Informaciones Psiquiátricas - Tercer trimestre 2006. Número 185

Psicodinamia del episodio melancólico agudo: La teoría clásica de Abraham

 

Miguel Ferrández

Centro Neuropsiquiátrico Ntra. Sra. del Carmen. Zaragoza.

 

Recepción: 17-10-05 / Aceptación: 02-06-06

 

RESUMEN

Se desgrana el pensamiento de Abraham en torno a la PMD centrándose en el episodio melancólico agudo, de forma cronológica y literal con el fin de resaltar la originalidad y la claridad en la exposición de sus ideas pioneras extraídas directamente de la clínica.

La depresión «psicótica» consistiría en que, a diferencia de la «neurótica», bajo una constitución impulsiva-ambivalente y una historia de decepciones infantiles, al sobrevenir una decepción se efectuaría regresión a la etapa infantil del desarrollo oral con la reactivación del deseo de devorar y destruir al objeto original (la madre, hacia la que existiría culpa por odio con la consiguiente incapacidad para amar) y su realización simbólica.

Se buscaría igualmente intentar mostrar la utilidad que el conocimiento de la dinámica inconsciente subyacente bajo el cuadro proporciona al psiquiatra para tratar mejor psicoterapéuticamente al paciente y efectuar un mejor diagnóstico de depresión y de su subtipo.

Palabras Clave

Melancolía, Abraham, psicoanálisis, depresión.

 

ABSTRACT

It sells the thought of Abraham around the PMD focusing in acute melancholic episode of form chronologic and literal in order to standing out the originality and the clarity in the exposition of its pioneering ideas extradite directly of the clinical practice.

Psycotic depression, as opposed to the neurotic, consists in under impulsive-ambivalent constitution and a history of childlike deceptions, unexpectedly deception was performed regressing to the childlike phase of the oral development with the

reactivation of the desire to devour and to destroy original object (the mother from the one that fault by hatred with the consequent incapacity to love) and its symbolic realisation.

It was sought likewise to try to show the utility that the knowledge of the dynamic unconscious underlying under the pinture provides the psychiatrist to perform better psychoterapeutic tratment and diagnose of depression and its subtype.

Keywords

Melancholia, Abraham, psychoanalysis, depression.

 

INTRODUCCIÓN

Vamos a intentar analizar algunas de las primeras aportaciones fundamentales del psicoanálisis a la psiquiatría, concretamente las relacionadas con la psicosis maniaco-depresiva por parte de Karl Abraham.

Nuestra intención es exponer su pensamiento ciñéndonos sobre todo al episodio agudo melancólico, de una forma cronológica, secuencial y escalonada diseñada por nosotros, soslayando demostraciones o evidencias clínicas (viñetas clínicas, asociaciones de palabras, etimologías, etc.) con el objetivo de lograr una mayor concreción.

Abundaremos lo más posible en frases literales entrecomilladas esparcidas a lo largo de los textos con el fin de respetar al máximo sus ideas originales, aun a riesgo de descompasar los tiempos verbales.

De esta manera pretendemos mostrar nuestra impresión de que los trabajos de tipo explicativo de su obra de épocas posteriores, como el muy reconocido de Ebtinger (1978), no aportan superior claridad pues en aquel momento los primeros psicoanalistas se mostraban muy didácticos a través de un lenguaje simple y reiteradas matizaciones. Tampoco creo lo había conseguido Fenichel, en su intención globalizadora de la teoría psicoanalítica, porque fusionó ideas varias, procedentes de diferentes autores sin especificar, junto a abundante cosecha propia.

Querríamos reivindicar el gran aporte de ideas propias condensadas de valor, creatividad y originalidad extraídas con rigor de la clínica.

Ciertamente los autores actuales han estructurado mucho más los conceptos teóricos pero sobre todo en algunas escuelas de psicoanálisis parece haber cierta complacencia en complicarlos u oscurecerlos o en recrear un lenguaje oscuro que se pretendería adecuado para hablar del inconsciente.

Estructuraremos la exposición de la manera siguiente:

I. Teoría

a) Generalidades con breve historia de la enfermedad en la antigüedad, edad moderna y en la clasificación norteamericana de psiquiatría con criterios diagnósticos de episodio depresivo mayor y episodio maniaco.

b) Autores y trabajos precursores del psicoanálisis de la depresión.

c) Abraham y su primer trabajo sobre la depresión: sinopsis biográfica, depresión neurótica y psicótica, culpa, estado predepresivo y sintomatología.

d) Abraham y su segundo trabajo sobre la depresión: la regresión oral canibalística.

e) Abraham y su obra cumbre sobre la depresión: carácter y bifase anal, condiciones de aparición, diferencias con el duelo, crimen simbólico, consecuencias de la introyección y desenlace del episodio.

f) La manía.

g) Efectos terapéuticos del psicoanálisis.

h) Comentarios de Abraham y Freud en relación a los criterios diagnósticos de episodio depresivo mayor con síntomas melancólicos del DSM IV-TR.

i) Conclusiones.

II. Anexos

–   1er anexo: Con el fin de no confundir o sobrecargar la exposición del pensamiento de Abraham, se añaden comentarios conexos correspondiendo con la numeración intercalada.

–   2º anexo: los conceptos teóricos del psicoanálisis los hemos señalado en letra bastardilla conforme van apareciendo y efectuamos un pequeño resumen de los mismos por orden alfabético al final del trabajo a través de revisión propia o bien a través del diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis o de los comentarios de Strachey en la traducción al español por Etcheverry de la Standard Edition.

III. Bibliografía

 

I. TEORÍA

A) GENERALIDADES ACERCA DE LA MELANCOLÍA

Concepto en la antiguedad

Ya Hipócrates en el siglo V a.C. habló de las enfermedades mentales y de la melancolía. Dijo cosas como éstas «la primavera produce perturbaciones mentales, melancolías…» o «en el otoño abundan aberraciones mentales».

En el siglo I d. C. debemos citar a Areteo de Capadocia, en el siglo II d. C. a Galeno, en el siglo X a Avicena y en el siglo XVII a un profano, Burton, con su importante obra «La anatomía de la melancolía» (1621) en el que quedaba descrita la enfermedad perfectamente.

En la edad moderna

En su influyente «Tratado de la Manía» de 1801, en el que abarcaba a todas las enfermedades mentales, el francés Pinel dedicó el capítulo IV a la melancolía. En 1863 debemos destacar la aportación de Kahlbaum distinguiendo dos afecciones mentales distintas, la manía y la melancolía. Falret (1854) describió lo que llamó la «folie circulaire» a la par que lo hizo otro discípulo de Esquirol Baillarger que la denominó «folie a double forme» lo que dio lugar a controversias acerca de la prioridad en la descripción.

Kraepelin (1856-1926) definió en las diferentes ediciones de su clásico tratado de psiquiatría lo que llamó psicosis maniaco-depresiva diferenciándola con precisión de la esquizofrenia, algo que en aquel momento no era tan fácil como podemos suponer actualmente. Coexistían entonces en los hospitales psiquiátricos toda clase de cuadros psiquiátricos y este autor acabó deduciendo que aquellos casos de mejor pronóstico y menor deterioro final correspondían a esta enfermedad y no a la que llamó demencia precoz.

Bleuler (1857-1939) introdujo los conceptos de depresión reactiva y melancolía involutiva.

En el siglo XVIII Cullen introdujo la palabra depresión (Mendilaharsu 1988), usándose con la de melancolía de forma indistinta desde mediado el siglo XIX y finalmente ésta última pasó a representar un subtipo grave y endógeno de la depresión.

El progreso de la psicofarmacología ha ayudado a controlar la enfermedad, con gran alivio para el sufrimiento del enfermo, pero a costa de privarnos a los profesionales de contemplar el curso y la evolución de la enfermedad como aquellos psiquiatras podían hacerlo —razón de la importancia que mantienen los textos descriptivos hoy llamados clásicos.

En el D. S. M.

–   La Asociación Americana de Psiquiatría en su primera edición de la clasificación de las enfermedades mentales (1951), DSM I, bajo la influencia de Adolf Meyer (1866-1950) hablaba de reacciones afectivas.

–   En la 2ª edición (1968), DSM II, distinguió entre trastornos afectivos —término acuñado por H. Maudsley— mayores y menores, tipos maniaco y depresivo.

–   En la 3ª edición, DSM III lo hizo entre trastorno monopolar y bipolar en base al trabajo de Leonhardt.

–   En su revisión (DSM III-R) introdujo la denominación de trastornos del estado de ánimo así como el subtipo melancólico para definir lo que la psiquiatría clásica nombraba como endógeno, a saber los casos en los que se pensaba que no existían factores exógenos o reactivos de importancia. Sus criterios se aplican al episodio más reciente de un trastorno depresivo mayor o de un trastorno bipolar I o II.

El DSM IV no facilita diferenciar entre la depresión mayor y trastorno adaptativo deprimido por estresantes (Akiskal 1997).

Criterios para el episodio depresivo mayor DSM-IV-TR (cuadro)

A. Presencia de 5 (o más) de los siguientes síntomas durante un periodo de 2 semanas que representan un cambio respecto a la actividad previa; uno de los síntomas debe ser (1) estado de ánimo depresivo o (2) pérdida de la capacidad para el placer.

Nota: No incluir los síntomas que son claramente debidos a enfermedad médica o las ideas delirantes o alucinaciones no congruentes con el estado de ánimo.

1.   Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi cada día según lo indica el propio sujeto (p. ej. se siente triste o vacío) o la observación realizada por otros (p. ej. llanto).

Nota: En los niños y adolescentes el estado de ánimo puede ser irritable.

2.   Disminución acusada del interés o la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades, la mayor parte del día, casi cada día (según refiere el sujeto o perciben los demás).

3.  Pérdida importante de peso sin hacer régimen o aumento de peso (p. ej., un cambio de más del 5% del peso corporal en 1 mes), o pérdida o aumento del apetito casi cada día. Nota: En niños hay que valorar el fracaso en lograr los aumentos de peso esperables.

4.  Insomnio o hipersomnia casi cada día.

5.  Agitación o enlentecimiento psicomotores casi cada día (observable por los demás, no meras sensaciones de inquietud o de estar enlentecido).

6.  Fatiga o pérdida de energía casi cada día.

7.  Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados (que pueden ser delirantes) casi cada día (no los simples autorreproches o culpabilidad por el hecho de estar enfermo).

8.  Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión, casi cada día (ya sea una atribución subjetiva o una observación ajena).

9.  Pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a la muerte), ideación suicida recurrente sin un plan específico o una tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse.

B. Los síntomas no cumplen los criterios para un episodio mixto.

C. Los síntomas provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

D. Los síntomas no son debidos a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej. una droga, un medicamento) o una enfermedad médica (p. ej. hipotiroidismo).

E. Los síntomas no se explican mejor por la presencia de un duelo (p. ej., después de la pérdida de un ser querido) los síntomas persisten durante más de 2 meses o se caracterizan por una acusada incapacidad funcional, preocupaciones mórbidas de inutilidad, ideación suicida, síntomas psicóticos o enlentecimiento psicomotor.

Criterios para el episodio maniaco (DSM IV T-R) (cuadro)

A. Un periodo diferenciado de un estado de ánimo anormal y persistentemente elevado, expansivo o irritable, que dura al menos 1 semana (o cualquier duración si es necesaria la hospitalización).

B. Durante el periodo de alteración del estado de ánimo han persistido 3 (o más) de los siguientes síntomas (4 si el estado de ánimo es sólo irritable) y ha habido en un grado significativo:

1.  Autoestima exagerada o grandiosidad.

2.  Disminución de la necesidad de dormir (p. ej. se siente descansado tras sólo 3 horas de sueño).

3.  Más hablador de lo habitual o verborréico.

4.  Fuga de ideas o experiencia subjetiva de que el pensamiento está acelerado.

5.  Distraibilidad (p. ej. la atención se desvía demasiado fácilmente hacia estímulos externos banales o irrelevantes).

6.  Aumento de la actividad intencionada (ya sea socialmente, en el trabajo o los estudios, o sexualmente) o agitación psicomotora.

7.  Implicación excesiva en actividades placenteras que tienen un alto potencial para producir consecuencias graves (p. ej. enzarzarse en compras irrefrenables, indiscreciones sexuales o inversiones económicas alocadas).

C. Los síntomas no cumplen los criterios para el episodio mixto.

D. La alteración del estado de ánimo es suficientemente grave como para provocar deterioro laboral o de las actividades sociales habituales o de las relaciones con los demás, o para necesitar hospitalización con el fin de prevenir los daños a uno mismo o a los demás, o hay síntomas psicóticos. Los síntomas provocan malestar significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

E. Los síntomas no son debidos a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej. una droga, un medicamento) o una enfermedad médica (p. ej. hipotiroidismo).

Nota: Los episodios parecidos a la manía que están claramente causados por un tratamiento somático antidepresivo (p. ej. un medicamento, terapéutica electroconvulsiva, terapéutica lumínica) no deben ser diagnosticados como trastorno bipolar I.

B) AUTORES Y TRABAJOS PRECURSORES EN EL PSICOANÁLISIS DE LA DEPRESIÓN

Una serie de autores pueden considerarse los pioneros en el psicoanálisis de la depresión, especialmente los que abordaron el tema antes de la 2ª Guerra Mundial:

–  Maeder, Gustav (1910): fue el primero que publicó el análisis de un único caso clínico de depresión melancólica en 4 sesiones.

–  Abraham, Karl (1911): «Preliminares a la investigación de la locura maniacodepresiva».

–  Abraham (1916): «El primer estadio pregenital de la libido».

–  Freud, Sigmund (1917): «Duelo y melancolía».

–  Freud (1923): El yo y el ello.

–  Freud (1924): Psicología de las masas y análisis del yo.

–  Abraham (1924): «Un breve estudio de la evolución de la libido, considerada a la luz de los trastornos mentales».

–  Rado, Sandor (1928): El problema de la melancolía.

–  Klein, Melanie (1934): Contribución a la psicogénesis de los estados maniacodepresivos.

Karl Abraham entabló un fructífero diálogo —al decir de Ebtinger— epistolar con Sigmund Freud, sobre el tema desde 1904 que se refleja en una correspondencia de 360 cartas.

Citaremos sus primeras contribuciones al estudio de la depresión para a continuación ir desgranando su contenido cronológicamente. Todas ellas parecen referirse a depresiones endógenas (1). Él se refiere constantemente al vocablo kraepeliniano manish-depressives Irresein y Freud utilizaba el término melancolie en Duelo y melancolía (Ebtinger 2000) aunque según Tellenbach (1975) las de Abraham, a las que él mismo se refería como «afecciones cíclicas», se trataban de melancolías bipolares y el typus melancholicus que él definió correspondía sin embargo a un estudio sobre enfermos unipolares. Por tanto nos referiremos a la psicodinamia de la depresión endógena en el trastorno bipolar.

C) ABRAHAM Y SU PRIMER TRABAJO SOBRE LA DEPRESIÓN

Sinopsis biográfica

Abraham nació en 1877 en Bremen por lo que era 21 años menor que Freud. Trabajó cuatro años en el Hospital Municipal de Psiquiatría de Dalldorf, próximo a Berlín, y los tres siguientes en el psiquiátrico suizo de Burgholzli bajo la dirección de Bleuler y Jung.

En 1908 creó la Sociedad Psicoanalítica de Berlín y 4 años después el comité de los seis principales adeptos a Freud por parte de quién recibieron unos anillos que les distinguían.

En 1914 fue designado para reemplazar a Jung, tras su abandono de la Presidencia de la Asociación Psicoanalítica Internacional, lo que mantuvo hasta su prematura muerte en 1925 a los 48 años de edad.

Depresión neurótica y psicótica

Abraham en 1911, año importante en la psiquiatría por ser el de la introducción por Bleuler del concepto de ambivalencia y del término esquizofrenia —en lugar del de demencia precoz—, efectuó su primer trabajo importante sobre el tema: su famoso «Preliminares». Diferenció entre depresión neurótica y psicótica.

–   Explicaba que la depresión neurótica o usual, a diferencia de la tristeza o el pesar ordinario «tiene una motivación inconsciente y es una consecuencia de la represión» y aparece cuando la persona «tiene que abandonar su objetivo sexual sin haber conseguido gratificación. Se siente no amado e incapaz de amar» (2) y se resuelve cuando «su causa deja de operar, sea por un cambio real en la situación o por una modificación psicológica de las ideas poco placenteras con las que se enfrenta».

–  En la depresión psicótica el desarrollo «es distinto, en este caso a la represión sigue un proceso de proyección» y «se oculta un conflicto diferente» por derivarse «de una actitud de la libido en la cual predomina el odio» (3). Éste según Abraham es dirigido «en primer lugar contra los familiares más cercanos (4) y luego se generaliza. Puede ser expresada con la fórmula siguiente «no puedo amar a la gente, tengo que odiarla» (5).

La «percepción interna» (6) de dicha actitud de odio, aunque sería reprimida, le originaría «sentimientos de insuficiencia» que Abraham intuyó que en gran medida favorece «la formación de estados depresivos». El contenido de dicha percepción sería «proyectado al exterior» permutándose por la «idea de que no es amado por su contorno sino odiado».

El enfermo mediante el mecanismo de desplazamiento buscaría explicación para ello (7) en que se debería a «defectos físicos o psíquicos» suyos «innatos» y no «a su sadismo imperfectamente reprimido» razón justificatoria para decirse a sí mismo «por eso soy desgraciado y estoy deprimido».

Ello justificaría un deseo de venganza que le generará culpa con autorreproches (8). El melancólico según Abraham «adoptará una actitud pasiva y obtendrá placer de su sufrimiento» por «refuerzo de las tendencias masoquistas» ante la obstrucción de «una fuente de placer tan importante como aquella de donde surgen los instintos activos».

Culpa

La culpa resulta según Abraham de «la supresión de esos frecuentes impulsos de odio y venganza» que «cuanto más violentos» sean mayor será la «severidad del estado depresivo» y «tanto más marcada» será, porque habrá «sido reprimido en el inconsciente un insaciable sadismo dirigido contra todos» por lo que se «originan la depresión, la ansiedad y los autorreproches».

Esta «idea de culpabilidad contiene el cumplimiento de un deseo, el deseo reprimido de ser un criminal», tal como Freud había descrito para la neurosis obsesiva, lo que resulta «en extremo dolorosa para su conciencia».

Estado predepresivo

Ante la inminencia de la emergencia del episodio depresivo agudo los pacientes pueden buscar sublimar «una libido que no pueden dirigir hacia un fin verdadero» siendo «más enérgicos que lo acostumbrado en sus ocupaciones y modo de vida» «para cerrar los ojos ante el conflicto que hay en su interior y para evitar el estado de ánimo depresivo que está pugnando por aparecer en la conciencia».

Sintomatología

–  Ideación de culpabilidad con autorreproches, ya citada.

–  Cese de su interés por el mundo exterior lo que «conduce a un estrechamiento de su horizonte mental» y puede llevar hasta el «monoideismo».

–  Inhibición mental (hemmung), «ras-go cardinal» de la depresión (9) del que Abraham señala dos causas:

1.  Que «busca inconscientemente su apartamiento del mundo».

2.  «Tendencia hacia una negación de la vida» que en sus más altos grados como «el estupor depresivo, representan una muerte simbólica» pero admite que existen «otros determinantes relacionados con las circunstancias individuales del paciente».

–  Ideación delirante de empobrecimiento (congruente con el estado de ánimo según el DSM) que provendría «de una percepción reprimida de su incapacidad para amar» a través de «la identificación de la libido con el dinero, del poder sexual con el pecuniario», por lo que «la libido del paciente ha desaparecido del mundo».

Es frecuente en el periodo de involución senil y representa entonces una percepción reprimida de una «vida malgastada» «en personas cuya vida erótica no ha tenido gratificación».

–  La manía: según Abraham «ambas fases están dominadas por los mismos complejos» y la manía aparece «cuando la represión no puede resistir más el asalto de los impulsos reprimidos», «el componente sádico es liberado de sus grilletes» y se produce «la eliminación de las inhibiciones» y «la libido posi-tiva y la negativa (amor-odio, deseos eróticos-hostilidad agresiva) surgen a la conciencia con igual fuerza» retornando «a una época en la que los impulsos no habían sucumbido a la represión».

Se obtendría placer mediante:

1. El «ahorro de energías en la inhibición».

2. La accesibilidad a «viejas fuentes de placer».

3.  Lo que denomina «técnica de producción de pensamientos maniaca» que consiste en la «pérdida de vista» de la meta comunicativa a través de «la abolición del control lógico y el jugar con las palabras» (10) que permite:

a)  «Resbalar por medio de ligeras alusiones a ideas que son penosas para la conciencia, por ejemplo, las ideas de insuficiencia».

b)   «Una juguetona alusión a cosas placenteras que generalmente están suprimidas».

Existiría una semejanza con la mentalidad del niño y el rapport con su psiquiatra «es el mismo que se establece con un niño de 5 años» (11).

D) ABRAHAM Y SU SEGUNDO TRABAJO SOBRE LA DEPRESIÓN

Regresión oral canibalística

En 1916 Abraham de nuevo fue el que hizo otra importante contribución el tema que nos ocupa con su artículo «El primer estadio pregenital de la libido» (12). Teorizó que en el melancólico existe una regresión a la etapa oral del desarrollo psíquico descrita por Freud y «dirige hacia su objeto sexual el deseo de incorporarlo. En lo profundo de su inconsciente hay una tendencia a devorar y destruir a su objeto».

Existirían «impulsos canibalísticos inconscientes» para Abraham «en las personas adultas normales» y en la persona melancólica serían tales sus «deseos reprimidos más profundos» —por su especial disposición, licantropía en la psiquiatría clásica— que viviría como «sus pecados» a saber un «comer prohibido» lo que le conduciría a evitar comer para impedirse «llevar a cabo los impulsos reprimidos. Al mismo tiempo se amenaza con el único castigo que está en armonía con sus impulsos canibalísticos inconscientes: la muerte por inanición» (13).

E) ABRAHAM Y SU OBRA CUMBRE SOBRE LA DEPRESIÓN

Carácter y bifase anal

En 1924 Abraham dio a luz su trabajo fundamental sobre el tema que tratamos, que junto a las otras dos obras diseccionadas previamente constituyen según E. Jones su contribución más sistemática e importante a la psicopatología y el estudio que le fascinó más.

Efectuaba una comparación con la neurosis obsesiva y observaba que el estado caracterial del melancólico en los intervalos libres de enfermedad era similar al del neurótico obsesivo. Amor a la limpieza, orden compulsivo, escrupulosidad —más en el terreno de la omisión que en el de la acción (C. del Pino 2002)—, etc. derivarían de sublimaciones de instintos sádicos o de formaciones reactivas contra tendencias coprofílicas y tendencias de dominio.

En suma cavilaciones inconscientes acerca de retener o expeler al objeto ante su ambivalencia frente al mismo y en suma sobre mantener el control sobre él ya que en los dos trastornos se «expresa su actitud positiva hacia su objeto en la forma de una retención de su propiedad y su actitud negativa en la forma de un rechazo de ella».

«Cuando el neurótico obsesivo se ve amenazado con la pérdida de objeto y cuando el melancólico lo pierde en realidad, eso significa para el inconsciente de ambos una expulsión de ese objeto, en el sentido de una expulsión física de excrementos».

El componente instintivo del sadismo para Abraham manifestaba dos tendencias opuestas: «una de estas tendencias es la de destruir el objeto (o al mundo externo), la otra es la de controlarlo»; la última, la de preservación del objeto «se ha desarrollado por medio de un proceso de represión a partir de la tendencia destructora mas primitiva».

Abraham entendió pues que se produciría la melancolía «si triunfan las opuestas tendencias anal-sádicas-las que se proponen destruir y expulsar al objeto».

Ello le permitió conjeturar la existencia de dos periodos en la fase anal freudiana del desarrollo:

–   Uno retentivo o posesivo en el que se anclaría el obsesivo —con su duda entre destruir o no al objeto— pero en el que «predominan las tendencias de retención y control del objeto».

–   Otro expulsivo, «más temprano, en el que ocupan el primer plano las hostiles hacia el objeto que se proponen destruirlo y perderlo» periodo al que habría quedado fijado el futuro melancólico.

El paso de uno a otro periodo «coincide con la clasificación de neurosis y psicosis que hace la medicina clínica» aunque el autor advierte que entre las afecciones de los dos tipos «el psicoanálisis no intentará establecer una separación rígida».

Se habría evolucionado según la teoría freudiana, de la fase del narcisismo, en la que el niño carece de objeto de amor, a la que se toma a sí mismo como objeto —para más adelante llegar a ser capaz de amar a otro.

Sería pues en el contexto mental sádico-anal, accedido por regresión, en el que se producirá la expulsión de objeto melancólica ya que se trata de una etapa del desarrollo libidinal, y diríamos nosotros psíquica, en la que el individuo en su elaboración mental «considerará a la persona que es el objeto de su deseo como algo sobre lo que ejerce un derecho de propiedad y que en consecuencia trata a esa persona del mismo modo a como a su primera propiedad privada, es decir, el contenido de su cuerpo, sus heces».

Según Abraham en el momento de la aparición de su enfermedad el paciente depresivo habrá «roto por completo todas las relaciones con el objeto».

Condiciones de aparición

En «Un breve estudio...» estableció que «sólo» aparecía una depresión de tipo melancólico si se hallaban presentes la totalidad de una serie de factores etiológicos, (que a la luz del DSM habría que entender tanto en el paciente unipolar como en el bipolar) que eran los siguientes:

1.  Factores constitucionales:

a) «Lo que es realmente constitucional y hereditario es una acentuación del erotismo oral» con poderosos impulsos sádico-orales (14).

A este punto fundamental hemos añadido lo que hemos extraído de su obra:

b) De carácter innato: «sólo sucede en una pequeña parte de los casos».

c) «Grado de ambivalencia desusadamente alto» (15).

d) «Sentimiento de superioridad» junto a «desprecio hacia las demás personas».

e) «Sobreestimación del ego y una subestimación de él».

2.  «Fijación de la libido en el nivel oral»: personas con gran sentido del placer desde bebés en el ejercicio de la succión y la alimentación.

3.  «Sucesivas decepciones afectivas» infantiles que en otro lugar califica de «experiencias traumáticas» y que «provocaron experiencias de carácter penoso» (16).

4.  «Primera decepción afectiva importante antes de que los deseos edípicos infantiles hayan sido superados» que los asociará con la etapa canibalística lo que «facilitará una subsiguiente introyección de sus dos objetos amorosos, es decir, de su madre en primer lugar, y luego de su padre» (aquí estaría hablando ya de la doble introyección).

5.  «Repetición en el adulto de la decepción primaria»: «ésta es la causa desencadenante». Parecería sugerir Abraham que la induciría el propio paciente cuando dice «en ninguna otra forma de neurosis opera tan fuertemente la tendencia compulsiva a repetir una experiencia como en las afecciones maniaco-depresivas» y «todo el caudal de su ira se dirige una última instancia contra una sola persona» que es «contra el primer objeto» amoroso.

Podríamos añadir nosotros dos condiciones más, extraídas la primera del trabajo inicial de 1911 y la segunda del que comentamos:

6.  «Toda situación que requiera una decisión definida en el campo de la libido» (lo que podría entenderse bajo lo simbólico lacaniano).

7.  Que «la capacidad de amar», habría observado «un desarrollo especialmente pobre», de ahí que «si cae enfermo, su tendencia a incorporar el objeto de una manera canibalística obtiene el predominio hecho que coincidirá con una regresión a la segunda etapa» de la fase oral.

Diferencias con el duelo

En los dos se realizaría mediante el mecanismo de introyección, que «tiene el carácter de incorporación física por la boca» pero existirían «importantes diferencias» ya que en el pesar normal se produciría:

1.  «Una momentánea introyección».

2.  Ante «una pérdida real (muerte)».

3.  Con el fin principal de «mantener las relaciones de la persona con el objeto desaparecido o compensar su pérdida».

4.  «El conocimiento consciente de la pérdida nunca abandonará a la persona sana».

5.  «Los sentimientos de afecto desalojan a los hostiles».

Sin embargo en la melancolía:

1.  Existe un conflicto de «sentimientos ambivalentes».

2.  Del que sólo puede escapar «dirigiendo hacia sí mismo la hostilidad que sentía originariamente hacia su objeto».

3.  «Todo sentimiento de amor es amenazado de inmediato por la emoción opuesta».

4.  «Una frustración, una decepción por parte del objeto amado puede desencadenar en cualquier momento una ola poderosa de odio que barrerá los sentimientos de amor, débilmente arraigados».

5.  Se llegará entonces «al abandono del objeto» de una forma activa y voluntaria se entiende, no a la asunción ante lo irreversible.

Introyección y regresión a la fase oral

Recordaba Abraham que «la tendencia a abandonar el objeto amoroso tiene su fuente en la fijación en la primera fase anal sádica» o expulsiva pero descubrió que en el melancólico retrocedía al nivel oral descrito por Freud concluyendo que «el melancólico está tratando de escapar a sus impulsos oral-sádicos» correspondientes al periodo de mordedura que coincidiría con la aparición de la dentadura, por lo que lo denominó sádico-oral, ya que habría ambivalencia hacia el objeto, ante la facultad de incorporar y destruir por primera vez.

Existiría previamente un «nivel» ligado al acto de succionar que sería «de incorporación pero que no pone fin a la existencia del objeto». En él «el niño todavía no puede distinguir entre el propio yo y el objeto externo» —niño y madre que amamanta— ni de «odio y amor» y por tanto de ambivalencia.

Crimen simbólico

Abraham señaló que «el paciente ha introyectado su objeto amoroso original (17) sobre el cual construyó su ideal del ego (18); de modo que este objeto ha asumido para él el papel de la conciencia, si bien de forma patológica». Aunque «la ambivalencia se aplica del mismo modo a ambos padres (19)», «en la melancolía todo el proceso psíquico se centra en lo principal en torno de la madre».

Existiría en la personalidad del melancólico una tendencia inconsciente a sentirse dominado por parte de esa madre interior que habría sido vivida como castrante (Starcke) en el momento del retiro del pecho. Como respuesta conjetura una respuesta de carácter ambivalente:

–   «Un deseo negativo tendente a su destrucción», por el que buscaría «su destrucción o su muerte», lo que exponía así: «el melancólico desea vengarse de su madre castrándola (a su vez, quitándole sea sus pechos o su pene imaginario. En su imaginación siempre escoge el mordisco como medio».

–   Lo que implicaría también «un acto de deseo positivo» a saber «una incorporación total o parcial de la madre (20)».

Al acontecer la decepción del objeto amoroso la ira producida reactivaría la del enfermo hacia su objeto original «a quien era más afecto en la infancia» hasta el desencadenamiento de su destrucción criminal que se viviría como una pérdida por evacuación del objeto representado por lo excremental y una posterior incorporación devoradora «forma de identificación específicamente narcisista», vehículo de la pulsión coprofágica, para pasar a destruirlo.

Dice Abraham que en la melancolía hubo «algún particular objeto introyectado al que se le trató como una porción de alimento que ha sido incorporada» efectuando con él «el crimen primario, que en realidad no se habría cometido» con lo cuál se habría protegido de llevarlo a cabo hacia la persona desencadenadora de la afrenta.

Consecuencias de la introyección

Las diferencias con Freud en cuanto al efecto de la introyección melancólica serían según Fenichel (1957) que para el primero se habría producido lo que tan bien supo expresar con su famosa frase la sombra del objeto desciende sobre el yo y para Abraham sería la sombra de la madre la que descendería y existiría además la posibilidad de efectuarse un «doble proceso de introyección»: «su objeto amoroso original, sobre el cual construyó su ideal del ego» que habría «asumido para él el papel de la conciencia, si bien de una forma patológica», efectuando «una despiadada crítica del objeto introyectado (21)».

Desenlace del episodio

En su importante trabajo de 1924 incorporando Abraham el concepto de superyo de Freud afirmaba «el niño forma su superego introyectando en el ego los objetos de su libido». Aquél mediante una de sus funciones denominada «conciencia» «instruye al ego sobre lo que debe y no debe hacer, del mismo modo que solían hacerlo anteriormente las personas que ejercían autoridad sobre él» y señalaba «en la melancolía vemos que el superego ejerce su función de crítica con excesiva severidad (22)».

El objeto amoroso habría sido devorado simbólicamente por identificación narcisista, «específicamente melancólica», tras haber identificado «al objeto amoroso que ha perdido y abandonado con el producto más importante de su evacuación corporal —con sus excrementos— y lo reincorpora dentro de su ego (23) por medio del proceso que hemos llamado introyección», que sería «en su totalidad (24)» y continuaría «ejerciendo desde dentro su poder despótico».

Según Abraham en el niño «el proceso de superación de los impulsos canibalísticos está íntimamente asociado con un sentimiento de culpa que pasa al primer plano como típico fenómeno inhibitorio (25)». Habría habido además «apaciguamiento» en la agresividad debido a la «autotortura» por los autorreproches (26) continuos y dicho objeto, provocador del episodio depresivo, podría «salir de su escondite» y reponerse en el mundo exterior con lo que se habría «apartado al objeto amoroso del peligro de ser destruido».

De esta manera se habría dado fin al ciclo de «metabolismo psicológico». En cada episodio agudo el melancólico —y también el maniaco— lo «ejecuta de tiempo en tiempo, en un plano psicológico» repitiéndolo.

F) LA MANÍA

En su trabajo cumbre de 1924; Abraham vuelve a retomar el tema de la manía. Al igual que Freud la contemplaba formando parte de la misma enfermedad en la línea de Kraepelin (27) pugnando con el mismo complejo al que el yo probablemente sucumbe en la melancolía, mientras que en la manía lo ha dominado o apartado. Poco después pareció inclinarse Freud por la primera posibilidad al afirmar, aunque con reservas, que la manía constituía un triunfo por la emancipación del sometimiento al objeto para lo que él yo tenía que haber vencido a la pérdida del objeto, o al duelo por la pérdida o quizás al objeto mismo.

Para Abraham sin embargo bajo el «aspecto de un frenesí de libertad» no habría tal liberación del objeto (28). Al igual que en la melancolía se ejecutaría el citado crimen interno en cada episodio agudo dirigiéndose «las fantasías del paciente maníaco» «en su mayor parte contra su madre». Señalaba también la «tendencia a un comportamiento agresivo y temerario», la «excesiva sensación de poder» y la aparición de «ideas grandiosas» al modo jactancioso infantil (29).

Pensamos con Garma (30) que el sometimiento superyoico es mayor en la manía que en la melancolía y que en los casos en que irrumpe de entrada arrolladoramente el episodio maníaco debe de haber existido un previo estado melancólico, que

habría pasado desapercibido (31), y ese supuesto éxito del maníaco sobre el objeto se revelará efímero ante la posterior depresión aguda, que acostumbra a sobrevenir a continuación. Ello nos hará pensar que habría acaecido lo contrario: una cesión en los diques de contención de la personalidad ante el arrollador barrido del impulso depresivo (32).

G) EFECTOS TERAPÉUTICOS DEL PSICOANÁLISIS

Para su primer trabajo de 1911 Abraham efectuó su observación a partir de la observación de seis casos, tres de depresión ligera por ciclotimia, uno de melancolía y tres de psicosis depresiva. Concluyó que el psicoanálisis debería iniciarse «en los intervalos libres entre los ataques maníacos o depresivos».

Posteriormente trató otros dos casos entre 1920 y 1924 y análisis fragmentarios.

Según él resultaba «extraordinariamente difícil establecer una transferencia con estos pacientes», quienes en su depresión «se han apartado del mundo», obstáculo que habría conseguido superar el método psicoanalítico; razón por la cual le parecía ser «la única terapéutica racional para aplicar a las psicosis maniaco-depresivas». Actualmente, según la Sinopsis de Psiquiatría Kaplan-Sadock de 2004, la psicoterapia psicoanalítica

es el método de tratamiento más común para el trastorno distímico en el que podemos incluir gran parte de las depresiones llamadas endógenas.

H) COMENTARIOS DE ABRAHAM Y FREUD EN RELACIÓN A LOS CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE EPISODIO DEPRESIVO MAYOR CON SÍNTOMAS MELANCÓLICOS DEL DSM IV-TR

Desgranaremos los síntomas de la melancolía según el DSM IV-TR reseñando comentarios alusivos de Freud y Abraham:

Con síntomas melancólicos (puede aplicarse al episodio depresivo mayor actual o más reciente de un trastorno depresivo mayor y a un episodio depresivo mayor de un trastorno bipolar I o bipolar II sólo en caso de que éste sea el episodio afectivo más reciente).

A. Presencia de uno de los siguientes síntomas durante el periodo más grave del episodio actual:

1.  Pérdida del placer en todas o casi todas las actividades: hemos visto que iría encubierto en la agresión a los demás. Freud hablaba de «inhibición de toda productividad» en el duelo y decía que en la melancolía «nos impresiona como algo enigmático».

2.  Falta de reactividad a los estímulos habitualmente placenteros (no se siente mejor, ni siquiera temporalmente cuando sucede algo bueno): Abraham hablaba de cese de su interés por el mundo exterior, lo que «conduce a un estrechamiento de su horizonte mental», y puede llevar hasta el «monoideismo» y de inhibición mental (hemmung), «rasgo cardinal» de la depresión para el que señalaba dos causas: que «busca inconscientemente su apartamiento del mundo» y una «tendencia hacia una negación de la vida». Freud habla de «cese del interés por el mundo» que en el duelo se habría hecho «pobre y vacío» y en la melancolía «eso le ocurre al yo mismo».

Y de:

B. Tres (o más) de los siguientes factores:

1.  Experimentar el ánimo con una cualidad diferente a la de la muerte de un ser querido: la comparación de la melancolía con el duelo podría quedar descalificada ante este criterio, que nuestra experiencia clínica nos hace sospechar que, aunque el DSM no lo considera así, podría ser el fundamental y aprender a reconocerlo la clave para el diagnóstico diferencial.

2.  Empeoramiento matinal: Freud habla de lo mismo, alivio al atardecer debido a «un factor probablemente somático».

3.  Despertar precoz (al menos 2 horas antes de la hora habitual de despertarse): Freud habla de insomnio.

4.  Enlentecimiento o agitación psicomotores: Abraham parece referirse también al abatimiento cuando lo hace acerca de inhibición mental pues a continuación añade «que en sus más altos grados» como «el estupor depresivo (33), representan una muerte simbólica» aunque admite «otros determinantes relacionados con las circunstancias individuales del paciente (34)».

5.  Anorexia significativa o pérdida de peso: Freud hablaba de anorexia y Abraham de «rechazo al alimento» como «expresión de una tendencia suicida».

6.  Culpabilidad excesiva o inapropiada: Abraham hablaba de ideación de culpabilidad y autorreproches y Freud de «autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo» extendiendo «su autocrítica hasta el pasado» mostrando «una acuciante franqueza que se complace en el desnudamiento de sí mismo» por haber «perdido el respeto por sí mismo».

I) CONCLUSIONES

Además de definir con precisión las fijaciones propias de la depresión, la participación de la ambivalencia, la repercusión de las decepciones infantiles en los vínculos amorosos y percibir con agudeza clínica los importantes aspectos interpersonales implicados Abraham entendió la depresión como la recapitulación de un trauma infantil en la vida adulta (Arieti 1981).

Posteriormente, además de las contribuciones de Freud, únicamente aparecerían hasta los años 60 (Ebtinger 1978), Rado (1928, 1951 y 1954), Melanie Klein (1934 y 1940) y Deutsch (1952), todos ellos discípulos de Abraham, que habría creado una escuela de estudio de la depresión, y la recopilación de Fenichel (1957).

A partir de su muerte «perdió impulso la perspectiva clínica, que había alcanzado probablemente su mayor refinamiento, y la investigación conjunta de lo psicobiológico» (Sanfeliu 2001). A pesar de la importancia innegable de la obra de Melanie Klein ha sido a veces situada abusivamente como prolongación de la de Abraham (Ebtinger 2000).

Fenichel aclara mucho el tema en su famoso tratado en el capítulo que dedica a la depresión y la manía pero con el problema de que no deslinda bien las aportaciones de cada autor, aporta importan-tes contribuciones sin que las manifieste como propias o ajenas y parece valorar demasiado las aportaciones de Rado, que aunque importantes, en el estudio minucioso de los trabajos de Freud y Abraham se habría dicho lo esencial sobre el tema.

En la recapitulación que efectuó Freud en Introducción al psicoanálisis apreció que las primeras contribuciones de Abraham se habían mantenido y configuraban la base de la actitud del psicoanálisis frente a las psicosis y años después Widlocher decía «la literatura psicoanalítica no ha suprimido nada de los mecanismos fundamentales descritos en Duelo y melancolía» y «son muchos los que con distintos matices conservan este modelo y lo consideran aplicable a todas las formas de depresión».

Ante autores posteriores como Jacobson, que remarcan el papel de los sentimientos de vacío e inferioridad sobre la agresividad, «podría ser bueno volver a la distinción clásica entre depresión melancólica, en la que la agresión tendría el papel principal y formas neuróticas en las que la herida narcisista ocuparía el primer plano» tal como sugería Widlocher. En éstas sería la autoestima el problema y no la relación sadomasoquista.

Como dice Ebtinger es difícil que las aportaciones ulteriores hayan superado las aportaciones de Abraham al estudio de la melancolía; pienso que más bien la habrían edulcorado. De hecho la 9.a edición de la Sinopsis de Psiquiatría de Kaplan-Sadock de 2004 añade únicamente a las teorías psicodinámicas más relevantes, Freud y Abraham, las de Jacobson (1897-1978) y Kohut (1913-1981).

Como dice Ebtinger la obra de Abraham interroga todavía hoy.

Creemos que conocer bien la dinámica inconsciente subyacente bajo la depresión ayuda al psiquiatra no sólo a tratar psicoterapéuticamente al paciente sino a efectuar un mejor diagnóstico de depresión y de su subtipo.

 

II. ANEXOS

1er ANEXO: NOTAS

 1. «Abraham y Freud han hecho explícitamente referencia a estados melancólicos francos» (Widlocher pág. 102).

 2. «La percepción de la impotencia, de la propia incapacidad para amar a consecuencia de perturbaciones anímicas o corporales, tiene un efecto muy deprimente sobre el sentimiento de si» Selbstgefuhl (Freud en Introducción al narcisismo).

 3. Según Garma (1971) «la depresión ocurre por un sentimiento de culpabilidad ante el propio sadismo». ¿Es siempre odio hacia el objeto introyectado como sintetizaba bien Menninger o podría tratarse de odio hacia el propio self? como se pregunta Millon.

Freud (Las pulsiones y sus destinos) parece hablar claramente de ambivalencia, coexistencia de amor y odio, no de la pulsión o instintiva, sino en el yo. Radicaría en «etapas del desarrollo con mezcla de ambos sentimientos» o bien de que el paciente no sería capaz de amar por rechazo al objeto originario (madre o cuidadora nutricia) porque al comienzo de la vida no hubiera resultado gratificante de cuidados («conservación del yo») dado que para él «el odio es como relación de objeto, más antiguo que el amor; brota de la repulsa primordial que el yo narcisista opone en el comienzo al mundo exterior prodigador de estímulos».

Freud dice también en el mismo trabajo que cuando «el vínculo con un objeto determinado se interrumpe, no es raro que lo reemplace el odio» que «tiene motivación real, es reforzado por la regresión del amar a la etapa sádica previa, de suerte que el odiar cobra un carácter erótico y se garantiza la continuidad de un vínculo de amor».

 4. Según Lorand (1954) «el conflicto está centrado no solamente en la madre, sino alrededor de todos los miembros de la familia que son responsables de la pérdida de objeto de amor en su primera infancia». La memoria del paciente conserva desde sus primeros años las frustraciones de la madre y retiene persistentemente sus actitudes frustradoras, punitivas y amenazantes que ensombrecen el cariño materno». Habla también de que de allí vendría la envidia del depresivo.

 5. Según Strachey (Las pulsiones y sus destinos) Freud en 1915 llamó a este viraje «trasposición de amor en odio» que comprendía odiar, ser amado e indiferencia, aunque a continuación dice que «el yo odia, aborrece y persigue con fines destructivos a todos los objetos que se constituyen para él en fuente de sensaciones displacenteras» y que amor y odio «no han surgido de la escisión de algo común originario y cada uno ha recorrido su propio desarrollo antes de que se constituyan como opuestos» (Freud pág. 132).

 6. Freud hablará de la percepción interna más tarde en El yo y el ello «la percepción interna proporciona sensaciones que vienen de los estratos más diversos, y por cierto también de los más profundos, del aparato anímico».

 7. Y probablemente también una salida para la posible consecuente bajada de autoestima de la que más tarde hablará Rado.

 8. La culpa para Freud es «la percepción que en el yo corresponde a esta crítica» de una instancia que ulteriormente denominará superyo. Debiera ser consciente pero para Freud (El yo y el ello) gran parte es inconsciente «porque la aparición de la conciencia moral se halla íntimamente ligada al complejo de Edipo que forma parte del inconsciente» aunque se daba cuenta según Laplanche-Pontalis de que se trataba de una paradoja.

 9. Según Widlocher «esta prioridad de la respuesta motriz (Dumas) en la depresión ha sido algo olvidada» y «se han invertido los términos y se ha considerado el abatimiento como consecuencia lógica de la tristeza». Señala también que «la lentitud es uno de los mejores predictores de la acción de los medicamentos».

10. Lo que la psiquiatría conoce como fuga de ideas.

11. Según Gabbard (1997) para Karl Abraham los episodios maníacos podrían reflejar la incapacidad para tolerar la depresión de la infancia.

12. Para Marmer «probablemente la teoría clásica del desarrollo» «iniciada por Freud y elaborada por Abraham» habrá sido la «más influyente e importante» hasta M. Mahler.

13. Millon concede un «papel clave» a Abraham por enfocar las psicosis maniacodepresivas desde una perspectiva evolutiva constituyendo para él una «introyección de la agresión».

14. Según Gabbard (1997) Abraham «infirió que por maternaje inadecuado en la etapa oral» o por «alteraciones de la relación madre-hijo los primeros 12 a 18 meses»).

15. «La cuantía de la ambivalencia comprobable varía en alto grado entre los individuos, grupos humanos o razas; una extensa ambivalencia pulsional en un ser vivo actual puede concebirse como una herencia arcaica» (Freud en Las pulsiones y sus destinos pág. 126).

16. Según Fenichel «la más importante de estas formulaciones el descubrimiento de la depresión primaria en la infancia».

17. «Los primeros objetos sexuales son sobre todo la madre y su sustituto» («Freud en Introducción al narcisismo» pág. 84).

18. «Sustituto del narcisismo perdido de la infancia» (Freud en Introducción al narcisismo pág. 91).

19. Y según Gabbard (1997) «este objeto asume el papel de la conciencia y gran parte de las autocríticas patológicas emanan» de él. «El proceso de la enfermedad igualmente lo configuraba alrededor de la figura materna». Hace la impresión de que sus observaciones llevaban a Abraham a contradecir a su maestro en la preeminencia de la figura paterna pero no se atrevía.

20. La noción de objeto parcial fue según Lacan «contribución original» de Abraham a la teoría de la relación de objeto «concepción ectoplásmica» a la que «abrió su registro». Veremos como en otro momento Abraham hablará de que la incorporación que efectúa el melancólico es completa y no parcial.

21. «La creación del concepto de objeto interno, además del objeto parcial que se atribuyó a sí misma la discípula de Abraham en Berlín, Melanie Klein, estaba ya trazado y no sólo esbozado» (Sanfeliu 2001).

22. En Psicología de las Masas y análisis del yo, ya en el año 1921 Freud regresó al tema de la maniacodepresión y explicó que en la melancolía «espontánea» o endógena existiría «una tendencia a desarrollar una particular severidad» del ideal del yo por lo que se produciría «la rebelión periódica del yo» y después «automáticamente» la manía producto de la «supresión temporal» de dicho control y en las «psicógenas» o reactivas a abandono «el yo sería incitado a la rebelión por el maltrato de que le hace su ideal» identificándose con el objeto rechazado. Esta proposición contrasta con la de Abraham de la culpa como odio reprimido contra el objeto que se deduce debido a defecto del maternaje y parecería el punto de arranque del trabajo de Jacobson.

23. «Incorporación parcialmente determinada por un intento de preservarlo de la aniquilación y sostuvo que entonces una vez que el ataque sádico se ha disipado, la imagen del objeto amoroso es nuevamente expelida por la vía anal» (Jones en Strachey).

24. Que en el paranoico sería parcial.

25. Pero por otra parte vimos que señalaba que la culpa en el melancólico era debida a la represión de la venganza.

26. Que según Strachey (págs. 20-22) eran para Ernest Jones un «autocastigo inducido por el horror ante los impulsos canibalísticos reprimidos» en el que «pudo distinguir entre los reproches que emanan del objeto amoroso introyectado contra el yo y los que dirige el yo contra la imagen de objeto».

27. Y como dice Garrabé no en la de Esquirol, de dos entidades separadas que podían coincidir, ni en la de Ritti, de procesos diferentes con algún nexo desconocido.

28. Para Fenichel igualmente «la liberación no pasa de ser una ficción». Desde H. Deutsch y M. Klein se ha tendido a verla como una defensa contra la melancolía (Garrabé).

29. Para Garrabé la crisis maniaca se caracteriza «por la irrupción del pasado en el presente» por la hipermnesia y añade «la posibilidad de un renacimiento, ésta nos parece ser la diferencia esencial entre manía y melancolía, si esta última lucha por compensar la pérdida del objeto, aquella niega la importancia de esta pérdida afirmando que es posible una nueva vida, que todo puede volver a comenzar».

30. Constituye la denominada «teoría maniaca de la manía» que sería la «alegría masoquista del yo por realizar actos que engañosamente le llevan a someterse al triunfo destructivo que impone el superyo». Decía Garma «el maniaco no siente culpa porque en su psiquismo inconsciente se somete a su superyo».

31. A ello pudiera referirse Abraham con la siguiente frase «en la manía pura, que frecuentemente ocurre con periodicidad, me parece que el paciente no se está liberando de esa paratimia primaria, sin haber tenido ningún ataque de melancolía en el sentido clínico».

32. O como decía Fenichel «el derrumbe de la organización del yo a consecuencia de la descarga inconsciente de los impulsos instintivos».

33. Entraría en los criterios para síntomas catatónicos del DSM IV-TR.

34. Widlocher recuerda la priorización que hacía G. Dumas del abatimiento sobre la tristeza.

2º ANEXO: LÉXICO

(Mientras no se especifique la autoría de Freud o de Strachey la explicación entre comillas está referida al Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis.)

–   Ambivalencia: Según Strachey (en Las Pulsiones y destinos pág. 126) de los 3 significados que le otorgaba Bleuler: oscilación entre amor y odio, incapacidad de decir acerca de una acción y creencia en proposiciones contradictorias, Freud generalmente utilizaba el primero.

«mezcla pulsional no consumada» (Freud en El yo y el ello).

–   Anal-sádica (fase): «2.a fase de la evolución libidinal que puede situarse aproximadamente entre los 2 y 4 años; se caracteriza por una organización de la libido bajo la primacía de la zona erógena anal; la relación de objeto está impregnada de significados ligadas a la función de defecación —expulsión-retención— y al valor simbólico de las heces. En ella se ve afirmarse el sadomasoquismo en relación con el desarrollo del dominio muscular».

–   Canibalístico: «término utilizado para calificar las relaciones de objeto y los fantasmas correspondientes a la actividad oral»; «expresa en forma figurada las distintas dimensiones de la incorporación oral: amor, destrucción, conservación en el interior de sí mismo, y apropiación de las cualidades del objeto».

–   Censura de la conciencia: «función que tiende a impedir a los deseos inconscientes y a las formaciones de los que derivan, el acceso al sistema preconsciente-consciente».

–   Complejo: «conjunto organizado de representaciones y de recuerdos dotados de intenso valor afectivo, parcial o totalmente inconsciente».

–   Complejo de castración: «el niño teme la castración como realización de una amenaza paterna en relación a sus ac-tividades sexuales lo cual le provoca una intensa angustia de castración, en la niña la ausencia de pene es sentida como un perjuicio sufrido que intenta negar, compensar o reparar».

–   Complejo de Edipo: «complejo organizado de deseos amorosos y hostiles que el niño experimenta respecto a sus padres».

–   Conciencia moral: Función de «velar por el aseguramiento de la satisfacción narcisista proveniente del ideal del yo»; «tutela al ideal del yo» (Freud en Introducción al narcisismo págs. 90-94). «La autocrítica y la conciencia moral» «son inconscientes» (Freud en El yo y el ello).

–   Deseo: «el deseo inconsciente tiende a realizarse restableciendo» «los signos ligados las primeras experiencias de satisfacción».

–   Desplazamiento: «consiste en que el acento, el interés, la intensidad de una representación puede desprenderse de ésta para pasar a otras representaciones originalmente poco intensas, aunque ligadas a la primera por una cadena asociativa».

–   Formación reactiva: «actitud o hábito psicológico de sentido opuesto a un deseo reprimido y que se ha constituido como reacción contra éste».

–   Ideal del yo: «instancia de la personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo (idealización del yo) y las identificaciones con los padres, sus sustitutos y los ideales colectivos».

«La incitación para formar el ideal del yo partió en efecto de la influencia de los padres» (Freud en Introducción al narcisismo págs. 90-94).

Según Strachey «al parecer lo usaba de forma indistinta con yo ideal».

«la herencia del complejo de Edipo» «abogado del mundo interior, del ello» «formación reactiva contra los procesos pulsionales del ello» (Freud en El yo y el ello).

–   Inconsciente: «se utiliza en ocasiones para calificar cualquiera de los contenidos no presentes en el campo actual de la conciencia».

«Uno de los sistemas definidos por Freud dentro del marco de su primera teoría del aparato psíquico; está constituido por contenidos reprimidos, a los que ha sido negado el acceso al sistema preconciencia-conciencia por la acción de la represión» (Freud en Lo inconsciente).

«Sus contenidos son representantes de las pulsiones»; «están regidos por los mecanismos específicos del proceso primario»; «buscan retornar a la conciencia y a la acción»; «son especialmente los deseos infantiles los que experimentan una fijación»; «no todo Icc es por serlo, reprimido» «todo reprimido es icc» (Freud en El yo y el ello).

–   Incorporación: «proceso en virtud del cual el sujeto, de un modo más o menos fantasmático, introduce y guarda un objeto dentro de su cuerpo».

–   Identificación: «proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. La personalidad se constituye sobre una serie de identificaciones».

–   Instinto: «equivalente del término freudiano trieb o pulsión».

«Se consuma en algún material que permanece no conocido» (Freud en El yo y el ello).

–   Introyección: «el sujeto hace pasar, en forma fantasmática, de fuera a “dentro” objetos y cualidades inherentes a estos objetos»; «guarda relación con la identificación, que constituye el prototipo corporal de aquélla».

–   libido: «llamamos así a la energía considerada como una magnitud cuantitativa de la pulsiones que tienen relación con todo aquello que puede designarse con la palabra amor»; «es la manifestación dinámica en la vida psíquica de la pulsión sexual»; «energía postulada por Freud como substrato de las transformaciones de la pulsión sexual en cuanto al objeto (desplazamiento de la catexis, en cuanto a la meta (por ejemplo sublimación) y en cuanto a la fuente de la excitación sexual (diversidad de las zonas erógenas)» (Freud).

–   Masoquismo: «perversión sexual en la cual la satisfacción va ligada al sufrimiento o a la humillación experimentados por el sujeto»; «el sujeto debido un sentimiento de culpabilidad inconsciente busca la situación de víctima».

–   Narcisismo: «el sujeto comienza tomándose a sí mismo como objeto de amor».

–   Neurosis: «afección psicógena cuyos síntomas son la expresión simbólica de un conflicto psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y constituyen compromisos entre el deseo y la defensa».

«oposición entre el yo coherente y lo escindido de él» (Freud en El yo y el ello).

–   Objeto: «aquello en lo cual y mediante lo cual la pulsión busca alcanzar su fin, es decir cierto tipo de satisfacción»; «relación de la persona total o de la instancia del yo con un objeto al que se apunta como totalidad (persona, entidad, ideal, etc.)».

–   Oral (fase): «primera fase de la evolución libidinosa: el placer sexual está ligado entonces predominantemente a la excitación de la cavidad bucal y de los labios que acompaña a la alimentación. La actividad de nutrición proporciona las significaciones electivas mediante las cuales se expresa y se organiza la relación de objeto»·

–   Pregenital: «adjetivo que califica las pulsiones, las organizaciones, las fijaciones, etc., que se relacionan con el periodo del desarrollo psicosexual en el cual no se ha estabilizado aún la primacía de la zona genital».

–   Proyección: «operación por medio de la cual el sujeto expulsa de sí y localiza en otro (persona o cosa) cualidades, sentimientos, deseos, incluso objetos que no reconoce o rechaza en sí mismo».

–   Psicosis: «es una perturbación primaria de la relación libidinal con la realidad lo que, según la teoría psicoanalítica constituyen el denominador común de las psicosis, siendo la mayoría de los síntomas manifiestos (especialmente la construcción delirante de tentativas secundarias de restauración del lazo objetal».

–   Pulsión: «impulso que hace tender al organismo hacia un fin» que «tiene su origen en una excitación corporal, su fin es suprimir el estado de tensión».

–   Regresión: «retorno del sujeto a etapas superadas de su desarrollo».

–   Represión: «operación por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener en el inconsciente representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una pulsión».

«Se produce en aquellos casos en que la satisfacción de una pulsión (susceptible por sí misma de provocar por sí misma placer) ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras exigencias»; «esfuerzo de desalojo al estado en que ellas se encontraban antes de que se las hiciera conscientes (las representaciones)» (Freud en El yo y el ello).

–   Sadismo: «ejercicio de la pulsión de dominio».

–   Sentimiento de culpabilidad: «percepción que en el yo corresponde a esta crítica —del superyo» (Freud).

«Tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del yo», «descansa en la tensión entre el yo y el ideal del yo», «condena del yo por su instancia crítica» (en El yo y el ello).

–   Sublimación: «proceso postulado por Freud para explicar ciertas actividades humanas que aparentemente no guardan relación con la sexualidad pero que hallarían su energía en la fuerza de la pulsión sexual».

«Proceso que atañe a la libido de objeto que consiste en que la pulsión se lanza a otra meta distante de la satisfacción sexual» (Freud en Introducción al narcisismo).

–   Superyo (o superego): «su función es comparable a la de un juez o censor con respecto al yo»; «se forma por interiorización de las exigencias y prohibiciones parentales».

Equivalente con superyo hasta Nuevas conferencias en que se define del ideal del yo con el que el yo se mide (Strachey en El yo y el ello).

«El ideal del yo o superyo, la agencia representante de nuestro vínculo parental»; «es el heredero del complejo de Edipo y por tanto introdujo en el yo los objetos mas grandiosos» (Freud en El yo y el ello).

–   Supresión: «operación psíquica que tiende a hacer desaparecer de la conciencia un contenido displacentero o inoportuno: idea, afecto, etc.».

–   Yo o ego (das Ich): «instancia que Freud distingue del ello y del superyo en su segunda teoría del aparato psíquico» «se presenta como mediador» «representa eminentemente en el conflicto neurótico el polo defensivo de la personalidad que pone en marcha una serie de mecanismos de defensa»; «la representación de una organización coherente de los procesos anímicos en una persona».

«Representante del mundo exterior»; una parte del yo «puede ser inconsciente icc»; «la parte del ello alterada por la influencia directa del mundo exterior»; «representante de lo que puede llamarse razón»-«es sobre todo un yo cuerpo»; «se forma en buena parte desde identificaciones que toman el relevo de identificaciones del ello, resignadas» (Freud en El yo y el ello).

«Dos usos principales, en uno de éstos el vocablo designa el sí-mismo de una persona como totalidad» «en el otro, yo denota una parte determinada de la psique». Pero «en algunos de sus trabajos de los años intermedios el yo parece mas bien corresponder al sí mismo (Das Selbst)»; «en un pasaje del malestar en la cultura el mismo Freud da como equivalentes» (Strachey en El yo y el ello).

 

III. BIBLIOGRAFÍA

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