INFORMACIONES PSIQUIÁTRICAS - INFORME 218 - page 36

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Informaciones
Psiquiátricas
2014 - n.º 218
Alfredo Felices de la Fuente / Mónica Alonso Valcárcel
adaptándonos a sus necesidades. Esa es la
razón por la que se revisan, de manera re-
gular, conjuntamente con usuario y familias,
los objetivos rehabilitadores.
De esta manera, progresivamente, la per-
sona encontrará o recuperará una identidad
perdida, dando un nuevo sentido a su expe-
riencia. Así podrá definir los roles actuales,
recuperando alguno del pasado o creando un
rol nuevo. Hablamos, por ejemplo, de per-
sonas que han llegado al servicio con un
reciente rol de trabajador, rol que en ese
momento no pueden recuperar. Su paso por
el SRC ha facilitado que puedan elaborar y
crear un rol nuevo de voluntario, de estu-
diante, etc. Este rol siempre deberá ser ela-
borado y aceptado por la propia persona, ya
que de lo contrario no sería un rol propio, y
no se mantendría en el tiempo.
En ocasiones la persona decide adoptar el
rol de enfermo, y mantener este rol. A pesar
de que los profesionales opinamos que este
rol es contraproducente, además de inducir-
nos la sensación de haber fracasado en el
proceso rehabilitador, hemos de ser cons-
cientes de que para muchos de los usuarios
adoptar ese rol los contiene y los estabiliza.
En tercer lugar, es importante que, en la
medida que pueda, la persona encuentre un
significado a lo que “hace”, a lo que siente,
y al rol que en ese momento es capaz de
desarrollar en la comunidad.
Sería “fácil” (teniendo en cuenta las difi-
cultades de la persona) pensar que nuestra
tarea está hecha cuando un usuario comien-
za un curso de informática en una ámbito
normalizado. Llevamos insistiendo meses,
y al final lo conseguimos (nosotros). Pero,
¿qué ha conseguido realmente el usuario?
Una manera de valorar esta integración co-
munitaria es de forma cuantitativa: otra
persona más vinculada a un recurso externo.
Eso mejora nuestros indicadores de calidad,
que es un requerimiento del sistema público
de salud. Pero a nivel cualitativo, esta “in-
tegración” no tendría valor si no implicase
un cambio de rol social, o fuese una pieza
que encajase en su proyecto de vida.
Nuestra experiencia nos dice que si nos
quedamos sólo con el valor cuantitativo, la
integración no se mantiene, la persona aca-
ba abandonando la actividad comunitaria.
Por tanto, es indispensable que la perso-
na interiorice los cambios que la integra-
ción supone (un cambio de rol, una nueva
experiencia, una pertenencia a un grupo,
habilidades comunitarias como relaciones
sociales, manejo del estrés, resolución de
problemas, etc.), que los pueda explorar, y
entender. De esta manera, al encontrar un
sentido a lo que hace, también lo siente
como suyo.
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