiares. A este respecto también podríamos citar la investigación realizada por Jiménez Segura Flor, Irma Arguedas Negrini. 2004, realizaron un estudio, donde se identificaron los ocho rasgos de sentido de vida según el enfoque de resiliencia (Intereses especiales, Metas, Motivación para el logro, Aspiraciones educativas, Optimismo, Persistencia, Fe y Espiritualidad y Sentido de propósito), que han presentado personas adultas mayores de 65 a 75 años durante sus vidas. Se efectuaron entrevistas en profundidad a cuatro mujeres y cuatro hombres que pertenecen al grupo de Envejecimiento Integral de la Universidad de Costa Rica o a la Asociación Gerontológica Costarricense. Aunque la mayoría de las personas no identificaron metas claras en la actualidad, durante sus vidas contaron con las condiciones y herramientas personales que contribuyeron con el desarrollo de los rasgos de sentido de vida del enfoque de resiliencia. El enfoque de resiliencia plantea que una persona es resiliente si tiene una actitud de vivir situaciones adversas sin dañarse, si puede preservar la integridad en circunstancias difíciles y reaccionar positivamente, desarrollándose en medio de las dificultades (Wolin y Wolin, 1993). Así entonces, la resiliencia, es la capacidad para minimizar los efectos negativos de la adversidad y maximizar los positivos, está determinada por múltiples factores. De acuerdo con Werner y Smith (2001), resulta de una interacción entre factores protectores, tanto inherentes al individuo como externos, y los riesgos que se dan en la vida de las personas. Algunos de los factores protectores externos son la presencia de redes de apoyo, la valoración que las personas reciban del medio y las oportunidades para la participación, la contribución y el uso constructivo del tiempo (Kukic, 2002). Al estudiar los factores protectores internos que constituyen los pilares de la resiliencia, se han identificado una serie de atributos personales. Éstos se han agrupado en cuatro componentes que son según Suárez (1997): Competencia social, Resolución de problemas, Autonomía y Sentido de vida. Finalmente con respecto a la última hipótesis «describir el abordaje de la persona que envejece a partir de una visión más existencialista y no asistencialista, con la finalidad de poder visualizar al ser humano a la luz de la realidad como Ser y no partiendo de una realidad del Deber hacer», me es posible confirmarla a partir de algunas consideraciones que no se puntuaron en el cuestionario de propósito de Vida, sin embargo estuvieron presentes en el entorno fenomenológico existencial donde se hizo la presente investigación, dentro de la cual la riqueza de un ser no es posible puntuar. Este grupo de personas que fueron evaluadas se caracterizan por estar activas, están integradas a grupos dentro del ca-sal cuyo objetivo es precisamente que se mantengan productivos y vigentes, informados, y que establezcan redes de apoyo social para que permanezcan integrados a la sociedad. Y a pesar de que, es posible, resaltar que la mayoría de ellas no lograron identificar metas en la actualidad, se podría hablar de un proceso de integración de sus logros anteriores y aceptación de la vida vivida, sin embargo resultaría optimo que en las instituciones encargadas de generar políticas, programas y proyectos dirigidos hacia la población envejecente, hacer una reflexión, para poder favorecer estrategias que permitan a las personas adultas mayores, clarificar sus metas en la etapa de la vejez. Las metas en esta etapa podrían estar más centradas en ellos mismos y relacionarse con el conservar la dignidad, manejar la economía propia, lograr atención adecuada para su salud y participar en actividades útiles tal y como lo mencionan Carnevalli y Patrick (1988). Así también resulta conveniente destacar que, los participantes del presente estudio, a pesar de pertenecer a una generación que en su mayoría no asistió al sistema educativo formal, si obtuvieron muchas capacitaciones que les permitieron y aún les permiten desenvolverse en la vida y enseñar a otros (Graham, 1998). En la actualidad la mayoría pertenecen a algún grupo que les siguen facilitando aprendizajes significativos para sus vidas, ya que pueden recibir cursos con personas de otras generaciones, capacitación acerca de cómo envejecer sanamente, sobre acondicionamiento físico, literatura, artesanía, entre otros, logrando la adquisición de nuevos conocimientos. Facilitando así, que la mayoría de ellas, tengan la habilidad para enfrentar las modificaciones de su entorno y las situaciones experimentadas, renovándose y equilibrando las vicisitudes que se les han y se le vayan presentado en la vida, pudiendo ejercer algún control sobre ellas, tomando la guía correcta y el compromiso, y no evidenciando una visión pesimista de la vida. Estas personas entrevistadas han realizado esfuerzos significativos como trabajar para obtener logros y dedicar tiempo a actividades que les permitieran un aprendizaje. Han aprendido del error, no se han rendido, han tenido constancia, se han animado, sienten gusto por lo que han hecho y por lo que hacen; han aprendido de las experiencias adversas (Raskind, et al., 1999). Raskind, et al. (1999), al estudiar longitudinalmente a personas que lograron un desarrollo exitoso a pesar de enfrentar limitaciones, estas personas habían identificado metas temprano en la vida, lo que les dio dirección en el curso de su desarrollo. Asimismo, al definir sus metas, las habían visualizado como un proceso escalonado, es decir, por etapas. En sus vidas había evidencia de planeamiento pasado y futuro, y las metas planteadas eran alcanzables. Tal y como podría ser el caso de la presente muestra, la cual se enfrentó a un momento histórico, «la Época de Franco» la cual marcó mucho de su pasado, pero han retomado una actitud diferente para vivir con algo que es imposible cambiar, sin embargo hay todavía mucho más que hacer en el presente. Así es posible ver que el planteamiento de metas conlleva a valoraciones sobre la percepción del futuro más racionales que tienen que ver con lo que se ha llamado la intencionalidad, la cual se caracteriza por un impulso vital o entrega a una tarea a pesar de lo laboriosa o difícil que ésta pueda ser (Bühler citada por Abarca y Nassar, 1983). 5. CONCLUSIONES n El estudio ha sido abordado como un tratado de carácter teórico con aportaciones para la praxis consecuente. Evitando caer en un tipo de paradigma asistencialista de la vejez que surge como consecuencia de un proceso de pensamiento y de una reflexión filosófica que traspasa el cuerpo social y coloca el «tener» por sobre el «ser». Sociológicamente se ha producido una distorsión de la mirada con que se objetiva la vejez restando la capacidad útil que tiene. Se la asiste pero no se la valora, no se le respeta. n Se busca dar una base explicativa que permita dilucidar los supuestos teóricos que subyacen a un modelo alternativo (no asistencialista) y que en este estudio asumiremos como el enfoque existencialista aplicado a la psicoterapia, un enfoque más centrado en la persona. Tratando con ello poder contribuir a: resignificar la vejez y sus posibilidades de trascendencia a través de los valores creativos, experienciales, y de actitud. Descubrir el propio quehacer o tarea que como etapa vital presenta; considerando el desarrollo humano como un continuo, marcado por fases o etapas que, si bien cada una de ellas tiene su propia razón de ser, adquieren su sentido pleno cuando son explicadas desde la existencia personal como totalidad. Y finalmente superar mitos y prejuicios personales y sociales arraigados en una concepción funcionalista de la vejez como etapa de vida. Lo normal en la vida es ir pasando por las diferentes etapas del ciclo vital sin enfermarse obligadamente. Desde el punto de vista psicológico, correspondería ir pasando de una a otra etapa en forma consciente y paulatina, encontrando en cada una de ellas su propio significado al igual que nuevos valores y objetivos. O, dicho según la antropología postulada por V. Frankl, «llevar al hombre hasta donde puede llegar de una manera autónoma, a sus tareas más auténticas y encontrar el sentido, ahora ya no anónimo sino más bien singular y único de su vida» ya que no debe interesarnos «solamente el que vivamos y sobrevivamos sino para qué y cómo llevar adelante con sentido esta vida». n Se procura reflexionar acerca de la existencia como un continuo y del tiempo de vida como posibilidad para la realización personal nunca acabada. Se propone resignificar el «ser viejo» y descubrir el «quehacer» o las «tareas de desarrollo» que ello implica. No se pretende ahondar en una caracterización de la vejez como etapa de vida. Pero sí, revalorizarla en su propia realidad peculiar y significativa en sí misma y en razón de la vida personal como un todo. En su dimensión de objeto gnoseológico como en razón de la vida personal como un todo. Tomando en cuenta que con la ampliación de la esperanza de vida se dan 15 ó 20 años de vida «después de los 60» no sólo se justifican sino que hacen imprescindible contar con «espacios» de participación para ese sector de la población que respondan a una nueva concepción de vejez fundada en investigaciones multidisciplinarias. n De acuerdo con lo explicitado previamente, la investigación desarrollada pretende presentar los fundamentos antropológicos, filosóficos y psicológicos de principios y criterios que justifiquen la propuesta terapéutica existencial con una doble intencionalidad: en lo social: apunte a conseguir «espacio propio» para las personas mayores a partir del reconocimiento social de intereses, necesidades y expectativas; en lo personal: tienda a revalorizar la llamada «tercera edad» como una etapa de la vida con sentido y valor propio y que cada uno deba prepararse para vivirla conforme a las posibilidades que como ciclo del desarrollo humano presenta. n El grado de interés y la importancia actual del tema de estudio y de la investigación emprendida se originan en: la necesidad de salvar la unilateralidad de la concepción de envejecimiento que se manifiesta tanto en el discurso teórico con base en un modelo médico o biologista, como en las acciones emprendidas con tendencia político-administrativa, económica y sociológica. Ante ello, contraponer una interpretación psicológica noética de la vejez centrada en la persona y sus posibilidades de trascendencia y plenitud. n El Arte de ser Anciano entonces consistirá en solucionar una crisis ontológica entre la aspiración innata al crecimiento y la experiencia de un irreversible declive. Entender la vejez como crisis existencial permite superar las definiciones parciales que acentúan ya sea su dimensión biológica, cronológica o social. También lleva a reconocer su propia dinámica al quebrar el conflicto, producto de modelos contradictorios de envejecimiento y a aceptar la dialéctica que se establece entre los dos polos existenciales: el desgaste e involución normal del organismo humano y el devenir personal. Teniendo en cuenta que desde esta concepción de la existencia humana, el concepto de desarrollo existencial más importante es el de «llegar a ser». La existencia nunca es estática: siempre está en proceso de llegar a ser algo nuevo, de trascenderse. La meta es llegar a ser completamente humano, es decir, realizar todas las potencialidades de ser-en-el-mundo o Dasein. Este es un proyecto infinito y difícil porque la elección de una posibilidad siempre significa excluir todas las demás. n Envejecer es entonces una vivencia personal, impredecible, única en nuestra existencia: es la gran lección que día a día nos da la vida. En la cual al hablar de Salud, sabemos debe abarcar a la persona en su integridad y en su red de vinculaciones sociales y culturales propias del momento histórico. En ese sentido, la salud, se entiende como la capacidad de luchar en la vida, de responder y crear en el seno de una comunidad compleja y móvil. Tal concepción lleva a plantearnos la responsabilidad personal y social para producir un ambiente humano personalizante, motivador de bienes y valores comunicables. Una calidad de vida, retomando para ello, también la importancia existencial del ejercicio profesional. Donde, no se trata de una cuestión de edad sino de que su tiempo y su conciencia tengan un objeto al que se entregue, y de que ella misma tenga la sensación, a pesar de su edad, de vivir una existencia valiosa y digna de ser vivida. Tampoco es necesario que la actividad sea retribuida o no. Lo importante y decisivo es que esa actividad despierte en la persona, aunque ésta sea ya anciana, la sensación de existir para algo o para alguien. n La vida, entonces a partir de esta visión, es elección. En esta elección inevitable se halla el fundamento de la preocupación, del ser de la vida como quehacer, de su proyección al futuro. Considerando el motor básico de la existencia humana que es la voluntad de sentido por medio de la cual daremos cuenta de la vida, la cual está abierta a un sentido por descubrir, asumir y ejecutar. Y en este camino, será importante que nos demos cuenta de que si reconocemos la finitud como algo propio de la condición humana esto nos lleva a considerar límites en el tiempo y en el espacio con lo cual podemos distinguir el fin de la vida como meta a realizar, como proyecto a concretar dentro de la especificidad personal. Tal proyecto peculiar y singular debe ser traducido, por lo mismo, en un estilo o modo de vida personal, sujeto creativamente a la influencia cultural, con valores propios y con dimensión tanto individual como social. Si bien la tendencia central del hombre es la búsqueda de un sentido para su existencia, tal sentido no es una realidad genérica sino que a cada uno le toca descubrir su sentido único e intransferible. Cada persona posee una misión a cumplir en la vida, un proyecto a realizar. Cada uno debe encontrar el sentido de cada situación en cada momento de su vida, descubriendo el valor para esa situación, y esto durante toda la vida, incluyendo la vejez. En consecuencia, siempre le es posible al hombre, a todo hombre por su simple condición humana, encontrar su sentido de la vida por tres caminos principales de realización de valores: de creación (trabajo), de vivencia (amor) y de actitud (testimonio). n En la Vejez, es importante tener presente dos aspectos que son fundamentales para vivir con sentido y dignidad, en especial en la segunda mitad de la vida: el concepto de sí mismo o autoestima y el «quehacer» personal como valor (quién soy y el para qué vivo). La ocupación entendida como el «quehacer» o el «proyecto personal» juega un papel decisivo en los sentimientos de identidad y autoestima. Es por ello, que resulta importante preguntarnos cuál es el «quehacer» propio del «ser viejo», y enfocar nuestros esfuerzos en indagar y reflexionar, con una actitud abierta sin limitaciones provenientes de prejuicios o de mitos sobre la realidad existencial de las personas mayores para descubrir sus posibilidades y condiciones y que hagan posible su continuo proceso de plenificación. n Así entonces a partir de este enfoque podemos hablar de llevar a cabo todo un proceso de educación para envejecer con sentido, el cual consistirá en aprender a vivir como un hombre completo, en cada etapa, pero «inacabado» en su ser total, que busca continuamente su nunca alcanzada plenitud humana. Se funda en el hombre como «ser abierto», no determinado en una única dirección, y sostiene que lo característico de la situación del hombre, es el hecho de que su existencia no le viene simplemente dada como al animal, sino que representa una tarea a realizar. En un mundo y una época que privilegia la exterioridad y la superficialidad de lo material y lo instintivo, se hace necesario contraponer una educación que lleve a destacar la interioridad a partir de la cual pueda cada ser humano tomar conciencia de sí mismo, ser dueño de su propia persona, enfrentarse con su mismidad y conducirse hacia una meta conocida y querida. Por lo tanto, el grado de madurez, autorrealización o plenitud que la persona va adquiriendo etapa tras etapa de la vida será una real conquista personal, única e intransferible, que dependerá de la edad, de las potencialidades inscritas en su «herencia filogenética» y de los condicionamientos sociohistóricos. Tal proceso implicará en la persona asumirse como dato y tarea, si bien se percibe mejor «al final de la vida», es el resultado del modo en que se ha vivido cada etapa de la existencia, de un devenir personal, de un ser-siendo que implica la posibilidad siempre enriquecedora de la «autenticidad». Ello significa buscar permanentemente, en el núcleo más íntimo, la auténtica verdad que es la que permite elaborar un proyecto de vida y un ser-así concordante con su «sí mismo», lo que conlleva a un vivir personalizado al descubrir el verdadero sentido del ser del hombre y del mundo. n La tendencia a la «búsqueda del sentido de la vida» propia de la naturaleza humana lleva a esclarecer que toda vida tiene algún objetivo pero nadie puede decirle a nadie en qué consiste. Cada uno debe hallarlo por sí mismo y aceptar la responsabilidad que su respuesta le dicte. Esto es, aceptar la capacidad humana de trascender sus dificultades y descubrir la verdad conveniente y orientadora. Una vida a partir de la conciencia es siempre una vida personal la conciencia incluye siempre el «ahí» concreto de mí «ser» personal. n A nuestra pregunta inicial de si es posible una Psicoterapia que reflexione y dé respuesta ante la vejez como etapa de vida podemos contestar que la teoría existencialista presentada es la que justifica y funda tanto la reflexión teórica como la praxis centrada en las posibilidades y condiciones que las personas presentan en esa etapa del ciclo vital. En consecuencia, podemos distinguir e incluso destacar por su significativa repercusión en la aceptación de la vejez como etapa valiosa y singular, una educación o preparación «para» el envejecimiento entendiendo por ello la progresiva superación de las crisis particulares de cada etapa de la vida, que permite, a su vez, vivir auténticamente en cada una de ellas. Esto supondrá un proceso educativo integral dirigido a todas las personas, en todas las edades y esto tanto desde lo formal como de lo no formal lo cual lleva a replantear la concepción de la Educación de Adultos y a repensar el Sistema Educativo Global. Se sostiene lo anterior por entender que el envejecimiento humano sano es responsabilidad y compromiso tanto de una política social global de la comunidad como de la necesidad de un desarrollo autónomo de la persona a lo largo de la vida lo cual significa, a su vez, que:
n A lo largo de la vida, cada momento encierra un sentido propio e intransferible que nos toca descubrir y sólo resulta comprensible desde el sentido total. Aceptar la vejez, en tal caso, significa reconocer que la vida no es una yuxtaposición de partes sino un todo que está presente en cada punto del transcurso. La capacidad de la persona a percibir totalidades llenas de sentido en situaciones concretas de vida, nos llevó a sostener que los mayores no sólo demuestran su voluntad de sentido en la búsqueda del mismo durante la vejez sana, sino que pueden encontrarlo por tres caminos correspondientes a tres categorías de valores: creativos, hacer o dar, vivenciales o de experiencia, por los cuales se distingue su capacidad no sólo de recibir sino fundamentalmente de abrirse a los demás, de donación de sí y el ultimo camino es el de las actitudes y convicciones. El modo de vida en la vejez dependerá, de la resignificación que logren los mayores en relación a sí mismos y al ambiente personal y social en el que les toca vivir. De allí surgen los valores y las actitudes nobles e importantes para su vida digna: comprensión, valentía, confianza, prudencia, integridad, espiritualidad, respeto a sí mismo, lealtad a la vida ya vivida, a la obra cumplida, al sentido de la existencia realizada. Valores y actitudes que sólo pueden realizarse entonces. Lo expuesto da sustento al objetivo propio de la vejez: sabiduría y autotrascendencia por el que las personas mayores logran abarcar de modo comprehensivo la totalidad de su existencia y les permite dar a su vejez temporal un sentido que compendia y plenifica las anteriores fases de la vida. n Las características esenciales de la persona que se destacaron en este trabajo, justifican un programa de tareas educativas fundamentales para la vejez concebida como una oportunidad más, tan digna y válida como cualquier otra etapa, para acceder al autoconocimiento y a la autopertenencia. El «ser viejo» en cuanto «es persona» lleva en su ser su quehacer esencial: «su programa educativo». La persona mayor no sólo es capaz de llevar a cabo proyectos sino que sigue siendo proyecto cuyo dinamismo fundamental está centrado en la riqueza interior conformada por una historia de vida y una cotidianeidad significativamente comprendida en su totalidad. El modo o camino que se muestra más apropiado es el de la relación, el diálogo, el encuentro personal (fundamentalmente intergeneracional). Por lo tanto, es necesario que la vejez recupere «su lugar propio de expresión». Para concretarlo es menester que los mayores sean apelados, convocados a «decir». Al «ser llamados», su «ser responsable» tiende a salir, se sienten vivos, tienen oportunidad para dar a través de un diálogo personalizante, hecho consulta. Asimismo, pueden expresar sus necesidades y proyectos, responder con valores que, al realizarlos van completando su objetivo último: «ser persona en plenitud» y encarnar la provocación Frankleana «la hora pasa, la pena se olvida, la obra queda», en el final mismo de la vida vivida con sentido, porque todavía es vida. n Dado el desarrollo y difusión de la psicoterapia existencialista formulada por Frankl resulta ser la Logoterapia la forma mas idónea para llevar al anciano al descubrimiento del sentido de vida en su vejez. Considerando, que la vida es una oportunidad y una exigencia de dar respuesta a las innumerables preguntas que el «cada día» pone delante de nosotros. Entendiéndose así, que el sentido de la vida no se puede definir en términos generales, ya que difiere de un hombre a otro, de un momento a otro, y lo que más importa es el significado de la vida para cada persona, en cada momento especifico, por lo tanto es algo muy subjetivo. Este sentido, se descubre, no se inventa, y es la razón por la que el hombre vive. (Frankl, 1950). Dicho sentido puede obedecer a tres factores: un hecho que se desea lograr, un principio que se debe tener y el sufrimiento como parte de la vida. Para que las personas puedan descubrir su propio sentido de la vida, deberán de ser conscientes de su libertad, dignidad, para aceptar su responsabilidad, para que encuentre sus valores creativos, experienciales y de actitud. n Se realizan en el mundo numerosas investigaciones acerca de cómo aumentar la longevidad y mejorar la calidad de vida de los seres humanos. No obstante, además de conocimiento y una sociedad más instruida, necesitamos que las personas mayores sean conscientes de su proceso de envejecimiento, de planear y anticipar su vejez. Para ello deberían de conocer temprano sus fortalezas y clarificar el significado que dan a su propia vida. Que la persona sea capaz de tomar decisiones responsables y con posibilidades de desarrollo. Esto implica que se han de rescatar y destacar las fortalezas que tienen los individuos, así como desarrollar nuevas habilidades para enfrentar sus vidas. Lo anterior les permitirá tomar conciencia de su proyecto de vida, el cual es un proceso educativo que permite al ser humano lograr desde su concepción hasta la ancianidad, la actualización del proyecto total de sí mismo, de forma continua e ininterrumpida, pero de ninguna manera homogénea, y por ello, imposible de ser estandarizada. n Para fortalecer el sentido de vida en lo que respecta a la motivación para el logro la persona adulta mayor debe mantenerse motivada mediante una evaluación positiva del pasado e incorporar nuevos papeles y actividades que reemplacen a los antiguos. Una vejez plena de sentido es aquella en la que se tiene una actitud contemplativa y reflexiva, reconciliándose con los logros y fracasos, y con los defectos. Debe lograrse la aceptación de uno mismo y aprender a disfrutar de los placeres que esta etapa brinda, lo que se obtiene más fácilmente si ha tenido preparación en las etapas anteriores. n No siempre es fácil ver sentido en una situación. En el dolor y sufrimiento sin esperanza, difícilmente se vislumbra una meta que valga la pena perseguir, pero aun así la elección de actitud permanece abierta. Frankl habla de la realización de nuestros «valores de actitud». A lo que él se refiere es a nuestra actitud ante los hechos inalterables que nos hacen infelices. La logoterapia ayuda a que la gente se conciencie de que le queda un camino a pesar de lo irrevocable de los hechos: la elección de actitud ante tales situaciones. Pueden aceptarla o condenarse ellos mismos o al mundo; pueden mostrar valor y confianza en el futuro, o desesperación. Es su elección. Si adoptamos una actitud positiva frente a circunstancias extremadamente negativas, conservamos el respeto por nosotros mismos y podemos soportar orgullosamente todo con dignidad y ser un ejemplo para otros en sus sufrimientos. Un cambio hacia lo positivo es un cambio hacia lo significativo, es obtener lo mejor de una situación inalterable, encontrar el sentido en ella. n Los supuestos teóricos en los que se basa, el enfoque existencial, como la psicoterapia, presenta una alternativa en la vejez, de crecimiento frente a la decadencia, una posibilidad de autonomía frente a la inminente dependencia, hacer conciencia de la libertad, la responsabilidad y la voluntad que guían nuestro comportamiento frente al destino, estereotipos y marginación social a la que continuamente se están expuestos, así como la elección de descubrir el significado de su existencia o caer en el vacío existencial. n Siendo importante que no olvidemos que el futuro de la psicoterapia con ancianos residirá en la mejora continuada de la valoración especializada diferencial de los trastornos psicológicos y de los efectos de los problemas médicos sobre la salud mental. Además, la psicoterapia con los ancianos implica asumir varios roles como el de terapeuta de casos, enfrentarse a problemas frecuentes de la edad avanzada y ser consciente de las dificultades de la contratransferencia cuando se trabaja con ellos. Los avances en el futuro de la psicoterapia con ancianos deben consistir en abarcar la diversidad de esta población, individualizando las intervenciones psicológicas de forma eficaz, especialmente aquellas que facilitan el cumplimiento terapéutico y progresar en lo relativo a las teorías subyacentes a la terapia con ancianos. Por último, a pesar de que la demanda de psicoterapia de las personas de edad avanzada crecerá con seguridad en las próximas décadas, la disponibilidad de esta psicoterapia vendrá determinada en gran parte por las fuerzas económicas y sociales que forman la política sanitaria y de salud mental tanto nacional como internacional del momento.
6. PROPUESTAS n Para futuras investigaciones se recomienda utilizar una prueba de Propósito de vida especialmente diseñada y validada para personas en edades avanzadas. n Determinar a partir de estos resultados, la importancia que tiene el seguir investigando acerca de lo que vivencia el ser humano en la última etapa de la vida y sobre el cómo es posible brindarles alternativas para el logro de un sentido de integridad, de coherencia y totalidad de la vida, en vez de dar vía a la desesperación sobre la incapacidad para volver a vivirla de manera diferente. n Los conocimientos actuales sobre la salud en la edad avanzada, así como los conocimientos sobre la interacción entre factores biológicos, sociales y psicológicos en esta edad permiten afirmar, sin lugar a dudas, que es posible mejorar la salud de las personas mayores. n A nivel asistencial cabe resaltar que pocos profesionales se interesan por trabajar con personas de la tercera edad y algunos hasta se niegan a hacerlo. Sin embargo es necesario que se den cuenta de que son de vital importancia sus aportaciones en el acompañamiento del anciano y en ese proceso de búsqueda de sentido. La persona profesional que desee trabajar con adultas y adultos mayores, debe partir de un enfoque existencial, promoviendo la construcción y clarificación de su sentido de vida, debe tener conocimiento de las teorías del desarrollo, de teorías y propuestas sobre sentido de vida, así como de los procesos de autoconocimiento e identidad, del contexto natural y sociocultural y del proceso de toma de decisiones, con el propósito de ayudarlos a asumir su existencia en la etapa y las situaciones vitales que estén experimentando.
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