Informaciones Psiquiátricas - Cuarto trimestre 2000. Número 162

Envejecer con buena salud. Perspectivas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la asistencia a los ancianos con Trastornos mentales

Dra. Mila García Barbero
Directora,
Oficina de la OMS para Servicios Integrados de Cuidados de la Salud.

Los problemas psicosociales de la gente mayor están condicionados por una serie de factores muchas veces más sociales que orgánicos. Necesitamos hablar de cómo aumentar los niveles de autonomía y como reducir el desamparo determinado por la soledad y en muchos casos la falta de recursos. Antes de tratar las aplicaciones específicas de cómo las sociedades europeas pueden asistir a la gente mayor con problemas psicosociales, es importante colocar la discusión en un contexto social amplio ya que el mantenimiento y la promoción de la salud, incluyendo la salud de la gente mayor, depende de una variedad de factores que afectan a la vida diaria. Así mismo, la población mayor de 60 años representa un 18% de la población europea y consume actualmente la mayor parte de los recursos sanitarios. Por otro lado, en estos momentos, las enfermedades mentales constituyen un serio problemas en muchas sociedades. En 1998 las enfermedades mentales constituían un 12% del total de las enfermedades, siendo de un 23% en los países de renta elevada y de un 11% en los países de renta media. Actualmente, 1,500 millones de personas en el mundo sufren algún tipo de desorden neurológico o psicológico, incluyendo trastornos de conducta o trastornos producidos por la ingestión de substancias nocivas y se espera que el total aumente hasta un 15% durante los próximos 20 años. La depresión ha sido situada la quinta entre las 10 causas mayores de enfermedad en los países desarrollados. Esta estadística no incluye la depresión no diagnosticada.

¿Cuales son las principales tendencias europeas cuando tratamos el bienestar psicosocial en la gente mayor? Hay cuatro factores condicionantes importantes:

El primero es la rapidez de los cambios en el mundo actual. Las nuevas tecnologías, los nuevos tipos de trabajo, las nuevas maneras de ocio y cultura, las nuevas estructuras sociales hacen que los avances vayan más deprisa de lo que muchas veces podemos absorber. Esta situación se ha visto agravada en los estados europeos del este donde debido al derrumbamiento del comunismo millones de personas tienen que hacer frente a un sistema de vida completamente distinto del que crecieron, con pocas habilidades adquiridas para poder enfrentarse a los nuevos desafíos. El cambio y el progreso no son malos per se, pero conllevan un alto nivel de incertidumbre, inseguridad y miedo a lo desconocido que se acentúa en las personas mayores con menor capacidad de adaptación y comprensión de las nuevas situaciones.

El segundo es el aumento de la pobreza y la marginación. A pesar del crecimiento espectacular hemos visto en diferentes partes del mundo desde 1970, más de tres mil millones de personas en todo el mundo que todavía siguen siendo pobres, es decir, viven con menos de dos dólares americanos por día. De éstos, 1.300 millones con menos de un dólar por día. El crecimiento de la población habrá aumentado estas cífras a cuatro mil millones y casi dos mil millones respectivamente en el año 2025.

El banco mundial lanzó recientemente un estudio llamado las «voces de los pobres» donde invitaron a 60.000 hombres y mujeres de 60 países a compartir sus realidades, sus esperanzas y sus expectativas de futuro. Entre los hallazgos encontramos que la pobreza no implica sólo una falta de poder adquisitivo sino que impide la tranquilidad proporcionada por la seguridad y predecibilidad, la buena salud y un sentido de pertenencia.

El tercero es el resultado del envejecimiento. En las próximas décadas veremos un gran cambio demográfico, tanto en países desarrollados como en industrializados. Hay actualmente cerca de 580 millones de personas en el mundo que tienen 60 años o más, y se espera que incremente en 1.000 millones en un plazo de 20 años – un aumento del 75% de esta categoría de edad comparado con el aumento del 50% de la población del mundo en su totalidad. En el 2020 aproximadamente el 70% de la población más anciana vivirá en países desarrollados. Con el alargamiento de la esperanza de vida, aumenta el deterioro cerebral y por lo tanto los problemas mentales.

El cuarto son los cambios socio-culturales, y el cuestionamiento del estado del bienestar. La necesidad de reducir los gastos sociales en todos los países desarrollados está condicionando la disminución de asistencia sanitaria y la búsqueda de nuevas fórmulas de gestión socio-sanitarias más eficaces, lo que afecta de manera especial a la población anciana. Durante muchos años el sistema sanitario actuaba también como sistema social con gran cantidad de camas de enfermos crónicos o ancianos con pequeñas minusvalías físicas o mentales. Hoy en día, sin embargo, la necesidad de incrementar la eficacia del sistema sanitario hace que se cierren gran número de camas tradicionalmente destinadas a pacientes crónicos, pero que no se sustituyan por otro tipo de instituciones o atención social. El déficit de camas en residencias de ancianos es notable en la mayoría de los países desarrollados.

Por otro lado, el desarrollo de la tecnología de la información permite el acceso a información que antes estaba restringida a grupos sociales y profesionales a gran parte de la población, que al estar mejor informada es más consciente y más exigente de sus derechos. Muchos países están desarrollando cartas o decretos de derechos de los pacientes que incluyen el derecho a la atención de calidad, a la información y quizás lo mas importante a la decisión compartida.

Todo ello conlleva al replanteamiento de esquemas tradicionales tanto de la asistencia sanitaria como de la social, la necesidad de actuaciones multisectoriales, de promover la salud y no sólo de tratar las enfermedades y en términos de los ancianos con problemas mentales, el crear entornos que les permitan desarrollar al máximo sus habilidades. Esto implica un cambio importante en la mentalidad de la comunidad y de las personas responsables de las decisiones políticas.

Podemos considerar que hay dos estrategias fundamentales para la mejor integración de los ancianos con problemas mentales en la sociedad: el considerar el envejecimiento como un proceso natural y no como una enfermedad y la actuación multisectorial y multiprofesional.

Puesto que las sociedades desarrolladas tendrán un mayor número de personas mayores que de gente joven, hay que buscar fórmulas que permitan a esta gente ser activos e independientes y contribuir al desarrollo de la comunidad. Hoy, tenemos la ocasión de ser pro-activos. Mañana, estaremos limitados para reaccionar ante los problemas futuros.

Hablando sobre un envejecimiento sano, no debemos caer en la trampa de la ausencia de enfermedad. En la OMS, estamos introduciendo el debate de un nuevo paradigma de la salud pública basado en la producción de salud. No es un concepto fácil, porque tiene un componente subjetivo muy importante y es difícil de medir. Si nos referimos a la definición de salud de la OMS (ausencia de enfermedad y estado de bienestar físico, mental y social) podemos llegar a confundirlo con la felicidad. Este concepto de salud adquiere una importancia especial en los ancianos en los que en mayor o menor medida siempre existe un deterioro físico o mental, pero que a pesar de ello pueden considerarse como sanos.

Muchos de los problemas de salud mental que aparecen en los ancianos, están condicionados por decisiones sociales: de situación de residencias que los aíslan de su entorno habitual y sus familiares, dificultades en el transporte, etc. Todos sabemos que la salud se crea principalmente fuera de los servicios sanitarios. Se crea en nuestro micro ambiente donde vivimos, donde trabajamos y donde nos divertimos. Una mujer mayor que se aísla porque vive en un apartamento muy grande en un cuarto piso, y que tiene dificultades en salir debido a su artritis crónica, que desarrolla síntomas depresivos y se hace así cada vez más inactiva, lo que esta mujer necesita en una primera fase es la asignación de un piso apropiado y no una cama en una centro geronto-psiquiátrico. La red inmobiliaria ganaría pisos más grandes que son necesarios para familias con niños. El sector de la asistencia sanitaria ganaría porque disminuirían lo servicios inadecuados. La cooperación intersectorial no es, por supuesto, nada fácil, es un proceso de aprendizaje entre las organizaciones con distintos objetivos e intereses que necesitan encontrar objetivos comunes.

La cooperación intersectorial tiene que incluir también a distintos profesionales. Esta necesidad de trabajo en equipo, cada vez más manifiesta en muchos campos de la vida cotidiana es todavía mas importante cuando los problemas están relacionados con los ancianos. La coordinación no se hace en las constituciones o las leyes, la consiguen las personas trabajando en equipo.

Teniendo en cuenta el envejecimiento progresivo de la población en Europa con el consiguiente aumento de las afectación de las funciones mentales, necesitamos articular los aspectos multidisciplinarios de envejecer, y mostrar que una orientación hacia la promoción de la salud y el mantenimiento de las personas ancianas como elementos productivos de la sociedad tiene rentabilidades sociales y económicas. Las personas ancianas y jubiladas tienen tiempo, algo cada vez más escaso entre la clase trabajadora, y pueden llevar a cabo un gran número de tareas beneficiosas tanto para ellos como para la comunidad en la que viven.

Como dice la Directora General de la OMS en el informe de salud publicado en el 2000 «...nuestro trabajo debe ser consistente con los principios de salud para todos y nuestras recomendaciones deben basarse en la evidencia más que en la ideología».

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